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Una agenda económica para Italia

La crisis ha durado mucho tiempo y la gente está cansada. El desempleo llegó a la cifra récord del 11,2%, mientras que el 35% de los jóvenes está desempleado

Una agenda económica para Italia
Una agenda económica para Italialarazon

Hace escasos días, los electores italianos han votado para elegir a su próximo Gobierno, del cual esperan empleos y un campo de juego económico más nivelado –y del cual los socios europeos de Italia esperan reformas estructurales y probidad fiscal–. ¿Cuál debería ser la agenda en materia de política económica del nuevo Gobierno?

Para reducir la deuda pública, que está por encima del 120% del PIB, minimizando a la vez los ajustes dolorosos, Italia necesita crecimiento económico –algo que les ha sido esquivo a los responsables de las políticas en los últimos años–. De hecho, la tasa de crecimiento anual promedio del PIB de Italia desde que se incorporó a la unión económica y monetaria de Europa en 1999 ha sido de un anémico 0,5%, muy por debajo del promedio de casi 1,5% de la eurozona. En los cuatro años desde que estalló la crisis financiera global, la tasa de crecimiento cayó a -1,2%, comparada con el promedio de -0,2% de la eurozona, y se espera que siga siendo negativa este año.

El mayor desafío del nuevo Gobierno consistirá en implementar reformas que permitan que el desempeño económico de Italia esté a la altura del de sus vecinos después de años de malas políticas e irresponsabilidad. Esto requiere una mayor inversión en innovación y capital humano.

Desde 1992 hasta 2011, la productividad laboral creció a una tasa promedio anual del 0,9%, la más baja de la OCDE. Desde 2001, los costos laborales unitarios han venido creciendo más rápido que el PIB real y el empleo, minando la competitividad de la economía en comparación con los países en desarrollo. En los últimos diez años, la participación de Italia en las exportaciones globales cayó del 3,9% al 2,9%.

Un crecimiento persistentemente débil de la productividad laboral ha creado una situación en la que los costos laborales unitarios no caen, aún si los salarios reales se mantienen estancados o bajan. Por cierto, a pesar de una caída del 1,3% en los salarios reales en 2011, los costos laborales unitarios no se modificaron.

Los nuevos líderes de Italia deben enfrentar esta situación desacoplando el aporte de la mano de obra al crecimiento de la productividad del aporte del capital y la productividad total de los factores. Según la OCDE, menores costos regulatorios y una administración pública más eficiente (a partir de medidas introducidas por el Gobierno anterior, liderado por Mario Monti) podrían sumar un 0,3%-0,4% al crecimiento anual promedio del PIB para 2020.

De la misma manera, una reforma del mercado laboral, una mejor educación y un mayor capital humano podrían aportar un 4% adicional al crecimiento del PIB en los próximos diez años. Es más, los responsables de las políticas en Italia deberían esforzarse por fomentar la tasa de participación femenina en la fuerza laboral que, en un 49%, es una de las más bajas de la OCDE. De lograrse eso, el ingreso per cápita aumentaría un 1% anualmente hasta 2030.

Al mismo tiempo, el ajuste fiscal sigue siendo esencial para la estabilidad a corto y largo plazo de Italia. Según el Fondo Monetario Internacional, el déficit presupuestario está decayendo, y el excedente primario (ingresos netos menos pagos de intereses) está creciendo. Los nuevos líderes de Italia deben sostener este progreso.

A pesar de los acontecimientos positivos, el camino por delante está lleno de obstáculos. Transitarlo exigirá que Italia conserve su credibilidad frente a otros estados miembro de la Unión Europea e inversores internacionales. El nuevo primer ministro necesitará persuadir a Alemania, a los mercados financieros y al Consejo Europeo de que Italia es un socio confiable.

La capacidad de refinanciar la deuda del Gobierno y mantener bajos los costos es esencial para fortalecer las finanzas públicas y fomentar el crecimiento del PIB. Es más, atraer más inversión directa es crucial, dado que los ingresos de capital, si bien se están recuperando, siguen un 30% por debajo de su nivel previo a la crisis. Las salidas de capital superan a los ingresos, con lo cual Italia se ha convertido en un exportador neto de capital.

«Vender» Italia en Europa debería implicar algo más que oportunidades de sacarse una foto con otros líderes en Bruselas y la ocasional gira por las instituciones financieras en Londres. Los líderes de Italia deberían comprometerse activamente en una diplomacia comercial, utilizando las embajadas y los organismos comerciales del país para promover a Italia globalmente, a la vez que se esfuerzan por construir relaciones bilaterales sólidas con otros miembros de la UE, particularmente los países del sur, como España.

A la vez, los nuevos líderes necesitan «vender» Europa en Italia, donde el euro-escepticismo es desenfrenado. Según el Proyecto de Actitudes Globales de Pew Research Center, sólo el 30% de los italianos tiene una opinión positiva del euro. En el norte, la zona más rica del país, donde el promedio del ingreso per cápita de 30.000 euros (40.500 dólares) se acerca al de Alemania, la gente cuestiona la lógica de ser miembro de la UE. Los costos son evidentes, dicen, ¿pero cuáles son los beneficios? Mientras tanto, los temores de un descenso estructural invaden al país.

La crisis ha durado mucho tiempo, y la gente está cansada. El desempleo llegó a la cifra récord del 11,2%, mientras que el 35% de los jóvenes está desempleado. Y la carga impositiva, que superó el 40% del PIB desde 1990, hoy representa casi el 43% del PIB.

Un nivel de impuestos escandinavo sería tolerable si los servicios públicos no fueran inferiores a los que se ofrecen en Escandinavia. Por ejemplo, el gasto en atención médica per capita en Suecia, Dinamarca y Finlandia supera los 3.000 dólares, comparados con apenas 2.300 dólares en Italia, donde los hogares deben aportar aproximadamente el 20% del gasto total en atención médica.

Es más, Italia gasta aproximadamente el 4,5% del PBI en educación, mientras que los países escandinavos invierten más del 6% del PBI. En consecuencia, las calificaciones de los estudiantes italianos en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes son significativamente más bajas que las de sus pares en muchos otros países de la OCDE.

El nuevo Gobierno de Italia tendrá que dar pruebas de liderazgo y visión para guiar a la economía hacia un crecimiento estable, evitar una caída acelerada hacia el fondo y frenar la creciente tensión social. Más importante aún: la renovación económica depende de la voluntad y la capacidad del próximo Gobierno para enfrentar las debilidades institucionales que hicieron que la acción concertada resulte cada vez más urgente.

Paola Subacchi

Directora de investigación de economía internacional en Chatham House

Copyright: Project Syndicate, 2012