Visión

¿Por qué no alimentarse bien puede dejarle ciego?

La perdida de visión es considerada irreversible y fruto del envejecimiento, pero existen técnicas alimentarias que pueden prevenir este tipo de enfermedades

Un perro guía ayuda a una persona ciega en el supermercado
Un perro guía ayuda a una persona ciega en el supermercadoFundación ONCE

La presbicia es la pérdida gradual de la capacidad de los ojos para enfocar objetos cercanos. Esta degradación visual es tan frecuente en nuestros días que se considera normal y propia del proceso de envejecimiento, como si el hecho de pasar de una determinada edad conllevara tener una mala visión. Se la considera una enfermedad irreversible que se va agravando con el tiempo, lo que requiere el uso de lentes con cada vez mayor graduación. Sin embargo, gracias a los trabajos del oftalmólogo norteamericano William Bates en 1926, hoy en día se conocen numerosas técnicas que previenen o recuperan la vista por medio de una buena alimentación.

Oftalmólogo realizando un examen ocular
Oftalmólogo realizando un examen ocularLa RazónLa Razón

Según la oftalmología, la presbicia se produce por el endurecimiento o pérdida de la elasticidad del cristalino o lente intraocular. Por tanto, al ser menos elástico, se dificulta la tarea de los músculos encargados de modificar su forma para poder enfocar de cerca. En este sentido, la medicina concluye que dicha pérdida de elasticidad se debe a una mala alimentación, especialmente al abuso de cereales refinados o azúcares, entre otros. El problema se origina por la producción de alimentos cada vez más artificiales y refinados. Un claro ejemplo de ello son los cereales que, al quitarles la cáscara, que contiene las vitaminas, minerales y fibras, y dejando solo el almidón, este es desdoblado fácilmente por las enzimas digestivas, lo que favorece su entrada al sistema circulatorio en forma de glucosa e hidratos de carbono. Otro de los factores que inciden en esta problemática es que, para hacer los alimentos más atractivos, se reducen a polvo muy fino antes de darles una forma definitiva, un método muy utilizado para hacer galletas, copos o golosinas, lo que todavía acelera más su digestibilidad. Lo mismo ocurre con los cereales integrales, los cuales, al ser reducidos a polvos impalpables, producen prácticamente los mismos efectos. Nuestro organismo no está preparado para recibir dichos polvos, por lo que estos producen un shock de glucemia al ser absorbidos de una forma tan rápida. El cuerpo humano no posee barreras naturales para impedir este ingreso masivo de glucosa. Por tanto, al recibirlo desencadena un proceso que aumenta la secreción de insulina, cuya función básica es facilitar la entrada de glucosa en el interior de las células del organismo.

¿Cómo afecta la glucosa a nuestra visión?

Las grandes cantidades de glucosa suministradas inciden de manera directa en el ojo, donde, al ingresar, irrita inicialmente la conjuntiva penetrando posteriormente en el cristalino. Esta lente natural no posee vasos sanguíneos en su interior, y realiza su metabolismo absorbiendo el oxígeno y los nutrientes del medio ambiente intraocular formado por el humor acuoso y el humor vítreo. Si la oferta de glucosa es muy grande, también aumenta la cantidad que absorbe el cristalino, provocando que este pierda su elasticidad y se “nuble”. Estos procesos duran varios años, y durante ese tiempo, los ojos se defienden de esa intoxicación excretando sustancias en forma de lagañas. Cuando el abuso de este tipo de sustancias aumenta, las nubes del cristalino se van concretando hasta producir cataratas.

La dolencia producida por el aumento de la presión intraocular, conocida comúnmente como glaucoma, se debe también al abuso de estas sustancias que, finalmente, dificultan tanto la circulación ocular que terminan aumentando la presión dentro del ojo. Esto ocurre a nivel de una pequeña redecilla intraocular denominada “trabéculum”. Según los expertos, todas estas dolencias se pueden prevenir o recuperar con una dieta y ejercicios adecuados. Por último, debemos destacar que hay alimentos naturales que contienen altas cantidades de fécula, como son la patata, la batata, el plátano y la yuca, que hay que consumir con moderación, o directamente no consumir.