Las correcciones

Trump, el visionario

El favorito republicano ya nos avisó que podía disparar a gente en la Quinta Avenida y que le seguirían votando

Si hay algo que podamos reconocer a Donald Trump es su capacidad de conectar con una parte del electorado norteamericano como nunca antes lo había hecho otro político estadounidense. Es un fenómeno de masas sin parangón en la democracia norteamericana. Y él lo supo desde el principio. Nos lo advirtió. «Tengo a la gente más leal, ¿Alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes», dijo el entonces el aspirante a la nominación presidencial en un acto de campaña en el estado de Iowa. Era enero de 2016 y faltaban tres días para que empezasen las primarias del Partido Republicano.

Donald Trump, el favorito entre los candidatos republicanos para disputar a Joe Biden la presidencia del Gobierno, se enfrenta a su tercera imputación, la segunda a nivel federal. Esta vez por tratar de subvertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020. La tercera acusación contra Donald Trump es posiblemente la más trascendental en los 247 años de historia de EE UU porque va directa al corazón del sistema electoral que sustenta la democracia norteamericana. El 6 de enero de 2021 millones de personas de todo el mundo vieron atónitos por la televisión cómo los partidarios del republicano trepaban por el Capitolio con el objetivo de impedir el traspaso de poder a su rival demócrata, Joe Biden. Estados Unidos vive sus años más extraños. Ningún presidente se ha enfrentado a cargos penales antes que Donald Trump. Sólo Ulises Grant fue detenido por exceso de velocidad de su coche de caballos y un siglo después Richard Nixon dimitió antes de enfrentarse a un juicio político en el Congreso por el Watergate. A pesar de los paralelismos entre Nixon y Trump, el grado de las acusaciones a las que se enfrenta el magnate neoyorquino convierten el escándalo de las escuchas del Partido Demócrata en una trama de una película de Disney. El neoyorquino ha sido condenado por pagar el silencio de una actriz porno en el caso Stromy Daniels y está imputado de 37 delitos por negarse a devolver los documentos clasificados que había guardado en su residencia de Mar-a-Lago. En su segunda imputación federal, el fiscal especial, Jack Smith, se ha propuesto demostrar que Trump sabía muy bien que había perdido las elecciones frente a Joe Biden, tal y como le habían trasladado su círculo íntimo de asesores, pero aún así trató de presionar a funcionarios republicanos de media docena de estados para revertir la victoria de su adversario demócrata. Hace cinco décadas el presidente republicano, Gerald Ford, perdonó a su antecesor porque creía que el juicio contra Nixon destrozaría la democracia estadounidense.

EE UU consiguió recomponerse rápidamente del trauma del 6 de enero, pero las cuentas pendientes de Trump con la justicia han avivado viejos peligros. La inestabilidad política fue una de las razones esgrimidas por la agencia de calificación Fitch para rebajar la nota de la deuda norteamericana, lo que provocó la caída de los mercados. El fiscal especial aboga por un juicio rápido en mayo para que los electores sepan si Trump es culpable o inocente de los graves delitos federales. Pero a estas alturas nada hace prever que una condena del republicano vaya a alejarlo de sus bases. Más bien lo contrario. El drama está servido.