Quisicosas

Con el Rey

Se equivocan los que pretenden la injerencia del Monarca en el Gobierno, porque su fuerza radica precisamente en la continuidad firme de las instituciones.

He vivido muchas tormentas en 35 años de profesión periodística, pero los presidentes pasan y la Corona continúa. Hay que ver lo que ha calado en la sociedad el rictus enfadado de Felipe VI en la jura de los nuevos ministros. En estos días oímos que el Rey debe negarse a firmar una ley que muchos pensamos anticonstitucional. Eso equivaldría a su inhabilitación y sustitución por Doña Leonor. Pero quien tiene que determinar el ajuste o no a la norma fundamental es el poder judicial, no Su Majestad. El ámbito de acción reservado a la Corona es otro, como ya demostró Balduino de Bélgica. Aquél pudo beneficiarse de una figura que nosotros no tenemos, la «incapacidad temporal» para dejar sus poderes en manos del Ejecutivo durante 48 horas y no sancionar una ley que reprobaba moralmente. No por eso logró frenar la aprobación del aborto, tan sólo dejó claro su disgusto.

Un gesto de un Monarca vale más que cien gritos de un poderoso. Por eso, el ceño fruncido de Felipe VI estos días, los labios apretados, la mirada fría, expresan muchas cosas.

Las atribuciones prácticas del Rey son pocas pero decisivas: es símbolo de la nación, arbitra y modera las instituciones y representa al Estado (art. 56 de la Constitución). Se equivocan los que pretenden la injerencia del Monarca en el Gobierno, porque su fuerza radica precisamente en la continuidad firme de las instituciones. Salvo golpes de estado, como los de 1983 o 2017 o catástrofes nacionales, la solidez silenciosa de la Monarquía aquilata la continuidad del estado de cosas. Eso enfurece a los que quisieran todas las instancias conmocionadas y revueltas, sometidas al revuelo de tuiter. Nada gustaría más a los enemigos del Rey que verlo enzarzarse en una discusión con el presidente, como si de iguales se tratase, como si las ideas de turno debieran medirse con las instituciones y las leyes perennes.

Ayer visitaron los Reyes la sede de La Razón para celebrar con este joven periódico sus primeros 25 años. Sus Majestades expresaban mucho más que cordial simpatía con su presencia. Son el refrendo de la libertad de expresión, son la garantía de la pluralidad. Imaginemos la angustia de una sociedad –existen muchas en el mundo– donde los medios libres no existan, la injusticia no tenga denuncia, los crímenes no se conozcan y los problemas no se debatan.

Una visita construye país. Un apretón de manos a nuestro director fortalece una redacción y consolida la libertad de prensa. Convierte una redacción de plumillas en un temible ejército al servicio de la libertad.

Viva España. Viva la Constitución. Viva el Rey.