Letras líquidas
«Swiftpolitics»
Muchos de quienes exploran su éxito insisten en que su principal talento es reinventarse y jugar con el efecto sorpresa, como si hubiera miles de «taylors» en una
Reconozco, ya de entrada, que no he sido capaz de aislarme del «huracán» del que todo el mundo habla, escribe y casi me atrevería a decir que piensa esta semana. Sin haber comprendido nunca del todo el fenómeno fan y con más querencia por el rock que por el pop, Taylor Swift ha despertado mi interés. Hasta hace unos días la diva de Pensilvania no era más que un eco lejano. Ni siquiera cuando «Time» la eligió persona del año 2023 consiguió arrancarme más que una lectura en diagonal sobre su vida, sus canciones y sus muchos seguidores, los «swifties», porque, eso sí me quedó claro desde hace tiempo, todo lo que toca es susceptible de convertirse en «swift» y ser arrollado por la «swiftmanía». Sin embargo, pese al desapego inicial, ahora que el Bernabéu se ha convertido en el epicentro del «swiftmundo», me he lanzado de lleno a intentar entender, con la fascinación de un extranjero que llega a un lugar desconocido, qué hay detrás de las lentejuelas que brillan sobre el escenario. Y parece que muchas cosas. Además de la vertiente económica, «swiftonomics» lo llaman, que supone que tenga más peso financiero que muchos países y que sea capaz de disparar la inflación allá por donde gira, el icono de los «millennials» y los «Z» es un referente feminista, y no solo por encargarse ella misma de todos los ámbitos de su carrera, sino por las ideas que expresa libre y abiertamente y que llegan a esas varias generaciones. A tantas que Trump teme que una mujer blanca americana haga tambalear sus aspiraciones presidenciales entonando uno solo de sus estribillos, de esos en los que a lo largo de sus quince años de carrera ha retratado a sus novios y sus relaciones y ahora empieza a virar hacia asuntos de lo más variados. Y quizá este sea su secreto. Muchos de quienes exploran su éxito insisten en que su principal talento es reinventarse y jugar con el efecto sorpresa, como si hubiera miles de «taylors» en una. Y esto conecta con la política que marca ya el siglo XXI. A ver si vamos a descubrir que existe también la «swiftpolitics».
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