China

Tierras raras, trigo y maíz

China tiene cerca de la mitad de las existencias físicas de trigo que hay en el mundo y dos tercios de las de maíz. El eje mundial se ha desplazado del Atlántico (Europa) a ese otro océano que baña tierras asiáticas y americanas

Campo de trigo
Campo de trigoJesús G. FeriaLa Razón

La mayoría de los consumidores queremos que la carne y los huevos, por poner dos ejemplos, tengan precios baratos, pero nadie desea que las granjas estén cerca de donde vivimos. Todos queremos tener garantizado el suministro de luz a precios asequibles, pero nos negamos a que haya una planta nuclear cerca –bueno, salvo los de la comarca de Almaraz, que ahora pretenden evitar su desmantelamiento– o una térmica que queme carbón o se abastezca de gas. Todos queremos teléfonos móviles, baterías duraderas, coches eléctricos o tabletas y ordenadores potentes, para lo que son necesarios los componentes que salen de los minerales raros, pero resulta que cuando hay un yacimiento de tierras raras en una zona, la mayoría de los vecinos se oponen a su explotación, por la contaminación que eso supone. Son tan solo algunos ejemplos de situaciones que se dan un día sí y otro también y una invitación a la reflexión sobre las mismas.

Y ahora llega lo de China. Este país tiene en estos momentos cerca de la mitad de las existencias físicas de trigo que hay en el mundo y dos tercios de las de maíz. Se trata de cereales básicos en la alimentación de las personas y de los animales, respectivamente, con la consiguiente repercusión sobre la producción de carne y las proteínas de origen animal. Pero es que el Gobierno de Pekín controla la práctica totalidad de la producción y exportación de minerales raros del mundo, que son básicos en la fabricación de coches, teléfonos móviles, ordenadores y componentes en la industria de defensa y seguridad, por citar tan solo unos ejemplos. Y por eso Trump está hablando hoy con el hombre fuerte de China, Xi Jingping, para que no establezca restricciones a la exportación de esos minerales y de sus productos derivados, lo que podría paralizar una parte de la industria de Estados Unidos. Todo eso sucede en el Pacífico y es una prueba más de que el eje mundial se ha desplazado del Atlántico (Europa) a ese otro océano que baña tierras asiáticas y americanas. Ahí es donde está el verdadero poder y el futuro a corto y medio plazo. Mientras tanto, los europeos, incluida España, no explotamos nuestras tierras raras, aunque sean pocas, y preferimos depender del exterior en productos estratégicos. Es una batalla que tenemos perdida desde hace tiempo.