Historia

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Las élites

La Razón
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Las reflexiones sobre los fenómenos históricos considerados decadentes o relativos episodios de crisis suelen llevar paralelas especulaciones sobre las élites. Una moda que llegó a ser tendencia fija en la Italia mussoliniana y la Alemania hitleriana; propias, pues, del fascismo y del nacionalsocialismo. Hay, desde luego, diversos autores europeos encuadrados en el liberalismo social que postulan someter a nuevo examen los supuestos de la democracia liberal. Es el caso del italiano Vilfredo Pareto (1848-1923), que critica con agrio tono la intromisión de los gobiernos en materia monetaria y bancaria, en fuerte contradicción al socialismo, pues para él el equilibrio social radica en la circulación de las élites. Las élites, para Pareto, son aquellas que libran batalla para defender posiciones con fuerza contundente e ideas gnósticas, si fuese preciso.

Otro italiano, Gaetano Mosca (1856-1941), extendió la idea de «clase dirigente política» en 1896. Defendió con ardor la ciencia política y opinó que el origen de esta ciencia está en la organización de las clases, de modo particular en la creación de «grupos dirigentes»: pro minorías organizadas, pues, pero no llegó a separar la política de la moral, ya que, según su criterio intelectual, las «clases dirigentes» son las que deben mantener el equilibrio de los valores.

Max Weber (1864-1920), cuya influencia intelectual ha sido tan profunda, contribuyó con enorme contundencia a situar en primer plano a la élite burocrática, cuyo desmedido crecimiento es el más significativo fenómeno de las sociedades contemporáneas. De lo cual deriva la figura que crea como «jefe carismático». Es el creador del nacionalismo alemán, aunque un nacionalismo que triunfa sobre la mayor importancia de la «fuerza» sobre la «cultura», lo que le ha validado que el historiador Meinecke le otorgase el título del Maquiavelo alemán.

De esta rama deriva Robert Muchels (1876-1936), que concluye con Weber que la tendencia hacia la oligarquía es un proceso común a todas las organizaciones importantes. Su libro «Los partidos políticos», cuyo subtítulo resulta muy expresivo lo señala claramente: «Ensayo sobre las tendencias oligárquicas de las democracias». De donde, en definitiva, ha surgido la expresión «movimientos de masas gnósticas».

Un eminente catedrático de la Universidad de Viena, Eric Voegelin, es el autor de la investigación decisiva sobre la Revelación: «Order and History». Fue director del Instituto de Ciencias Políticas, dependiente del Gobierno federal alemán, y tuvo la oportunidad de explicar en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, en 1966, el significado de los movimientos de masas gnósticos en el sentido de querer ser sucedáneos de la religión. El profesor Voegelin advierte que la expresión «movimiento de masas gnósticas» no es de uso general, por lo cual es imprescindible llegar por vía científica, es decir, analíticamente, a saber cuál es el campo sobre el que se centra ese análisis. Advierte Voegelin que las masas gnósticas son movimientos del tipo «progresismo», «marxismo», «comunismo», «fascismo» y «nacionalsocialismo», incluso «positivismo», las variantes del «psicoanálisis» y algunas corrientes modernas. Es decir, una enorme serie de movimientos de tamaño reducido, pero de gran influencia en los procesos de la modernidad, que algún intelectual argentino ha caracterizado como resbaladiza. Muchos de estos movimientos fracasaron, pero el positivismo propició su desarrollo, crecimiento y triunfo en Iberoamérica.

El profesor Voegelin analiza seis características que abarcan la totalidad de las actividades gnósticas, que sólo podemos resumirlas en: 1. Estar descontento de su situación; 2. Los males de la situación son debidos a una mala organización; 3. Creencia en la posibilidad de liberación; 4. El orden de la existencia tiene que ser cambiado en un proceso histórico; 5. Es posible al hombre efectuar un cambio que tenga carácter liberador; 6. La misión del gnóstico es dar con la fórmula para conseguir el cambio. Por eso se denomina gnóstico –de «gnosis», que significa conocimiento– que es, justamente, lo que señala su disposición, un «profeta» que transmite a la Humanidad su conocimiento liberador; en definitiva, la élite política como salvación.