Estreno

Paul Thomas Anderson: «No ruedo sin los mejores actores»

El niño prodigio de Hollywood regresa con la inclasificable «The Master», protagonizada por Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix

Una de las escenas más potentes de «The Master», en la que el director explota el enfrentamiento entre Phoenix y Seymour Hoffman, clave en la historia
Una de las escenas más potentes de «The Master», en la que el director explota el enfrentamiento entre Phoenix y Seymour Hoffman, clave en la historialarazon

Con 42 años cumplidos, nos vemos obligados a desechar la etiqueta de niño prodigio, la que se ganó al dirigir «Boogie Nights» con 27, para hablar de Paul Thomas Anderson. Su cara aniñada, un jersey con puños agujereados y el gesto travieso que no abandona ni cuando intenta ponerse serio para hablarnos de su nueva película nos lo ponen difícil. Cienciología, homosexualidad, redención, sometimiento, dependencia... «The Master», ambientada en los 50 en EE UU, trata sobre todos y sobre ninguno de estos temas desde una mirada infantil, que no pueril, que plantea preguntas fascinada para, resignada, dejarlas sin respuesta.

-El centro de esta historia es una relación difícil de describir entre los personajes de Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix. ¿Amigos, amantes o ninguna de las dos?

-Debería ser como eso que... quizá hayáis sentido o hayáis visto a otras personas que lo sentían... que miras a los ojos a alguien y no instantáneamente, pero poco a poco, empiezas a tener un montón de sentimientos como si os conocieseis de antes o como si pertenecieseis el uno al otro. Es un tipo de amor tan intenso y caótico que no funciona por muchas razones. No queríamos darle mucha importancia al hecho de que los dos personajes estén confundidos por lo que les pasa, sino al de que están hambrientos el uno del otro. Me gusta cuando Freddie vuelve a casa y Sey lo agarra y lo abraza y empiezan a pelear. Son como niños que juegan; creo que todos nos comportamos así a veces, pero no es algo homoerótico. De ser así, lo hubiésemos filmado, y sería una parte importante de la historia, pero no es nada sexual.

-Ya dijo en el Festival de Venecia, donde presentó la película, que ésta tampoco era una cinta sobre sectas religiosas, a pesar de que el personaje de Seymour Hoffman esté inspirado en Ronald Hubbard, fundador de la Cienciología. Sin embargo, sí trata en profundidad la relación entre maestro y discípulo. ¿En qué categoría entra usted?

-¿Yo? Bueno... No sé... Creo que es una sensación cambiante. Por ejemplo, ahora, estoy siendo inteligente con respecto a mi película, soy un líder. Pero cuando acabe subo las escaleras del hotel y tengo que coger a mis tres niños, un tren a Londres, conseguir que estén callados, darles de comer, y uno querrá ir al baño, y otro habrá perdido su juguete, así que seré un discípulo durante un rato. Es una locura llamarse a uno mismo «maestro», como hace el personaje de Phil. Ése es él.

-¿Quién representaría mejor la figura de «The Master» en la actualidad?

-Uhhh... Oprah Winfrey [risas] ¿No te parece? ¡Lo digo en serio! Ella le dice a todo el mundo lo que debe hacer.

-Joaquin Phoenix, premiado en Venecia con la Copa Volpi junto a Seymour Hoffman, tiene fama de problemático. Tuvo control sobre él?

-Quise creer que lo tenía [se ríe]. Es una persona fantástica, muy inteligente. Eso es lo bueno de su interpretación, que parece un mono que se ha colado en un set de rodaje. Es muy instintivo, pero tiene mucho más control sobre lo que hace de lo que pueda parecer. Es disciplinado. Sí, da la sensación de que todo es un accidente; lo que es es un actor impresionante. Uno de los mejores que tenemos.

-De hecho, suele trabajar con los mejores. ¿Si no los tiene, no rueda?

-No. La única cosa que ven los espectadores en la película son Phil y Joaquin, ¿no? Cuando empecé a hacer cine y no tenía dinero lo único que me preocupaban eran los actores. No teníamos sets ni efectos especiales, sólo los intérpretes, así que hacía primeros planos. En «Pozos de ambición» tampoco teníamos efectos pero sí a Daniel Day-Lewis.

