El canto del cuco
El postsanchismo
La sensación de que así no se puede seguir choca con la reiterada voluntad de Pedro Sánchez de seguir a toda costa
En este aniversario de la Constitución se ha puesto de manifiesto que ha desaparecido el espíritu constitucional que ha hecho posible la convivencia democrática en los últimos 46 años en España. El presidente del Gobierno y el jefe de la oposición ni siquiera se hablan. Un muro de rencor e incomprensión les separa. Los puentes están destrozados. Con los actuales protagonistas de la política nacional el imprescindible diálogo parece irrecuperable. La vida parlamentaria languidece. La cabecera del banco azul suele aparecer vacía. Las sesiones de control del Gobierno se convierten en frustración y bronca. La sensación de que así no se puede seguir choca con la reiterada voluntad de Pedro Sánchez de seguir a toda costa.
Quedará de esta deslucida jornada, en la que se puso de manifiesto el escaso fervor constitucional de la España autonómica y el rechazo de la calle al líder socialista, una inquietante afirmación del presidente, como respuesta a las críticas y a las imputaciones judiciales que sufre su entorno y que él califica de acoso. «Este acoso político, mediático y judicial –dijo– se volverá contra los acosadores». Sonaba a amenaza, aunque acaso fuera sólo una demostración de confianza en su propia fuerza o en la inocencia de los señalados en su alrededor. No es un hombre que acostumbre a ajustar lo que piensa a lo que dice. Para muchos observadores, su bravuconería no es más que una prueba de su debilidad, porque tiene, como le dijo Feijóo, tortura judicial para rato. Ese temor a la Justicia le llevó a pronunciar la gravísima acusación contra los jueces de ser acosadores por razones políticas. Nunca ningún presidente había desvariado tanto durante la larga etapa constitucional.
Hay interpretaciones para todos los gustos. No faltan crédulos que se creen la falsa sonrisa de Pedro Sánchez, apretando la mandíbula y proclamando que se siente más fuerte y seguro que nunca. Ocurre esto cuando cargos altos y medios del PSOE empiezan a mover en silencio los hilos para preparar el «postsanchismo». La mayor parte de los socialistas históricos animan en esta ardua tarea a las generaciones más jóvenes. Se trata de derribar muros y recuperar en el partido la democracia interna y el espíritu constitucional, poniendo fin a las peligrosas alianzas para ocupar el poder. El férreo control que ejerce el «puto amo» sobre la militancia, reafirmado en este Congreso de Sevilla, impide hacerse ilusiones a muy corto plazo. Se trata de prepararse para minimizar los daños el día de la derrota, que se barrunta cercana. La disidencia es ahora minoritaria, pero con el fracaso electoral, dicen, llegará la gran desbandada.