Al portador

Sánchez y Milei, lo importante y lo otro

«El presidente arremete contra todo y se excede en la respuesta a Milei, pero “la tensión nos viene bien”, decía Zapatero»

José Luis Rodríguez Zapatero, cuando creía que nadie le escuchaba, tras una entrevista con Iñaki Gabilondo, en febrero de 2008, en vísperas de elecciones, comentó que «nos conviene que haya tensión». Fue, apenas, un «escandalete», sin mayor trascendencia, y los socialistas ganaron con comodidad, pero sin mayoría absoluta, los comicios de marzo de aquel año. Pedro Sánchez, aunque no lo supo durante algún tiempo, es el discípulo más aventajado de Zapatero, algo que el maestro le reconoce con su «agip-pro» entusiasta en cualquier ocasión. El inquilino de La Moncloa no pierde ripio. «La propaganda es el arte de persuadir a otros de lo que uno mismo no cree» explicaba el pretor tardío romano Décimo Magno Ausonio (310-395), en los estertores del Imperio Romano, que ya ha llovido. Hay un proverbio, anónimo, claro, que no es árabe, sino nacional y de la transición –que ahora habría dudas de si es machista o no–, que afirma que «en mi casa, yo me ocupo de lo importante, es decir, la política internacional, el cámbio climático y las prédicas del Papa, y mi mujer de lo accesorio, a qué colegio van los niños, dónde vamos de vacaciones y cuándo cambiamos de casa». El inquilino de la Moncloa –«las palabras se tensan», apuntaba T. S. Eliot (1888-1965), el mayor poeta anglosajón el siglo XX–, ha optado por lo importante. Javier Milei, presidente argentino, los extremos se tocan, es su gran aliado. Los exabruptos del porteño son tan desmedidos y de bocazas como la reacción sanchista de retirar a la embajadora en Buenos Aires. Milei toma notas del manual de resistencia de Sánchez y el presidente español ha encontrado en el amigo de Abascal –no correligionario, matiz esencial– alguien a quien denigrar en la campaña electoral de las europeas. Luego, ya habrá quien recomponga el desaguisado porque

«lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible», defendía Rafael Guerra (1862-1941), «el Guerrita», el segundo Califa de los toros. Siempre osado Sánchez hará que España reconozca a Palestina, pero solo porque es una causa querida de la izquierda, al margen de que Hamás –y en menor medida la Autoridad Palestina– sean homófobas, teocráticas y antisemitas. Es lo importante y lo accesorio, porque ahora nos viene bien la tensión, ya admitió Zapatero.