Editorial
El sanchismo se protege bajo la omertá
Sánchez, Ábalos y Koldo pretenden que todo lo indagado y conocido en sede judicial es un engaño. La nada. Pero todos ellos carecen de credibilidad sin algo más que meras palabras
La declaración de Koldo García ante el magistrado del Tribunal Supremo Leopoldo Puente, que instruye la presunta trama corrupta relacionada con la compra de mascarillas en pandemia que afecta a los aforados, estaba más que cantada. El viraje en el tono y el sentido de las manifestaciones de José Luis Ábalos, el propio Koldo, pero sobre todo del número tres socialista Santos Cerdán y algunos miembros del Gobierno anticipaban un giro en la estrategia de unos y otros. Las acusaciones de Víctor de Aldama voltearon el tablero y forzaron una concertación con una redefinición de papeles de todos los señalados por el comisionista. Las auditorías exoneraban ya la gestión sospechosa de Ábalos en Transporte y el ex ministro ensalzaba la honestidad del presidente y de su gabinete sin que nadie explique por qué fue repudiado. En el Alto Tribunal Koldo García se atuvo al guion y negó el cobró de comisiones tanto en los contratos del coronavirus como en la adjudicación de obra pública. Protegió al que fuera su jefe en el Ministerio José Luis Ábalos y a Santos Cerdán. Negó que la letra del manuscrito aportado por Aldama fuera suya y que subrayara el listado de las concesiones sospechosas que se presentó ante el Alto Tribunal. Sobre el extraordinario manejo de metálico y su espectacular incremento patrimonial, esgrimió la narrativa habitual en estos casos, herencias, préstamos y donaciones familiares en un ejercicio legítimo de defensa, pero con un grado de veracidad descriptible. Solo guardó silencio sobre las preguntas del caso Delcy Rodríguez, que es otra de esas aristas de este sombrío tiempo del sanchismo que no deja de enturbiarse. En suma, enmendó en su totalidad el testimonio de Víctor de Aldama en el Supremo. Nadie en el Gobierno ni el PSOE percibió cantidad alguna de manera irregular, es decir, toda la testifical del otrora conseguidor consistió, parafraseando a Pedro Sánchez, en «una inventada». En paralelo, Ábalos lo reforzó con un informe sobre las «contradicciones» en el relato del comisionista. El ex ministro y su asistente han abrazado la estrategia del bulo y los jueces conniventes para cerrar filas. Pero tanto Moncloa como los implicados han relativizado una clave para nosotros principal. La incriminación no parte de Aldama, que es un señalado más de la red, sino de la Fiscalía, las acusaciones y los instructores en la Audiencia Nacional y el Supremo. No se refuta a un «personaje», en palabras también del presidente sobre el conseguidor, sino al Ministerio Público y la UCO de la Guardia Civil. Ellos han destapado los indicios de delitos y los magistrados han ordenado las imputaciones porque los han dado por buenos. Sánchez, Ábalos y Koldo pretenden que todo lo indagado y conocido en sede judicial es un engaño. La nada. Pero todos ellos carecen de credibilidad sin algo más que meras palabras. La guerra sucia desatada contra la Justicia desde Moncloa y Ferraz solo se entiende como un movimiento desesperado de quien carece de una defensa íntegra y consistente más allá de la injuria y la calumnia.
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