El trípode
«¡Volveré!»: De Mac Arthur a Sánchez&Puigdemont
Un eufórico Puigdemont sacaba pecho con haber humillado al inquilino de la Moncloa, diciendo que le obligó a pactar su investidura fuera de España en Bruselas
Hay una afirmación tan simple como contundente que está en la Historia, antes de que Puigdemont la haya pronunciado ahora: «¡Volveré!». La pronunció el General estadounidense Mac Arthur, sin duda el más controvertido, discutido, querido y admirado General de cinco estrellas, al mando del ejército de los EE UU en la zona del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. La pronunció cuando tuvo que evacuar Filipinas en marzo de 1942, –ante la amenaza de invasión nipona–, por orden del Presidente Roosevelt, y cumplió su palabra de volver, inmortalizada en la escena de la rendición incondicional del Japón ante él, presidiendo la delegación militar de EEUU. a bordo del acorazado Missouri atracado en la bahía de Tokio. Fue el 2 de septiembre de 1945 que ponía fin a la Guerra, con él en uniforme de campaña y con su pipa en la mano, ante los delegados japoneses vestidos para la ocasión, de etiqueta y con sombrero y pajarita. No es preciso comparar esa escena con la de Puigdemont prófugo de la justicia, huyendo de España escondido en el maletero del coche, mientras su vicepresidente Junqueras y diversos consejeros de su govern de la Generalitat le esperaban en la Plaza de San Jaime, a los que dejó abandonados a su suerte. Anteayer, un eufórico Puigdemont sacaba pecho con haber humillado al inquilino de la Moncloa, diciendo que le obligó a pactar su investidura fuera de España en Bruselas, «caso único entre los 27 Estados de la UE». Para mayor escarnio lo dijo en Elna, localidad francesa, donde almacenaron escondidas las urnas para el 1-O. La puesta en escena del anuncio de su candidatura a la presidencia de la Generalitat congregó allí a enfervorizados seguidores suyos ante los que dijo que volverá para su investidura y así «reanudar el proceso que fue reprimido en 2017». El contraste entre una situación y otra no requiere de más comentarios: uno está revestido de dignidad, y el otro de infamia, con Sánchez de protagonista estelar escondido tras Cerdán y su gigante aizkolari sanchista Koldo. Sin dar la cara salvo para mentir y engañar a los españoles por sí mismo o por medio de sus aduladores áulicos, Montero, Puente, Bolaños y Alegría, con la colaboración especial de Santos Cerdán, el avalista del «ejemplar militante» Koldo, el celoso guardián de los 57.000 avales de otros tantos colegas suyos para que Sánchez recuperara el mando del PSOE. A estas alturas seguir diciendo que la amnistía es para «pasar página», como le corea su candidato Illa, es una falta de respeto a los ciudadanos. Aunque a algunos al parecer les gusta escucharlo.
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