-«The Master» y «Pozos de ambición» son muy diferentes a sus películas anteriores. Parece que no le preocupa tanto forjarse una carrera a través de todos sus filmes como hacer el siguiente lo mejor posible.

-Creo que son cosas compatibles. En todo caso, no estoy preocupado por lo que seré. Puedo preocuparme por lo que acaba de pasar, pero lo importante es que siga sintiéndome emocionado con lo que hago, que sea excitante para mí y para los espectadores. He dejado de pensar en mi vida en términos de mi obra. Resulta raro.

-El hecho de que pasen años entre una producción y otra también influirá, como en el caso de «Pozos...» y ésta, entre las que distan cinco años. ¿Es la búsqueda de financiación el motivo?

-Una combinación de factores. Cuando hicimos «Pozos...» teníamos mucha energía y queríamos rodar enseguida. Me había puesto una fecha límite para el guión, pero Phil no estuvo disponible durante un año y medio porque tenía compromisos en el teatro. Pero no fue un año perdido: escribí, trabajé en otras cosas, investigué, busqué localizaciones, tuve otro hijo...

-Ahora que resulta más complicado si cabe encontrar financiación para una película, ¿le preocupa más los productores y la taquilla o la recepción del público?

-Quiero que mis productores estén contentos; no quiero que pierdan dinero porque así estarán contentos conmigo. Y si no, siempre habrá nuevas vías. Haremos películas con el iPhone, por ejemplo. Pero no creo que ahora sea más difícil; siempre lo ha sido.

-La cinta está rodada en 70 mm, un formato propio de películas épicas.

-Me gusta darle una utilidad diferente a las cosas. Que no tenga emperadores romanos no significa que no puedas usar los 70 mm para filmar un primer plano. Sólo es una cámara con película pasando, así que no importa demasiado qué es lo que estás rodando mientras el resultado sea bueno, y sabía que lo sería: la textura tenía la capacidad para transportarte al periodo en el que transcurre la película, los 50.

-Da mucha relevancia a la imagen. ¿Piensa mejor en imágenes que en palabras?

-Me encanta llegar a una escena y poder cortar diálogos porque normalmente esto hace la escena mejor. Algunas veces es más importante tener a gente hablando, pero sí, a mí me gustan las escenas en las que la gente está callada.

-¿Su siguiente proyecto?

-Todavía tengo que encontrar el dinero.

-¿Podría ser la nueva de «Star Wars»?

-¡Claro!

-¿En serio?

-Sí. Tienen mi número, saben dónde encontrarme.

«And the Oscar goes to...»

Prestigio, favor de la crítica y del público, reconocimiento en festivales... Son muchos los motivos de satisfacción profesional de P. T. Anderson (en la imagen). Uno, sin embargo, se le resiste: la ansiada estatuilla dorada. Su segunda película, «Boogie Nights» (1997), le supuso una nominación al mejor guión original. Dos años después, con «Magnolia» (1999), repitió nominación en esta categoría. 2007, con «Pozos de ambición», parecía que podía ser su año, con candidaturas a mejor película, director y guión adaptado. Pero «No es país para viejos», principalmente, frustró la tentativa. El director le otorga, sin embargo, la relevancia justa a los premios más importantes de esta industria: «Los Oscar están bien, pero se han convertido en algo un poco loco, como una carrera de caballos. Pero así es como es y supongo que como debe ser. Sin embargo, todavía recuerdo cómo eran antes las nominaciones: sólo se publicaban en "Variety"y poco más. Ahora se han convertido en una especie de campaña política. Es una locura. Es parte del juego. Lo peor es que en la actualidad son un elemento necesario para que algunas películas aguanten en la taquilla y consigan que la gente las vea. En todo caso, no me voy a quejar». Por el momento, ya ha conseguido el León de Plata al mejor director en Venecia (donde también se premió a los dos actores protagonistas), aunque los Globos de Oro sólo han nominado a los actores, incluida Amy Adams. ¿Será «The Master» la película que lo corone en la Academia de Hollywood? Los candidatos se conocerán el próximo 10 de enero, cuando, probablemente, entre su película en más de una categoría. Dignos competidores no le faltan: «Lincoln», de Spielberg; «La vida de Pi», de Ang Lee; «Argo», de Ben Affleck; «Los miserables», de Tom Hooper; «Django desencadenado», de Tarantino...