Canela fina

La verdad de las elecciones vascas

«Alrededor del 70% del voto en las vascas fue independentista. Sólo una política nacional sabia podría reconducir la situación»

Frente a la pura anécdota de la suma de escaños y de las combinaciones para formar Gobierno, las elecciones vascas han dejado claro ante la opinión pública un dato especialmente alarmante: el porcentaje secesionista de la votación. Alrededor del 70% del sufragio vascongado se ha depositado en favor de la independencia y, por consiguiente, en contra de la Constitución española de 1978.

A corto plazo parece seguro que no se va a encrespar la situación porque al PNV le gusta recoger las nueces que caen del árbol por otros agitado. El calvario del 155, de las detenciones, del proceso, las condenas, la cárcel y, tal vez, el indulto, que quede para los catalanes. Si los partidos independentistas de Cataluña se rompen la crisma al luchar contra la unidad de España, que sean ellos los que padezcan la situación. Cuando ganen, si es que ganan algún día, entonces el PNV recogería las nueces dispersas y proclamaría como Estado independiente a la Autonomía vasca.

A nadie se le oculta que las cosas se pueden modificar en cualquier momento porque ahora existe Bildu, los herederos de ETA, que se han alzado con una representación parlamentaria suculenta, menos votos, pero al mismo nivel en escaños que el PNV. Y los bilduetarras pueden lanzar las campanas al vuelo, lo que obligaría al PNV a salir de su actual posición, la de que tallen otros para alcanzar sus objetivos con escaso sufrimiento. Por lo pronto, tras el éxito electoral y el silencio sepulcral de la campaña, los bilduetarras estallaron en alaridos en favor de la independencia al celebrar el acto que coronaba los escaños conquistados.

Esta es, en fin, la gran lección de las elecciones vascas, emborronada por los comentarios ligeros, los análisis circunstanciales, la piel superficial de la evolución histórica. Pero existe la filosofía de la Historia, la ciencia nueva que inició Giambattista Vico, el análisis profundo del ser histórico, del ente histórico. Y ese análisis desemboca, a medio y a largo plazo, en la oscura realidad secesionista, que sólo una política nacional sabia y una certera gestión europea podrían reconducir.