El canto del cuco

El puzle de Pedro Sánchez

Caso de que, al fin, Sánchez consiga resolver, mal que bien, el rompecabezas, ¿cuántos votos restará «Sumar» al PSOE?

En los ratos libres, cuando no se va a ver mundo, Pedro Sánchez se entretiene armando el puzle. Aprovecha incluso las horas perdidas en el Falcon para ir encajando las piezas. Es una obsesión y le está costando Dios y ayuda. Dicen que le quita el sueño como cuando formó su primer gobierno con Pablo Iglesias, el de la coleta. Ahora no sabe qué hacer con las piezas que le sobran, pero lo peor es que se ven huecos en el tablero que no hay forma de llenar. Para sus partidarios más juiciosos lo preocupante es el llamativo vacío que queda en el centro, como se verá en las urnas, cuando el centrista Feijóo se salga sobradamente con la suya, como apuntan ya las encuestas.

Completar el puzle le preocupa más que la escandalosa escalada de la bolsa de la compra, el demoledor desconcierto del «sí es sí» o el unánime revés de los sondeos. Sabe que de la solución al rompecabezas depende su continuidad en La Moncloa. Por eso, en la vuelta de su reciente viaje a Roma, donde se vio con la denostada Meloni, confesó abiertamente a los periodistas su propósito de que «encajen todas las piezas del puzle». Y si no encajan, ¿qué va a hacer? ¿Cómo convence a Podemos de que se integre en el proyecto personal de Yolanda Díaz? ¿Aguantará hasta el final con el enemigo sentado en la mesa del Consejo de ministros? ¿O romperá la coalición después de las elecciones de mayo? Pablo Iglesias no se fía de él, después de haberlo conocido de cerca, ni parece dispuesto a dar su brazo a torcer. Y menos después de ver a Íñigo Errejón de paje de la gallega. Si esa pieza no encaja en el puzle, todo el esfuerzo habrá sido inútil.

Observando su trayectoria, nadie puede negarle a Pedro Sánchez coraje y habilidad política. Ha demostrado de sobra que no le importa fomentar divisiones y enfrentamientos. Así que no se va a resignar al fracaso, aunque tenga que dividir a su propio partido centenario, cosa que ya está ocurriendo, o dejar como herencia política un país de bloques enfrentados. En el partido se preguntan a estas horas: ¿Otro «Frankenstein», con rostro de mujer? ¿Quién garantiza la lealtad de esta camaleónica comunista gallega con fama de traidora? Caso de que, al fin, Sánchez consiga resolver, mal que bien, el rompecabezas, ¿cuántos votos restará «Sumar» al PSOE? Hay peligro de que las piezas del puzle acaben rodando por el suelo y asistamos a la noche de los cristales rotos en la izquierda.