Salud
Así es la dieta que sirve de medicina preventiva
Comer bien ahorraría más de 14.000 millones al Sistema Nacional de Salud, según el informe «Alimentación, factor de salud y sostenibilidad»
Decía Hipócrates, con gran acierto, que «no hay mejor medicina que tu alimentación». Y, a tenor de las cifras actuales, no le faltaba razón, ya que comer bien podría ahorrar más de 14.000 millones de euros al Sistema Sanitario Nacional de Salud, tal y como pone sobre la mesa, siglos después, el informe titulado «Alimentación, factor clave de salud y sostenibilidad», presentado esta semana con el impulso de la CEOE, la Fundación Española del Corazón (FEC) y Cariotipo Lobby & Comunicación. «La trascendencia de lo que comemos y su impacto en la salud resulta tan evidente que cada vez cobra más sentido la frase ‘‘seremos lo que hayamos comido’’, pues lo que subyace en todo esto es el papel clave de la alimentación en la prevención de enfermedades y, por tanto, en la calidad de vida de las personas», advierte José María Martín Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia.
La sociedad actual ha rozado la peligrosa línea roja que nos avoca al precipicio sanitario. Las últimas cifras de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) confirman que casi el 25% de la población presenta problemas de sobrepeso y obesidad; es decir, afecta a 18 millones de españoles, lo que aumenta en un 20% el gasto sanitario en nuestro país, hasta alcanzar ya los 2.800 millones de euros anuales, equivalente a un 7% del coste nacional. Y ese dato resulta aún más preocupante cuando se mira a los más jóvenes, pues hasta un 40% de los menores de entre ocho y 16 años ya presenta exceso de peso en nuestro país, lo que augura un futuro muy negro.
Enfermedades crónicas
La obesidad y el consumo de tabaco, dos factores evitables con un buen estilo de vida, están directamente relacionados con un gran número de patologías crónicas. «En la actualidad, el 80% de las consultas en Atención Primaria responden a enfermedades no transmisibles –cardiovasculares, oncológicas y respiratorias– y si se analizan los ingresos hospitalarios, éstas aparecen de nuevo en primer lugar, siendo responsables de hasta el 65% de los mismos, por lo que no sorprende el dato de que el 80% de los costes sanitarios públicos se dedique a estas patologías crónicas, según la Sociedad Española de Directivos de Salud», argumenta Carlos Macaya, presidente de la FEC y director del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, que insiste en que «en todas esas enfermedades la obesidad juega un papel decisivo, pues está demostrada su relación con algunos tipos de tumores como el de mama y colon, así como la relación directa con la aparición de problemas cardiovasculares».
Con esta pesada mochila a la espalda, los expertos coinciden en afirmar que ha llegado el momento de coger el timón y dar un giro de 180 grados a nuestra política de salud pública: «Es ahora cuando estamos a tiempo de replantearnos el actual modelo sanitario, y eso pasa por defender que resulta más barato y eficiente centrarnos en la promoción de la salud y en la prevención que en la enfermedad; es decir, debemos cambiar el chip y dejar claro a la sociedad que hay que prevenir y no sólo curar. Ante este reto, promover una dieta sana y la necesidad de realizar actividad física se alzan como los principales factores de la ecuación», asegura con María Dolores Rubio, directora médico del Hospital Dr. Rodríguez Lafora de Madrid con una larga experiencia profesional en el ámbito de la Salud Pública española.
Una de las herramientas a nuestro alcance que resulta más eficaz para evitar las enfermedades no trasmisibles es controlar la dieta con el objetivo de reducir, e incluso evitar, los posibles factores de riesgo. «Y esto es clave durante todas las etapas de la vida, incluida la infancia, ya que los buenos hábitos que se aprenden en la niñez serán mantenidos en la edad adulta», recuerda Macaya, quien hace hincapié en que «los niños mal alimentados, es decir, aquellos que siguen una dieta rica en grasas saturadas, con exceso de sal y azúcares, así como pobre en frutas, verduras, hortalizas, pescados y legumbres, tienen más probabilidades de desarrollar aterosclerosis, hipertensión o diabetes. Un riesgo que se multiplica cuando el sedentarismo se hace dueño de las tardes de los niños».
Así, Macaya pone de relieve la necesidad de tomar cartas en el asunto, tal y como propone el plan de acción Horizonte 25/25. «La teoría la sabemos, pero hay que ponerla en práctica, y eso pasa por ser más estrictos con la regulación. Resulta clave controlar de manera más eficaz la alimentación en los comedores escolares, pues casi el 80% de los niños ya come en las escuelas. Y la regulación de las máquinas de vending, que siguen incluyendo bebidas azucaradas y bollería», recuerda Macaya, quien insiste en lo beneficioso que resultaría «regular por ley la práctica de ejercicio en el colegio, con clases diarias».
Alimentación personalizada
Más allá de las recomendaciones generales, el estudio revela el peso que tendrá, en pocos años, la alimentación personalizada, es decir, «proporcionarle al organismo los alimentos óptimos para su funcionamiento teniendo en cuenta que cada uno es único», explica José María Ordovás, director del Laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts. Y esto pronto será una realidad: «Pensemos en un futuro en el que podamos no sólo prevenir la obesidad, sino además el declive cognitivo y la demencia senil. Será posible, especialmente si esa alimentación personalizada comienza temprano o incluso antes de nacer o ser concebido. Aunque parezca ciencia-ficción, estamos ya investigando para que eso sea posible. Para ello no podemos enfocarnos solo en la genética o la microbiota de manera aislada, sino integrar toda esa información y saber interpretarla en su totalidad. Ése es nuestro reto», concluye Ordovás.
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