Al portador

Sánchez o el Hamlet «X» del Valle de los Caídos

Es ahí, donde Sánchez también coincide con Hamlet, en la metamorfosis de su personalidad y, sobre todo, en lo que defiende en cada ocasión, en especial cuando duda y la realidad le hace cambiar de opinión

Hamlet, príncipe de Dinamarca, en el acto V de la obra de Shakespeare (1565-1616), contempla en el cementerio cómo el enterrador arroja una calavera al suelo y dice: «Esa calavera tuvo una lengua dentro y en otro tiempo podía cantar (...) Esa podría ser la mollera de un político, ahora avasallado por un asno, uno que quisiera engañar a Dios, ¿no crees?» Pedro Sánchez es un resistente que toma decisiones arriesgadas, que hasta ahora le han salido bien, pero eso no impide que también dude con frecuencia como el personaje del dramaturgo británico. El presidente del Gobierno, en medio de las zozobras por el caso Koldo, las acusaciones contra su mujer y las expectativas más que inciertas tras los próximos y sucesivos comicios, recurrió la semana pasada al comodín franquista y se presentó en el Valle de los Caídos –ahora Cuelgamuros– para intentar distraer la atención hacia lo que considera un valor seguro ante su clientela. Acudió arropado por su equipo propagandístico que quizá no calibró que algunas imágenes podían también atufar a Nodo franquista y llegar a ser contraproducentes.

Los asesores del inquilino de la Moncloa tampoco imaginaron que Pedro Sánchez, con atuendo profiláctico ante una mesa repleta de huesos humanos –el que fueran de más víctimas de republicanos que de franquistas es secundario, pero tampoco ayuda–, podría parecer un nuevo Hamlet de la generación «X». No hay constancia de qué dijo ante el osario, pero como el torturado príncipe de Dinamarca, tras imaginar que la calavera era de un político, también sugirió que podía ser de «un cortesano –ahora sería pelota–, que diría: ‘Buen día, amable señor. ¿Cómo te va amable señor?’» Nada muy diferente de cómo se comportaría un asesor actual: «Buenos días, presidente, ¿cómo te va presidente?» Samuel Johnson (1704-1784), el autor del primer diccionario de la lengua inglesa y padre anglosajón de la crítica literaria, defendía que «lo que más distingue a la personalidad de Hamlet es su naturaleza metamórfica: sus cambios son constantes», como recuerda Harold Bloom (1930-2019) en su «Shakespeare, la invención de lo humano». Es ahí, donde Sánchez también coincide con Hamlet, en la metamorfosis de su personalidad y, sobre todo, en lo que defiende en cada ocasión, en especial cuando duda y la realidad le hace cambiar de opinión, algo que es probable que ocurre tras las elecciones vascas, catalanas y europeas, cuando quizá se pregunte, «¿soy o no soy?», una versión generación «X» del famoso monólogo de Hamlet.