Ejercicio
Hacer ejercicio influye en el desarrollo cognitivo y la memoria
El cerebro es también un gran beneficiado de la vida activa. Desmontando tópicos, las personas que realizan actividad física con regularidad tendrían más capacidad de análisis matemático y mayor habilidad lingüística, entre otras ventajas, según una investigación del CSIC.
No hay que subestimar el poder del ejercicio. Existe un tópico asociado a que la excesiva dedicación al cuerpo, por decirlo de algún modo, hace que se descuide la mente. Sin embargo, la relación entre cerebro y actividad física es un win win sin fisuras. Así lo afirman los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Coral Sanfeliu y José Luis Trejo, cuyo trabajo se ha reflejado en la publicación de Cerebro y ejercicio, el último libro de la colección ‘¿Qué sabemos de?’ (CSIC-Catarata). Entre otros efectos positivos, el ejercicio produce un incremento de la capacidad cognitiva y de la formación de neuronas nuevas, lo que “potencia la capacidad de análisis matemático así como la habilidad lingüística”, señalan. Además, “hace crecer el flujo sanguíneo en el cerebro y el consumo de oxígeno por las células neurales; incrementa la funcionalidad y disponibilidad de neurotransmisores clave; e induce neuroprotección en todas las áreas cerebrales analizadas hasta la fecha”, añaden.
Conoce la hormesis
Con este término se designa uno de los conceptos básicos que se utilizan en ciencia cuando se habla de los efectos de la actividad física, y hace referencia a que la respuesta del organismo al ejercicio es dual, es decir, que tiene efectos beneficiosos si se practica con determinada intensidad y duración, pero induce efectos negativos si estas aumentan en exceso. “Imaginemos la práctica del ejercicio como una figura en forma de curva. Cualquier actividad, por suave que sea, presenta efectos positivos en el individuo, pero hay un techo llamado punto de inflexión de la curva hormética. A partir de este punto, si se incrementa demasiado la intensidad o la cantidad de ejercicio se reducen los beneficios, incluso pueden anularse hasta el extremo de no presentar diferencias respecto a una persona sedentaria -en cuyo caso la curva hormética tendría forma de U invertida- o producir efectos adversos -aquí la figura se asemejaría a una J invertida-”, explica Trejo. Entonces ¿como saber si nuestra actividad es o no beneficiosa para el organismo? La respuesta no es tan sencilla, dado que parece ser que la curva varía según el individuo, y la literatura científica aún no se ha puesto de acuerdo en qué intensidad determina ese punto de inflexión. Sin embargo, los investigadores afirman que hay un indicador del que nos podemos fiar para determinar si estamos entrenando con la intensidad y duración adecuadas: la frecuencia cardíaca. “Un ejercicio físico que genere respuestas beneficiosas debe incrementar la frecuencia cardíaca en un porcentaje ligero, entre el 60-70%, de la frecuencia máxima de cada individuo, o moderado, entre el 70-80%”, matizan.
Los beneficios se heredan
Si eres de los que nunca has hecho ejercicio, pero tus padres sí, estás de suerte. Parece que, aparte de las consecuencias directas, el deporte produce también efectos indirectos, como ocurre con los individuos que se benefician del ejercicio físico que realizaron sus progenitores. Al menos es lo que han demostrado estudios recientes realizados con roedores, en los que se evidencia que los efectos cognitivos y emocionales del ejercicio son heredables por la siguiente generación. “En las crías sedentarias de ratones de padres corredores había más neuronas nuevas, que eran más activas, al igual que sus circuitos, y, en consecuencia, los sujetos tenían más capacidad de ejecutar con éxito las tareas conductuales. Esto nos indica que la transmisión de efectos adquiridos por la práctica del ejercicio físico es epigenética”, detallan los investigadores.
Retrasa el envejecimiento
El ejercicio físico también puede constituir una vía para hacer frente al envejecimiento. De hecho, se ha probado que es una de las terapias no farmacológicas más efectivas. “Diversos estudios de poblaciones han demostrado que la actividad física disminuye la mortalidad por todas las causas en adultos de 50 a 70 años”, observa Coral Sanfeliu. Además, mejora la evolución de determinadas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, a la vez que retarda la edad a la que se manifiestan y la aparición de síntomas. “El retraso en la aparición de esta patología con una vida físicamente activa es indiscutible. Incluso se ha demostrado que la actividad física disminuye los marcadores patológicos que aparecen en la fase silente de la enfermedad, la que se desarrolla previamente a la aparición de cualquier síntoma de pérdida de memoria”.
Y si ninguna de estas evidencias te convence, piensa en que tu estado de ánimo y tu bienestar psicológico también se verán beneficiados de incluir el deporte en tu estilo de vida. La causa es el aumento de secreción de endorfinas que proporcionan bienestar y regulan el estrés, provocan un mejor equilibrio de los neurotransmisores y el aumento de la funcionalidad cerebral.
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