Letras líquidas
Vergüenza
El abogado de la mujer violada insiste en reclamar que «es hora de que la vergüenza cambie de bando» y el consenso social se suma y comparte que debe hacerlo. La gran cuestión ahora es saber si, de verdad, lo hará
En 1952 el padre de Annie Ernaux intentó asesinar a su madre. La premio nobel, que tenía entonces doce años, presenció semejante atrocidad y fue capaz décadas después de convertir la brutalidad en literatura. No solo replicó el temor y la conmoción que experimentó, sino que construyó un relato mucho más amplio y ambicioso sobre las miserias cotidianas, las rutinas perversas y silenciosas y los sentimientos de bochorno que las acompañan y se ocultan, bien camuflados, entre las paredes de los hogares que infectan. Elaboró, además, un tratado sobre el impacto social de ese dolor tan íntimo y analizó cómo el daño emocional genera en las víctimas un efecto social con nombre propio que la escritora francesa se reservó para el título de su autoficción «La vergüenza». La misma palabra, y no por casualidad, que se ha escuchado en los juzgados de Aviñón durante el juicio a los 51 violadores de Gisèle Pélicot, la ama de casa que recibe un día cualquiera la llamada de la policía alertándola de que habían encontrado vídeos en los que era violada por distintos hombres con la presencia y/o participación de su marido que, previamente, la había drogado para someterla. Hay asuntos de abordaje casi imposible: tan terribles son que cualquier adjetivo o apreciación resultará banal o frívola y, desde luego, insuficiente para abarcar su salvajismo. Y éste es uno de ellos. Pero, a veces, entre esas ruinas de la humanidad surgen lecciones universales. Pélicot ha permitido que los medios accedan a las sesiones del proceso y ha propiciado que los 51 hombres (considerados normales porque saludaban y trabajaban y se ajustaban a los estándares de la vida civilizada) tengan que enfrentarse públicamente a los actos que cometieron cuando creían que nunca jamás nadie los miraría y esta decisión conecta con aquel mal que Ernaux identificó en su infancia. El abogado de la mujer violada insiste en reclamar que «es hora de que la vergüenza cambie de bando» y el consenso social se suma y comparte que debe hacerlo. La gran cuestión ahora es saber si, de verdad, lo hará.
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