La situación

El objetivo es durar

«Cuando los límites se ignoran, es más sencillo traspasarlos sin que la ética provoque remordimientos»

En la primera semana de José María Aznar como presidente –año 1996–, uno de sus asesores convocó a los periodistas en Moncloa para darles información sobre los planes del Gobierno recién conformado. Aznar ganó las elecciones sin mayoría absoluta y alcanzó el poder gracias a sus acuerdos con Jordi Pujol, lo que situaba al líder del PP en una posición de debilidad, porque dependía de la voluntad de Convergència i Unió. Resultaba tan inestable, que el asesor del presidente se sinceró: a la pregunta de cuál era el principal objetivo del nuevo gobierno, la respuesta fue «durar». Y en eso está Pedro Sánchez, un año después de las elecciones del 23 de julio de 2023.

El presidente ni siquiera ganó en las urnas –al contrario que Aznar en 1996–, pero aquella noche de julio de hace doce meses puso en marcha su bien engrasada maquinaria de creación de imágenes artificiales, y celebró con alborozo su «victoria» a las puertas de Ferraz, para después pactar la investidura con el prófugo Puigdemont, a cambio de la amnistía. Y este año de legislatura nacional ha dado poco más de sí, salvo sobresaltos. Que llegados a esta semana de aniversario, el presidente haya sido citado por un juez a declarar sobre su esposa investigada, es solo un reflejo de cómo está la España política.

Pero, como en la película de Fellini, «E la nave va». La legislatura avanza y Sánchez cumple, de momento, con aquel objetivo del gobierno de Aznar: durar, y en circunstancias inéditas en Occidente. Porque el presidente del Gobierno español lo es ya durante seis años –y los que vengan– a pesar de que, en su mandato como líder del PSOE, solo ha ganado elecciones generales en 2019 (se celebraron en abril y se repitieron en noviembre). Perdió aquellas en las que encabezó la papeleta del PSOE en 2015 y 2016, y perdió las de 2023. Y no se trata solo de su autocelebrada capacidad de resistencia, sino de su disposición a ignorar los límites. Porque cuando los límites se ignoran, es más sencillo traspasarlos sin que la ética provoque remordimientos.