
Hábitos
Nuria Roure, experta en sueño: “Dormir cuatro horas es similar a haber consumido unas seis cervezas”
La psicóloga especializada en medicina del sueño advierte sobre los efectos de la privación de sueño en el rendimiento cognitivo

Dormir mal no sólo genera cansancio: puede deteriorar nuestra capacidad mental hasta niveles comparables con el consumo de alcohol. Así lo explica la psicóloga Nuria Roure, especialista en medicina del sueño, en su intervención en el pódcast 'Mami, ¿qué dices?'. “Una persona que ha dormido sólo cuatro horas tiene unas capacidades cognitivas similares a las de alguien que ha bebido unas seis cervezas”, asegura.
La afirmación no es exagerada. Según Roure, tras más de 20 horas despiertos, lo que equivale a dormir apenas unas cuatro horas en una noche, la atención, la concentración y la agilidad mental se ven tan afectadas como si hubiéramos ingerido una cantidad significativa de alcohol. “Es como si esa persona se presentara en el trabajo ya habiendo bebido esas seis cervezas”, afirma. Una imagen tan impactante como ilustrativa del deterioro cognitivo que supone la privación de sueño.
El mito de recuperar el sueño perdido
Uno de los hábitos más extendidos entre quienes no duermen bien durante la semana es intentar compensarlo durante el fin de semana. Pero Roure lo desmonta: “Únicamente podemos recuperar un tercio del sueño que no dormimos entre semana”. Es decir, dormir más el sábado o el domingo no basta para borrar el déficit acumulado. Por eso la especialista insiste: “Sueño no dormido es sueño perdido”.
Más allá del cansancio puntual, lo que importa es cómo se encuentra la persona al día siguiente. El deterioro no sólo afecta al cuerpo, sino a la mente. Por eso, Roure defiende una rutina de descanso constante y no depender de "maratones de sueño" en días sueltos.
“Cuanto más duermo, más sueño tengo”: ¿mito o realidad?
Una de las dudas planteadas durante el pódcast es si dormir muchas horas puede hacernos sentir más cansados. Aunque Roure no lo confirma como un mito, sí aclara que existe un fenómeno curioso: cuanto más dormimos, más sueño generamos. Esto se debe, explica, a que “cuando dormimos, nuestra mente se estabiliza, y eso facilita tener más sueño”. En cambio, cuando dejamos de dormir bien, entramos en un círculo vicioso.
Dormir mal activa la mente, nos mantiene en alerta durante el día y, como consecuencia, volvemos a dormir peor por la noche. Esa hiperactivación mental impide incluso conciliar una simple siesta. “Si a una persona con insomnio le dices que duerma una siesta, es imposible. Su mente está tan activada que no lo consiguen”, cuenta Roure. Sin embargo, cuando el sueño nocturno mejora gracias a un tratamiento adecuado, la capacidad de dormir durante el día también se recupera. “Me dicen: ‘Nuria, hacía años que no dormía una siesta’”.
La siesta: breve, antes de las 16 h y, si es posible, diaria
Frente a las dificultades de sueño nocturno, Roure defiende la siesta como un recurso reparador. “Siempre digo que el sueño es una necesidad, pero la siesta es un lujo”, comenta. Aun así, no duda en recomendarla, especialmente en personas mayores o con problemas cardiovasculares, ya que ayuda a mejorar la tarde y reduce el riesgo de hipertensión y enfermedades del corazón.
Eso sí: con condiciones. La siesta debe durar unos 20 minutos y hacerse antes de las cuatro de la tarde. “Es el tiempo que tardamos en entrar en la fase de sueño más profundo. Si la siesta dura más, nos podemos despertar con la sensación de tener la cabeza embotada”, advierte. Además, si dormimos demasiado tarde, impedimos que el cuerpo vuelva a generar sueño para la noche.
Dormir mejor, vivir mejor
Las recomendaciones de Nuria Roure ponen en evidencia que el sueño no es un elemento secundario del bienestar, sino un pilar básico. Un descanso adecuado no solo mejora la concentración y el estado de ánimo, sino que protege la salud general. En cambio, una mala noche no es inocua: sus efectos pueden sentirse como si hubiéramos ingerido alcohol. Por eso, para Roure, la clave está en comprender que dormir no es un capricho, sino una necesidad biológica. Y si se puede, también disfrutar del “lujo” de una buena siesta.
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