JMJ

Volver al punto de partida

La Razón
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Hace tres años, el 28 de julio de 2013, al final de la celebración eucarística que coronó la JMJ de Río de Janeiro, escuchábamos con gran emoción las palabras de Francisco: «Queridos jóvenes, tenemos una cita en la próxima JMJ, en 2016, en Cracovia, Polonia». Desde entonces, la Iglesia polaca, y en particular la Iglesia de Cracovia, empezó a vivir intensamente el evento, que forma parte de la misión universal de la Iglesia de nuestro tiempo. Y yo, en la escucha de las palabras del Papa en suelo brasileño, me di cuenta de que, en cierto modo, era volver al punto de partida. El gran proyecto pastoral que es cada edición de la JMJ esta vez se realizaría en la ciudad donde creció, para el servicio de la Iglesia y el mundo, Karol Wojtyla, iniciador de esta fiesta de la fe de la Iglesia joven.

Después de sus estudios en Roma y una breve experiencia pastoral en Niegowic, el joven Wojtyla fue enviado a Cracovia, donde comenzó a dedicarse a la investigación y a la enseñanza, convirtiéndose al mismo tiempo en guía espiritual para los estudiantes universitarios. Celebraba para ellos la liturgia, daba conferencias, respondía a sus preguntas, organizaba retiros y los acompañaba en sus viajes. Lo siguió haciendo cuando se convirtió en obispo auxiliar.

Como arzobispo de Cracovia mantuvo un contacto estrecho con el mundo universitario, muy cercano a sus ex alumnos que ya tenían sus propias familias y ocupaban cargos importantes en sus respectivas áreas profesionales. Ellos sostuvieron el movimiento Luce Vita, en el que se formaron generaciones enteras de jóvenes. Todo esto sucedió en una sociedad gobernada por los comunistas, tras la cortina de hierro. Los discípulos de Wojtyla sabían cómo hacer frente a los desafíos relacionados con la vida en un sistema en un sistema totalitario y ateo.

El 16 de octubre de 1978 se convirtió en Papa y tuvo que ampliar el espacio de su corazón, para que pudieran entrar todas las naciones, culturas, idiomas e incluso los jóvenes de todo el mundo. Desde el inicio de su pontificado aseguró que los jóvenes tendrían un lugar especial en su servicio pastoral. Los llamó la esperanza de la Iglesia y su esperanza. No eran palabras vacías. Una importante experiencia pastoral para él, fue el encuentro con los jóvenes franceses en el Parque de los Príncipes el 1 de junio de 1980. En aquella ocasión, respondió a sus preguntas, entablando un diálogo con ellos y ofreciendo un extraordinario testimonio personal de fe. Los animó a fijar la mirada en Jesucristo, porque sólo Él, el maestro de Nazaret, el hijo de Dios y salvador del mundo, podía responder a las preguntas más importantes de cada hombre.

Juan Pablo II siempre condujo a los jóvenes a Cristo. Los animó a navegar en el mar de la fe, de la esperanza y del amor. El Papa creía en los jóvenes y ellos se dieron cuenta de que tenían en él un guía experimentado. Podemos decir que el encuentro en el Parque de los Príncipes constituye el preludio de la Jornada Mundial de la Juventud. La idea maduró poco a poco en los años sucesivos con los encuentros en Roma en 1984 y 1985.

En 1987, la iniciativa ya había superado los confines de Roma. En Buenos Aires, Juan Pablo II vivió con los jóvenes de la JMJ. Desde entonces, cada dos o tres años, los jóvenes cristianos de todo el mundo se reúnen en torno al Sucesor de Pedro para celebrar su fe. Después de Buenos Aires fue el turno de Santiago de Compostela y luego Czestochowa, Manila, París, Roma, Toronto, Colonia, Sydney, Madrid y Río de Janeiro. Hoy sería difícil imaginar la dinámica de la vida de fe de la Iglesia sin estos eventos. Esta vez, los jóvenes, a quien Juan Pablo II llamó «centinelas del mañana» en Tor Vergata (Roma), vienen al país y la ciudad de Karol Wojtyla.

¿A qué país y a qué ciudad vienen los jóvenes cristianos? Hace un cuarto de siglo, Polonia fue liberada de las ataduras del comunismo y desde entonces pacientemente construye el marco de una sociedad democrática, justa y solidaria. Aprendemos de los aciertos y errores. Damos gracias a Dios por el don del bautismo, recibido de Polonia hace 1.050 años. Damos gracias por nuestra historia, que no ha sido fácil. Vivimos en una Europa que comparte las preocupaciones de un mundo turbulento donde hay guerras y terrorismo.

En Cracovia esperamos a los jóvenes para compartir con ellos nuestra fe, probada en el crisol de experiencias difíciles. Cracovia es una ciudad de cultura y arte. Es una ciudad de santos y beatos, entre los que destaca Juan Pablo II. Cracovia es la capital espiritual de la Divina Misericordia. En Cracovia, esperamos a los jóvenes para enriquecernos con su fe juvenil y contagiarnos de su entusiasmo, para mostrar al mundo el rostro joven de la Iglesia. Para intercambiar dones.