El buen salvaje

Tito Patxi

Resulta que Patxi López hace de Rouco Varela y va de pupitre en pupitre amenazando con el infierno a los onanistas, como si fuera Tamara Falcó riñendo a Íñigo Onieva por pasarse de marcha

Patxi López, Tito Patxi, lo ha dejado, como siempre en todos los asuntos que trata, muy claro. Dice que ninguno de los quince diputados que fueron a cenar con Tito Bernie se dejó llevar por la corrupción de calzoncillos y, si alguno de ellos se fue de putas, se le expulsará del partido. O sea, que puede que, en efecto, haya algún garbanzo en remojo. O sea, lo niega pero no lo desmiente a la vez, que dicen que es muy de gallegos pero que, en realidad, es muy de Patxi. Por otra parte, no hay sitio, que yo sepa, donde un diputado jure que no se va de putas, no aparece en ningún código ético, un señor del hemiciclo puede hacer con su moral lo que le plazca, por el momento, de la misma manera que no se fiscaliza si en casa echa la basura en el cubo de color correspondiente, si tarda mucho en la ducha o si se excede en la ingesta de carne. Resulta que Patxi López hace de Rouco Varela y va de pupitre en pupitre amenazando con el infierno a los onanistas, como si fuera Tamara Falcó riñendo a Íñigo Onieva por pasarse de marcha. Es el castigo de poner la moral socialista como modelo del bien superior y de abandonar el catolicismo por una pancarta calvinista, pues los feligreses necesitan al menos de la oportunidad de confesarse y de darse golpes de pecho, de lo contrario, todo torna en hipocresía.

El próximo 8-M, cuando Carmen Calvo pida de nuevo la abolición de la prostitución, a quién mirará. Los socialistas, en ese complejo de superioridad, dibujan sus almas inmaculadas, por lo que los puteros han de ser de derechas. Puteros y barrigones, y ahí he de defender a esta panda cutre por lo que tiene de ataque a los cuerpos estéticamente no normativos; a ver, no son peores personas los que lucen tripa de los que se dibujan un «six pack» que haría la envidia del mismísimo Aznar. Al cabo, todos acabaremos rascándonos el ombligo estirando el brazo. Mientras tanto, no dejo de pensar cómo llega Tito Patxi tan rápidamente a la conclusión de que los quince cenaron frugalmente y se fueron a casa. ¿Ni un chupito?