Editorial

Sin rastro de respiro judicial para Sánchez

Nadie está por encima del Derecho y queremos pensar que ese fundamento sagrado se impondrá. Proteger el imperio de la Ley de la arbitrariedad y lo autoritario es un deber moral

Pedro Sánchez sabe que el horizonte penal de su círculo familiar y político es el flanco más débil y vulnerable en su plan para agotar la legislatura y revalidar la Presidencia. Solo el frente judicial lo inquieta lo suficiente para alterar su estrategia y planteamientos, incluso para modificar su aparente indiferencia ante cualquier otro imprevisto, suceso o calamidad. Únicamente, vaciló con la conocida imputación de su esposa, prólogo y acelerante de su retiró de cinco días en La Moncloa para meditar sobre el futuro. Ni sus derrotas parlamentarias ni los chantajes de los separatistas y bilduetarras ni el hundimiento de su popularidad hasta extremos desconocidos en democracia ni episodios bochornosos como el de Paiporta ni la oposición frontal de las víctimas de la peor catástrofe medioambiental del siglo ni la realidad desoladora que supone que el presidente no pueda pisar la calle sin la bronca consiguiente de la ciudadanía le han provocado mella en su determinación de seguir en el poder por encima de todo y de todos. Para una personalidad como la del líder socialista, obsesionado con el control absoluto de pulsión autocrática, que lo ha empujado a colonizar casi todas las instituciones del Estado y a minar los pesos y contrapesos de la democracia, la Justicia, que se ha mantenido firme en la atalaya de su independencia e integridad, supone un peligro y los jueces encargados, enemigos a los que hay que mancillar y desacreditar hasta neutralizar su prestigio y autoridad. El presidente conoce que el discurso del bulo, el fango y la connivencia togada con el PP carece de recorrido y tiene los días contados. La estrategia de la defensa ha sido mala, pésima, y la cruzada personal de llevar a los tribunales a los instructores de sumarios críticos ha puesto de manifiesto desesperación, fragilidad e insolvencia. El registro policial del despacho del fiscal general del Estado, la explosiva declaración ante el juez del empresario Víctor de Aldama, la tercera visita a los juzgados de Begoña Gómez o la comparecencia en el Tribunal Supremo del exministro José Luis Ábalos no han supuesto un punto final, sino un punto y seguido que dibuja un 2025 de desgaste y angustia para un líder que además lo afrontará en minoría en el Parlamento. Sánchez está muy lejos de ser un presidente de firmes y sólidas convicciones democráticas, lo que, en este momento, lo convierte en alguien de impredecible respuesta ante lo que, sin duda, se le viene encima. No hay rastro que permita un ápice de optimismo para Moncloa sobre el desarrollo de las investigaciones judiciales. Juega, eso sí, con las cartas marcadas del Constitucional de Pumpido, la Fiscalía, la Abogacía del Estado y la extraordinaria maquinaria mediática que lo protege, pero ni siquiera ese blindaje podría ser suficiente para sostener el régimen. Sánchez no colaborará con la Justicia, sino que será, ya es, su principal antagonista. Nadie está por encima del Derecho y queremos pensar que ese fundamento sagrado se impondrá. Proteger el imperio de la Ley de la arbitrariedad y lo autoritario es un deber moral.