Roma

El sucesor de Pedro sin esclavina púrpura ni estola

La puesta en escena del Pontífice fue especialmente simbólica. Francisco impartió el urbi et orbe, a la ciudad y a la iglesia universal, antes de postrarse ante el pueblo

La Razón
La RazónLa Razón

Creo que hemos sido testigos no de una elección pontificia más, no por lo importante y trascendente que ha sido, si porque se ha producido una elección pontifica sumamente significativa. El nombre de Jorge Mario Bergoglio, próximo a cumplir los setenta y siete años de edad, figuraba en las quinielas, en la ronda de los papables, pero no estaba nunca en los primeros lugares. Se creía saber que su nombre estaba entre los favoritos en el cónclave de abril de 2005, cuando el elegido al final fue Joseph Ratzinger. No lo se. No se si la elección que entonces no se produjo, por la mayoría del candidato Ratzinger, el querido Benedicto XVI, ha sido ahora la elección que ha llevado a la Bergoglio a la sede primada de la Iglesia católica.

Sólo sé su nombre, Jorge Mario Bergoglio, como su condición de jesuita. El primer jesuita de la historia en acceder al servicio de obispo de Roma y en extensión a la Sede Suprema de la Iglesia universal. La mayor orden religiosa, la Compañía de Jesús, junta a ella la sorpresa nos ha llegado también por su edad, setenta y siete años en diciembre próximo. Nos ha llegado por su nombre, Francisco, que inicia serie en la Historia del Papado. Y pienso que en los próximo días nos explicará el por qué de su nombre. En la mente de todos, por su condición de jesuita, está el patrono de las misiones, San Francisco Javier, jesuita de primera hora, evangelizador en el Extremo Oriente. Y cómo no, también el nombre de Francisco de Asis, el «poverello».

Humildad y piedad

Hablando con periodistas argentinos, todos han puesto de relieve tres notas capitales de nuestro nuevo Papa. Primero, su humildad; en segundo lugar, su piedad; en tercer lugar, su caridad. La escena,la escenografía que hemos vivido sobre las ocho y veinte de ayer es a mi juicio también especialmente simbólica y emblemática. El Papa, el obispo de Roma, ha aludido de manera reiterada a su condición de obispo de Roma, que es el primero de los títulos del sucesor de San Pedro. De su condición de obispo de Roma se desprenden cada uno de sus otros ocho títulos de Romano Pontífice. En segundo lugar, Francisco ha hablado de que el Cónclave ha cumplido con su deber. El deber de dar un obispo a Roma, de dar un Romano Pontifice para toda la Iglesia. Decíamos nombres, decíamos palabras. No puedo por menos que subrayar, que enfatiz r los gestos.

Postrado ante el pueblo

Hasta donde mi memoria visual alcanza, el primer Papa que se ha presentado en la logia vaticana, en el balcón central de la Basílica vaticana, sólo con la sotana blanca. No llevaba la esclavina, color púrpura, no llevaba la estola, con las figuras de los cuatro evangelistas, excepto en el momento en que ha impartido la bendición. Bendición que ha impartido urbi et orbe, a la ciudad y a la iglesia universal, antes de postrarse ante el pueblo, ante los más de doscientos mil romanos y ciudadanos del mundo que abarrotaban la plaza de San Pedro y ante los millones de telespectadores que seguían este acontecimento por los medios de comunicación. Benedicto XVI ha pasado a la historia como el humilde viñador. El humilde trabajador de la viña del Señor. El Papa Francisco ya ha entrado en la historia con sus palabras, con su nombre y sobre todo con su gesto. La plaza en silencio, el mundo en silencio. El Papa inclinado, demandando la oración y la bendición del pueblo sobre su pastor.