Aquí estamos de paso

Será que soy raro

Los Reyes están siempre donde tienen que estar y brindan una imagen de España impecable

Se desata una tormenta perfecta sobre la Casa Real británica a cuenta de la insólita e incomprensible manipulación de una foto de la futura reina, y el eco mediático resuena en nuestra médula como si de la mismísima heredera del trono español se tratase. Ya sé que los británicos son en eso de la majestad real faro y guía, y tiene esa dinastía hasta serie propia de éxito mundial, lo que no puede decir ninguna otra Casa, pero me sorprende (me «raya» diría un adolescente de esos que estamos perdiendo para el público de nuestros medios) que se le dediquen hasta portadas a tal desaguisado mientras constato que apenas ha habido eco de algo tan relevante como el discurso que hace unos días pronunció la Reina Letizia ante un auditorio de pacientes conocedores del dolor de las enfermedades raras. Habló sin papeles, con el corazón en la mano, dirigiéndose a la gente y con un mensaje de solidaridad profundo y absolutamente creíble. Te fías más de quien te mira a los ojos porque es mas fácil descubrir ahí la verdad. O el escondite.

El eco intenso de una mentira institucional y el estrepitoso silencio ante un discurso lleno de verdad.

Mirándolo bien, el contraste puede resultar enriquecedor. O al menos revelador de perfiles bastante precisos de una realidad que así se hace evidente: hay una Casa Real que manipula para esconder su deterioro, y hay una Casa Real que vuelve a ejercer su papel institucional más allá de lo que el protocolo exige.

En realidad, el valor del discurso de la Reina de España, contrastes aparte, es que vuelve a mostrar que hay alguien al frente, que al menos la institución que vertebra el sistema político español no solo no flojea, sino que se eleva como símbolo de responsabilidad y consistencia.

En la España de la banalidad, de la intransigencia, del gobierno débil que viste de reconciliación lo que son peajes políticos, que toma a la ciudadanía por boba, hablando de resolver conflictos cuando sus apoyos insisten en que esto les da alas para mantenerlos, al menos existe una institución nuclear que hace bien su trabajo y permite pensar que hay alguien al frente.

Es verdad que la Corona está sometida al poder político, y ejerce su función vertebradora bajo las leyes del Parlamento Democrático, y sus actos son refrendados por el Presidente del Gobierno o los Ministros, pero en su actuación no hay ni disfunción ni duda. Los Reyes están siempre donde tienen que estar, ejercen su responsabilidad sin fisuras ni vacilaciones y brindan una imagen de España impecable, lo cual contribuye a ofrecer la sensación de que hay alguien en el poder que sabe lo que hace y piensa en su país.

La cabeza del viejo imperio británico chochea con una burda manipulación fotográfica. La Corona española es capaz de mantenerse firme donde y cuando toca y el símbolo es ese discurso directo y sin papeles que se eleva muy por encima de la dialéctica mentirosa y floja del paisaje político que se supone nos representa.

A mí, que quiere que le diga, me representa más la Corona. Pero será que soy raro.