Tribuna

Una segunda oportunidad para Casandra

El negacionismo del Holocausto ya es delito en muchos sitios. ¿Para cuándo lo empezará a ser el negacionismo de lo que pasó en el festival Nova?

Casandra era una princesa de Troya, hermana de Héctor y Paris (el raptor de Elena). Ambicionaba el don de la profecía. Para obtenerlo, se avino a tener sexo con el dios Apolo. Luego se echó atrás. Apolo quedó desairado porque lo que un dios te daba, no te lo podía quitar. Pero sí te podía quitar otra cosa. Entonces le quitó a Casandra toda credibilidad. Vería el futuro con todo lujo de detalles, pero nadie le haría caso. Así que a los troyanos no les sirvió absolutamente de nada que su princesa se desgañitara advirtiéndoles de que el caballo de Troya era una trampa letal. Incrédulos, sucumbieron.

En su descargo hay que decir que no es fácil creer en lo que no se ve y no se toca. Por aquel entonces no había medios de comunicación de masas ni Internet. Se tardaba diez años en ir a una guerra y otros diez en volver de ella y contarlo, las noticias eran en hexámetros, la madera de la que estaba hecha el dichoso caballo no era transparente y quién se iba a imaginar que había tanta gente escondida dentro con intenciones asesinas.

De ahí que en las universidades no se enseñe profecía, pero sí se enseñe Historia. Porque ver el futuro es magia. Ver el pasado es ciencia.

No digamos el presente, lo que ocurre en nuestro tiempo real. Ahí no hay ni que tomarse la molestia de haber estudiado. Basta con saber leer. La alfabetización masiva de las poblaciones occidentales debería ser un muro contra el que se estrellaran todos los bulos y todos los caballos de Troya de nuestra época.

Pues no, miren. No va así. Hay horrores que se perpetúan porque mucha gente elige no ver a sus víctimas atrozmente violadas, amputadas (senos arrancados, clavos y cristales clavados en órganos genitales femeninos…), embarazadas adrede por sus agresores, asesinadas queriendo o sin querer, porque hay veces que a los bárbaros se les va la mano. Y de repente están eyaculando encima de un cadáver con la pelvis rota.

Ya me sabrán perdonar la crudeza de este último párrafo. Dios me libre de querer herir la sensibilidad de nadie. La cuestión es: ¿qué sensibilidad? Porque el que la tiene, ya sabe que esto es lo que han sufrido muchas mujeres (y algunos hombres) víctimas del 7 de Octubre. Y el que no se ha querido ni se quiere enterar de lo que ha ocurrido y aún ocurre (quedan muchos rehenes en poder de Hamas), no sé de qué sensibilidad habla.

El miércoles 10 de julio la embajada israelí en Madrid convocó una rueda de prensa de la profesora Ruth Halperin-Kaddari, experta en derecho de familia y derechos internacionales de la mujer y directora académica fundadora del Centro Rackman para el Avance de la Condición de la Mujer en la Facultad de Derecho de la Universidad Bar-Ilan en Israel. Desde el 8 de octubre de 2023, la profesora Halperin-Kaddari trabaja sin tregua para lograr justicia y reconocimiento para las víctimas del 7 de Octubre.

Es una mujer mucho más diplomática que yo. Consciente de no ser para nada profeta en esta tierra (aunque en España hay muchos menos judeófobos de lo que pretende nuestra ultraizquierda autoproclamadamente feminista), Ruth Halperin-Kaddari buscaba maneras respetuosas y nada ofensivas de denunciar el síndrome de Casandra que afecta a todas las víctimas de Hamas. En el colmo de la buena voluntad, admitía que el escaso índice de supervivencia de las mismas puede haber dificultado a mucha gente darles crédito. Como si no fuéramos todos mayorcitos y no supiéramos perfectamente lo que hay. ¿Alguien cuestionó las denuncias de las mujeres bosnias sistemáticamente violadas por los serbios? ¿O la matanza de Srebrenica? ¿Queda alguien que no haya visto los videos que en sus propias redes cuelgan los monstruos de Hamas?

La violación es desde tiempo inmemorial un arma de guerra. El lavado de cerebro es otra. El negacionismo del Holocausto ya es delito en muchos sitios. ¿Para cuándo lo empezará a ser el negacionismo de lo que pasó en el festival Nova?

En la rueda de prensa éramos unos cuantos periodistas. No muchos. Me pregunto cuántos acudirán a la marcha convocada el 6 de octubre de 2024 en Madrid para «celebrar» lo sucedido el 7 de octubre de 2023 como un acto heroico de «resistencia». Nunca olvidaré la mirada del encargado de negocios de la embajada israelí, Dan Poraz, cuando calificó de «escalofriante» que una cosa así pueda pasar en la capital de España. No suelo sentir vergüenza de ser española. Me salvó de sentirla en ese momento la esperanza de poder escribir este artículo que espero que se lea mucha gente buena que yo sé que hay en este país. Juntos podemos parar el caballo de Troya y salvarnos de la masacre moral. ¿Quién más se apunta?