
Tribuna
¿Virtuosos, felices o catalanes?
Duch hablando de Piqué este jueves en el Ecuestre con admiración y hasta cariño era un soplo de aire fresco en un escenario político tan degradado y polarizado

El mismo día que la Asamblea Nacional francesa tumbaba a Michel Barnier el breve, el Círculo Ecuestre de Barcelona acogía una tertulia del Club Tocqueville, encabezada por el escritor Valentí Puig. Se trataba de rendir homenaje a Josep Piqué (fallecido el 6 de abril de 2023), cuatro veces ministro con José María Aznar, una de ellas de Exteriores. De esta faceta suya habló, sentado junto a Gloria Lomana, nada menos que Jaume Duch. Duch fue muchos años portavoz del Parlamento Europeo. Y antes director de la comunicación de la institución. Ahora es conseller de Unión Europea y Acción Exterior del gobierno catalán. Es uno de los fichajes más interesantes de Salvador Illa.
Desde el principio del Estado de las Autonomías se ha respirado cierta tensión entre la diplomacia española y la ¿catalana? Jordi Pujol llevó su protagonismo internacional al límite y un poco más allá. No se hizo retratar a caballo vestido de Napoleón envuelto en las cuatro barras, pero pudo ser por no encontrar caballo a su medida. Una vez Alejo Vidal-Quadras, viendo con qué intención creaba Pujol un secretario de Acción Exterior que no existía antes, le acusó de «regalarse un Kissinger de bolsillo». Era ironía sangrante. Y certera.
Hay que decir que más de una vez y de dos, cuando los ministros españoles de Exteriores iban, Pujol ya volvía. No sólo de puentearles. También de adelantárseles varios años en dar la debida importancia a la relación con Israel o con Marruecos y hasta a saber idiomas. Pujol se expresaba fluidamente en seis (catalán, español, francés, inglés, alemán e italiano) en un momento en que nuestros gobernantes sólo hablaban en cristiano.
Todos los herederos de Pujol han mirado bastante más al bolsillo que a Kissinger. Suponiendo que supieran quién era este señor. Hay gente muy ambiciosa y muy vacua encausada por pulirse centenares de miles de euros en una red de «embajadas» que sólo servían para pagar un Erasmus perpetuo a los amiguetes o para difundir propaganda procesista y leyenda negra antiespañola.
El nombramiento de Jaume Duch denota una discreta apuesta por vaciar la acción exterior catalana de golpes de efecto y puñaladas traperas para volver a la senda de la seriedad. También de la altura institucional. Ahí es nada ver al «Kissinger de Illa» sentarse a cantar las virtudes de Josep Piqué como ministro de Exteriores. Que las cantó dando el do de pecho. Duch elogió de Piqué no sólo su autoexigencia con los idiomas sino con la comunicación infatigable. Destacó sus desvelos geoestratégicos al anticipar que el centro del mundo se desplazaba hacia Asia. Concretamente hacia el Estrecho de Malaca. Era imposible no haberlo oído mentar si le conocías…
Duch hablando de Piqué este jueves en el Ecuestre con admiración y hasta cariño era un soplo de aire fresco en un escenario político tan degradado y polarizado. Aquí, en Francia y en todas partes. La democracia liberal sufre y gime bajo el peso de sus contradicciones. También de falsas élites que no están a la altura de los impuestos que nos cuestan y los disgustos que nos dan.
Déjenme mencionar de pasada que hacer homenajes a Piqué en Barcelona ahora mismo no es algo que llene campos de fútbol. Ni el Club Tocqueville esta semana, ni FAES el verano pasado, lograron mayúsculas asistencias cuantitativas. Cualitativas ya no opino porque en ambos homenajes estaba yo.
No sé si atribuir ciertas ausencias a heridas mal cerradas como la del pacto del Majestic o la del Estatut. La presencia del PP en la política catalana dista mucho de estar normalizada. Incluso de estar bien digerida por el propio PP. Pero, sin querer entrar en si han sido más o menos acertados los sucesivos giros tanto catalanistas como anticatalanistas, en quién tenía o tiene razón en cada momento, sinceramente creo que Piqué encarnó una manera muy personal de ser catalán y hacer política grande, sin fronteras ni complejos. Por eso Pujol le codiciaba y tentaba, aunque el gato al agua se lo llevó Aznar y, si me apuras, España. Yo nunca he visto a Piqué tan feliz como cuando fue ministro de Exteriores de España.
De todo eso habló Duch con tan pocos complejos como Piqué cuando fue (cuatro veces, insisto) ministro con Aznar. Y no pasó nada. No cayó ningún gobierno (por suerte o por desgracia) ni hubo que lavarle la boca con agua bendita a nadie. Aristóteles dijo que la política es el arte de hacer a los pueblos virtuosos y felices. Con lo último yo ya firmo.
Anna Grau es periodista, escritora y exdiputada en el Parlamento catalán.
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