Un problema social

La obesidad afecta a cerca del 28% de la población española

En el caso de los niños es del 15% y los endocrinos tratan de corregirlo y evitar que se sientan marginados

El CSIC desarrolla un probiótico que previene y trata la obesidad y las enfermedades metabólicas asociadas
El CSIC desarrolla un probiótico que previene y trata la obesidad y las enfermedades metabólicas asociadasIMEOIMEO

Las dietas adelgazantes no funcionan, pero constituyen un negocio de mucho peso. Así de contundentes son los expertos consultados por LA RAZÓN y así lo han demostrado numerosas publicaciones de la literatura científica. Porque la obesidad, además de ser la enfermedad metabólica más frecuente, es un gran negocio. En torno al 80% de los españoles que desean perder peso se gastan al mes una media de 80 euros en un abanico de lo más diversos productos y dietas «milagrosas».

Es imposible calcular los miles de millones de euros que se mueven en el mundo por el sobrepeso y la obesidad por la cantidad de industrias y empresas interesadas en este lucrativo negocio.

Las cifras de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad revelan que este problema afecta del 23% al 28% de la población adulta de España y el sobrepeso asciende hasta el 70%, en tanto que en la obesidad infantil el porcentaje se sitúa en el 15%, si bien en los últimos años hay una leve tendencia al descenso.

Para el doctor Francisco Tinahones, jefe de grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn), la obesidad está considerada «una entidad nosológica, esto es, una enfermedad en sí misma, que se ha convertido en la gran epidemia del siglo XXI en la sociedad de la opulencia y el combatirla no es únicamente responsabilidad de los médicos y del sistema sanitario».

Según este endocrinólogo, es necesario empezar con estrategias de prevención desde la atención primaria, pues un obeso cuesta tres veces más a la a la sanidad pública y, si no se empieza a atajar el problema de raíz mediante política educativas de hábitos de nutrición y vida saludables, no habrá sistema público que lo resista, no solo por los gastos derivados de la propia obesidad, sino también por la comorbilidad que genera, es decir, por otras muchas enfermedades que la acompañan como las cardiovasculares, diabetes, cáncer o músculo-esqueléticas.

Los afectados sufren serios problemas emocionales de ansiedad, depresión y rechazo social. Como apunta la doctora Clotilde Vázquez, jefe del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, para el abordaje terapéutico de la obesidad y/o el sobrepeso lo primero que debemos indagar es la causa y actuar en función de ella. «Puede haber problemas endocrinos o de otra etiología orgánica, que alteran el buen funcionamiento del metabolismo. Además ahora nunca actuamos de forma coercitiva con el paciente prohibiendo y regañando, sino que intervenimos mediante el refuerzo positivo y haciéndole ver que estamos a su lado para ayudarle en el tremendo sufrimiento que le causa, porque ellos se sienten a menudo marginados por los demás, objeto de mofas y risas. La sociedad no tiene ni idea del dolor de estos pacientes y de cómo a veces les hace sufrir con sus actitudes discriminatorias y despectivas. Por suerte, en los últimos años disponemos, y vamos a disponer, de fármacos que van a ayudarle mucho, siempre con una alimentación sana y, por supuesto, ejercicio físico regular y según la edad y las posibilidades de cada uno».

Un ejemplo de todo ello es Isabel Pérez, arquitecta de 47 años. «Desde la adolescencia llevo contando las calorías de la comida. De niña era delgada, pero en la adolescencia cogí sin darme cuenta unos kilos de más, que empezaron a obsesionarme y por mi cuenta restringí de la dieta ciertos alimentos que pensaba que engordaban. Aquello me produjo ansiedad y un efecto rebote. Desde entonces llevo toda mi vida a dieta o con atracones y contando las calorías de la comida», narra con verdadero dolor Isabel, para quien la comida es el refugio de disgustos, contrariedades, frustraciones, vacíos…

«En realidad, prácticamente siempre he sido una falsa delgada, porque nunca he llegado a coger 20 kilos de más, pero sí muy a menudo entre seis y ocho y podría afirmar que nadie lo notaba apenas, porque llega un momento que aprendes unos trucos ‘secretos’ con la ropa para que no se te note. No te pones en ese tiempo vaqueros ni camisetas ajustadas, sino vestidos sueltos, por ejemplo; en fin, adquieres unas habilidades con las prendas a fin de que no se te noten esos kilos, que luego vas a bajar».

Un caso extremo

Cuenta que en una ocasión tenía una fiesta muy especial a un mes vista. Se compró «un modelito precioso cuatro tallas menos» y se prometió que cabría en él para entonces. Lo logró sin comer absolutamente nada durante 30 días, «solo refrescos sin calorías, chicle sin azúcar y un complejo vitamínico».

Se trataba de una cena de hacía 25 años de antiguos alumnos de la Escuela de Arquitectura y deslumbró. Pero al día siguiente vino el efecto rebote y en una semana ese traje especial no parecía suyo. «Las dietas son un auténtico fracaso y no sirven nada más que para volver a engordar más de lo perdido. Hay que coger el toro por los cuernos, pedir ayuda a especialistas serios y cambiar los hábitos de vida. De lo contrario, el sufrimiento jamás acabará».