Aquí estamos de paso
La trampa de la Diada
Aquí estamos ante un movimiento de interés partidista o, mejor dicho, partidario, porque es más de persona que de partido, cuyo único objetivo es no abandonar el Gobierno a cualquier precio
Esa pequeña Diada demediada del pasado fin de semana resulta ser buena para los intereses de Sánchez, según destilan los emisores públicos de esencias del Gobierno. Por lo visto es positivo que flojeen en su vigor callejero los independentistas, porque eso es la materialización de esa matraca gubernamental de que la tensión se ha rebajado en Cataluña gracias a la política de diálogo –sinónimo en este caso de concesiones– del gobierno central con los republicanos de izquierdas. Como hablamos –concedemos– baja la temperatura de la reivindicación y la sociedad digiere plácidamente los acontecimientos políticos. Todo en orden. A este escribidor le parece, sin embargo, que el apaciguamiento del ardor guerrero independentista lo que en realidad hace es desarmar de argumento esencial el nuevo requiebro de Sánchez a sus promesas y a lo poco que le queda de firmeza ideológica, si es que conserva algo de ella, si la tuvo alguna vez. Porque, a ver, si la situación está normalizada, si el personal está tranquilo, si se desinfla la vena del independentismo, ¿a santo de qué se preparan más concesiones, una amnistía, incluso se abre la posibilidad de un referéndum? Si todo está en orden, si la calma reina, ¿a qué hacer mudanza? La respuesta es clara y desnuda con luz incontestable la verdadera intención del Gobierno, lejos de la pretendida búsqueda de normalidad que ya existe o de avanzar en una concordia que ya debe haber prendido. Aquí estamos ante un movimiento de interés partidista o, mejor dicho, partidario, porque es más de persona que de partido, cuyo único objetivo es no abandonar el Gobierno a cualquier precio. De eso estamos hablando cuando se nos pone delante la posibilidad de una amnistía o se trafica con el horizonte de un referéndum. De eso se trata cuando se busca el voto de una burguesía conservadora y supremacista, que eso representan Puigdemont y su partido, poniendo sobre la mesa algo que no estaba hasta el momento en que se necesitaron sus votos. Esquerra está también por el referéndum y la autodeterminación, pero lo tenían aparcado para momento más propicio. El del dulce exilio europeo lo pone ante sus interlocutores para empezar a hablar. Y pese a la normalidad social, pese a la serena paciencia que hasta ahora exhibía el independentismo de izquierdas, el Gobierno estudia lo que no era asumible porque ahora se lo pide la derechona catalana.
El independentismo está perdiendo la calle. La izquierda independentista, obligada al pragmatismo por la realidad de los acontecimientos, pierde fuelle entre los más hiperventilados. Ante eso, Pedro Sánchez y su gobierno le dan alas a los reaccionarios de la cosa indepe y lo hacen además en nombre de una supuesta coalición de izquierdas y para restablecer un orden que por lo visto estaba ya bien orientado.
Una vez más sin pudor y sin recato.
De nuevo tomando al personal por bobo, como si no fuera capaz de someter a juicio y conexión realidades paralelas, pero tan vinculadas entre sí.
Si la situación en Cataluña es normal, va a mejor gracias a tu política de concesiones y estás dispuesto a dar más, incluso algo que hasta hace dos días era imposible, no es que quieras mejorar la situación de todos. Es que, descarada y obscenamente, estás tratando de conservar la tuya en las mejores condiciones posibles.
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