País Vasco

El vino vasco que no se conoce en el resto de España: cómo se fabrica y qué lo hace especial

Fresco, ácido y con un toque de burbuja natural, el chacolí es un vino blanco producido en el País Vasco que ha pasado de la elaboración doméstica a convertirse en un referente internacional

Chacolí, el vino vasco que no se conoce en el resto de España: cómo se fabrica y qué lo hace especial
Chacolí, el vino vasco que no se conoce en el resto de España: cómo se fabrica y qué lo hace especialMontaje propio

En el panorama español de vinos, dominado por nombres como Rioja o Ribera del Duero, hay uno que mantiene un perfil más discreto pero con una personalidad inconfundible: el chacolí, txakoli en euskera, es un vino ligero, aromático y con una acidez característica. Este vino blanco se produce principalmente en el País Vasco y, aunque cada vez gana más reconocimiento en el panorama internacional, en España sigue siendo un gran desconocido fuera de su región de origen.

El chacolí nació de la necesidad y la tradición. Su origen se remonta, según los historiadores del vino, al siglo XVI, cuando los campesinos vascos comenzaron a fermentar pequeñas cantidades de uva para autoconsumo. Durante mucho tiempo fue un vino rústico, con una elaboración artesanal que no aspiraba a competir con las grandes regiones vinícolas de España.

A finales del siglo XIX, su supervivencia pendía de un hilo: las enfermedades de la vid, la industrialización y el abandono del campo redujeron drásticamente los viñedos. No fue hasta los años ochenta cuando un grupo de productores locales decidió rescatar esta tradición, profesionalizarla y darle el reconocimiento que merecía. Gracias a ellos, el chacolí no solo se salvó, sino que resurgió con fuerza.

Hoy cuenta con tres denominaciones de origen protegidas: Getariako Txakolina (Guipúzcoa), Bizkaiko Txakolina (Vizcaya) y Arabako Txakolina (Álava), cada una con matices propios, pero todas fieles a la esencia del vino: frescura, acidez y una ligereza inconfundible.

Cómo se elabora un vino con carácter atlántico

El secreto del chacolí está en su entorno. Los viñedos crecen en laderas cercanas al mar Cantábrico, donde el clima húmedo y las brisas salinas imprimen al vino una personalidad única. La variedad de uva más utilizada es la Hondarrabi Zuri, aunque en algunas zonas también se emplea la Hondarrabi Beltza para versiones tintas y rosadas.

La vendimia suele realizarse a mano, y el proceso de vinificación busca preservar la frescura y la acidez natural del fruto. A diferencia de otros vinos blancos españoles, el chacolí no se cría en barrica: es un vino joven que se embotella pocos meses después de la fermentación. Durante este proceso se genera una ligera burbuja natural, fruto del gas carbónico residual, que le da ese característico toque efervescente tan apreciado por los amantes de los vinos frescos.

Su graduación alcohólica, generalmente entre 10,5 y 12 grados, lo convierte en una opción más suave y versátil, ideal para acompañar la gastronomía vasca. De hecho, su maridaje perfecto incluye mariscos y pescados a la parrilla, aunque cada vez más chefs lo combinan con platos de cocina internacional.

En Getaria, cuna histórica del chacolí y sede de su primera denominación de origen (creada en 1989), las bodegas locales abren sus puertas al público para mostrar el proceso de elaboración y ofrecer degustaciones frente al mar. Es allí donde este vino se entiende en toda su dimensión: como expresión de un paisaje, un clima y una forma de vivir.

Del caserío al mundo

Aunque sigue siendo un producto muy ligado a Euskadi, el chacolí ha traspasado fronteras. En las últimas dos décadas, ha ganado prestigio en mercados internacionales como Estados Unidos, Reino Unido y Japón, donde se valora su perfil fresco y mineral, similar al de algunos blancos del norte de Europa. En 2023, según datos del Consejo Regulador del Getariako Txakolina, más del 20 % de la producción se destinó ya a la exportación.

El éxito no solo se debe a su sabor, sino también a su evolución: las nuevas generaciones de bodegueros han apostado por técnicas modernas de vinificación, control de temperatura y selección de parcelas, elevando su calidad sin perder su autenticidad. Hoy, algunos chacolís compiten en catas internacionales junto a vinos de Rías Baixas o Alsacia.