Biblioteca Harley-Davidson
Transfobia
Un gobierno que ha sido incapaz de regular que mi teléfono no sea invadido por vendedores me pide que le facilite mi número al Ministerio del Interior.
Los partidos, cuando viven sus mejores épocas, es cuando se avergüenzan un poco de sí mismos y hacen autocrítica. A la vista de su último congreso, es evidente que el PSOE no está pasando por un buen momento. Es palmaria su desconexión con las necesidades más inmediatas de los españoles: insistir en la metáfora de la máquina del fango justo cuando acaba de pasar lo de Paiporta no parece muy buena idea; pretender por decreto que revelemos nuestros números de teléfono cuando nos inscribamos en un hotel, tampoco. Un gobierno que ha sido incapaz de regular que mi teléfono no sea invadido por vendedores me pide que le facilite mi número al Ministerio del Interior. Ni soñarlo. Amparándome en mi edad y el posible Alzheimer, voy a equivocarme repetidamente en una cifra o dos. Marlaska, el hombre que no fue capaz de detener a Puigdemont, lleva aparcado ahí más tiempo que un coche viejo. Va siendo hora de que se lo lleve la grúa. Por supuesto de eso, del aumento burocrático y de la corrupción del partido ni se habló en su Congreso.
En tiempo de los romanos, los desfiles de la victoria se hacían con esclavos encadenados que iban detrás del carro del César y luego eran vendidos como sirvientes. Vista la mecánica congresual cabe decir que el PSOE tiene actualmente suficiente material humano como para arreglar el problema del servicio de todo Occidente.
Lo mejor vino cuando, al final, decidieron bajar a los transexuales raros del Parnaso del multigénero al que los habían aupado tan arbitrariamente como los han descendido. Y ahí se liaron las feministas tochas contra las inteligentes. Yo, más que de género no binario, prefiero ser multitudinario. En estos asuntos del sexo, cuanta más gente más diversión. Ahora bien, si aseguran que no desean ser transfóbicos, ¿por qué le tienen entonces esa manía tan obsesiva a la Transición?
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