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Puigdemont, límites y letrados del Congreso

«Los letrados del Congreso podrían emitir un dictamen contrario a la tramitación urgente de una ley de amnistía»

Wlliam Ewert Gladstone (1809-1898) fue cuatro veces primer ministro del Reino Unido en la era victoriana. Liberal convencido y polemista hábil explicaba que «no podemos luchar contra el futuro» y que «el tiempo es nuestro límite». Carles Puigdemont, prófugo en Waterloo, disfruta su momento de gloria, que tiene el límite del día en el que si no apoya la investidura de Pedro Sánchez se convocarían, de forma automática, nuevas elecciones para el 14 de enero. Viajeros llegados desde la lejana Moncloa aseguran que su inquilino, una vez que fracase la investidura de Feijóo –crónica del un fracaso anunciado–, baraja lanzar un órdago a «indepe» y plantearle que le da un «sí» en un par o tres de días o todos a las urnas en plena cuesta de enero. No está claro qué podría ocurrir en otra cita electoral, pero es difícil que Puigdemont volviera a tener una situación tan decisiva y favorable, aunque, claro, hasta el último minuto casi siempre hay partido.

Oriol Junqueras, el verdadero adversario de Puigdemont, que corrió a Madrid para salir en la foto el primer día que, por encima de reglamentos y normas, se habló (entre paréntesis, todo idioma es una riqueza, pero lo primero es entenderse) en catalán, euskera y gallego –y ya llegarán también el bable y la fabla aragonesa–, explicó que la amnistía ya estaba pactada y suscrita con el sanchoyolandismo cuando se negoció la composición de la mesa del Congreso. Puigdemont juega con los límites, pero quizá ignora que es imposible controlar todo. Los letrados de Congreso, por ejemplo, como hicieron los del Parlament de Cataluña con las leyes de desconexión, podrían emitir un dictamen contrario a la tramitación de una amnistía por la vía de urgencia –y quizá también por la ordinaria– y, en cualquier caso, advierten de que una sola enmienda en el Senado –donde el PP tiene mayoría absoluta– retrasaría todo el procedimiento bastantes semanas. Puigdemont sabe, aunque quizá no quiera acordarse, de las consecuencias de no hacer caso a los letrados de un parlamento y Sánchez debería conocer la historia, por mucho que el tiempo sea su límite, como decía Gladstone.