El trípode

Soberanía plurinacional y plurilingüe

A instancias del prófugo de Waterloo, Albares ha solicitado se le permita expresarse en catalán, ya que él no quiere hablar en la lengua castellana oficial, pues no se considera español. Eso

El esperpento en que ha convertido Sánchez a la sede de la soberanía nacional transformándola en plurinacional y plurilingüe, tiene no pocos precedentes humorísticos entre nuestros compatriotas, con un acreditado afilado sentido de la ironía. Uno de ellos parece de hoy mismo, pero data de cuarenta años atrás, cuando en 1983 se estrenó una obra de teatro basada en la novela de Vizcaíno Casas «Las autonosuyas». En una escena están en el Palau de la Generalitat de Cataluña el Lehendakari y el President departiendo cada uno en su lengua autóctona por medio de un intérprete. Ante el problema de falta de entendimiento, el de la barretina se dirige en perfecto castellano al de la chapela preguntándole si lo habla y, ante su rotunda afirmación, prosiguen conversando en su lengua común con toda normalidad.

En el Congreso, el esperpento supera incluso a la ficción por cuanto los intérpretes contratados traducen al castellano el catalán, euskera o gallego –con el valenciano, el bable, el chapurriau, etc. a la espera– sea Su Señoría interlocutora de procedencia insular o peninsular catalana, vasca, gallega, asturiana, aragonesa, etc. Que se dilapiden en esa absurda tarea centenares de miles de euros con cargo al contribuyente no tiene pase. Pero siendo esto un espejo de hacia dónde el sanchismo quiere llevar a España, no es lo más grave. Es la imagen que proyecta de un país plurinacional –el grupo parlamentario Yolandista ya se define como tal–, plurilingüe y con diversas naciones que «transitoriamente» comparten un mismo estado confederal, con vocación republicana como proclaman Otegi, Junqueras y Puigdemont. El bochornoso espectáculo será digno de verse en las retransmisiones de los debates televisivos y radiofónicos, con los subtítulos o traducción simultánea, y hablando después entre sí todos en castellano en los pasillos y en la cafetería. No consta de momento que los pinganillos les permitan también mantener conversaciones en sus respectivas lenguas vernáculas en otras dependencias del Palacio de Congresos aparte del hemiciclo, pero con Sánchez y la Armengol todo se andará.

A instancias del prófugo de Waterloo, Albares ha solicitado se le permita expresarse en catalán, ya que él no quiere hablar en la lengua castellana oficial, pues no se considera español. Eso siendo la tercera más hablada del mundo tras el chino mandarín y el inglés, y la segunda lengua materna. El daño para el español en la UE va a ser irremediable ante la pretensión española de que fuera reconocida junto al inglés y el francés como oficial común. Esperemos que haya algún diputado entre los 121 sanchistas sensible a las proclamas de los «fascistas» como Felipe y Guerra.