El canto del cuco

Que alguien pare a Sánchez

No importa que Sánchez sea el político socialista que ha perdido todas las elecciones. ¡Los sanchistas más entusiastas llegan a llamar «traidor» a Felipe González!

El círculo de asesores de Pedro Sánchez en La Moncloa y los encargados del funcionamiento del partido en la sede de Ferraz quitan importancia a las críticas, cada vez más aceradas, de las figuras históricas del PSOE a la política gubernamental. La oposición de los antiguos dirigentes socialistas a la pretendida amnistía a Puigdemont, el político catalán fugado de la Justicia, a cambio del apoyo de su partido a la investidura de Sánchez ha sido el detonante de un profundo malestar interno contra el «sanchismo» por su sometimiento a los secesionistas vascos y catalanes. Este malestar viene de lejos, pero ha estallado últimamente, con constantes adhesiones de figuras conocidas. Entre otros, han alzado la voz con contundencia Felipe González, la mayor autoridad moral del socialismo español, y Alfonso Guerra, que fue el que organizó el partido, lo modernizó y lo llevó a la victoria. En cualquier país de nuestro entorno democrático esto habría provocado una conmoción política y obligaría a una profunda reflexión. Lo normal es que generara una crisis interna. Aquí no. En los círculos del poder «sanchista» se desprecia la voz de la experiencia. «Esos no pintan nada, son de otra época, no representan a nadie, la militancia no está con ellos, los militantes y los cargos públicos están a muerte con Pedro Sánchez...». Son los argumentos que difunden a través de sus terminales mediáticas los portavoces del aún inquilino de La Moncloa. No importa que Sánchez sea el político socialista que ha perdido todas las elecciones. ¡Los sanchistas más entusiastas llegan a llamar «traidor» a Felipe González! Semejantes reacciones no hacen más que confirmar el férreo control que ejerce sobre la militancia y el grupo parlamentario este hombre, y el desprecio que siente por los dirigentes históricos del partido. Es un comportamiento movido por el rencor y la ambición. Tiene muy clavado que un día fue defenestrado de la Secretaría General en el Comité Federal por pretender hacer algo que ahora hace. Resistió, consiguió el apoyo de las agrupaciones y ganó la partida. La memoria de aquel amargo fracaso y su regreso triunfal es el clavo ardiendo al que se agarra. Pactará con quien le ayude a mantenerse en el poder, digan lo que digan los viejos «dinosaurios» del partido. ¡Más dura será la caída!, advierten estos. Pero mientras tanto sigue adelante con la demolición del edificio constitucional que ellos contribuyeron a edificar trabajosamente. Y no hay nadie que pare a este hombre. Por lo que se ve, ni siquiera lo paran las urnas, en las que Pedro Sánchez parece que nunca ha creído demasiado.