Investigación

La contaminación, el sufrimiento emocional, la gripe... ¿conoce los nuevos factores de riesgo cardiovascular?

Al menos el 15% de las personas que sufren un infarto no presentan las condiciones de riesgo clásicas, como colesterol alto u obesidad.

Según un estudio, este cambio en la dieta podría prevenir posibles accidentes cerebrovasculares y cardíacos
El entorno y los hábitos de vida está muy relacionado con el riesgo cardiovascular

Las enfermedades emergentes, el cambio climático o la alta prevanencia de la denominada soledad no deseada tienen efectos en la salud cardiovascular. A los clásicos "enemigos" del corazón y las arterias (llamados factores de riesgo modificables, como el colesterol, la diabetes, la hipertensión o el tabaquismo ) se vienen sumando, desde hace algo más de una década, nuevas condiciones que suponen un reto para la atención sanitaria. Si bien no se deben descartar clásicos, cabe señalar que al menos el 15% de las víctimas de ataques cardíacos no presentan factores de riesgo conocidos.

En este contexto, y con el objetivo de ahondar en las causas que están detrás de la enfermedad que más mata en el mundo (la cardiopatía isquémica), se han presentado los resultados de una nueva y exhaustiva revisión de estudios coordinada por investigadores de la Fondazione Policlinico Gemelli (Roma), en colaboración con distinguidos expertos estadounidenses como Deepak Bhatt, del Mount Sinai en Nueva York y Sanjay Rajagopalan, de la Case Western Reserve University en Cleveland.

En ella se evidencia que los riesgos cardiovasculares del tercer milenio engloban factores como la contaminación ambiental, factores socioeconómicos y psicológicos (estrés, depresión, ansiedad) y enfermedades infecciosas como la gripe y la covid; además del impacto de la contaminación lumínica y acústica o el aislamiento social. El artículo, publicado en el European Heart Journal, sintetiza estos nuevos riesgos bajo el término general "exposoma", un concepto que se utiliza para describir las exposiciones ambientales que un individuo encuentra a lo largo de su vida y cómo estas exposiciones afectan la biología y la salud.

"La atención se está desplazando de los factores de riesgo tradicionales al entorno más amplio que habitamos, lleno de contaminación, virus y problemas económicos y psicológicos que contribuyen sustancialmente al problema de la cardiopatía isquémica", señala Rocco Montone, cardiólogo de la Cardiología Intensiva de la UOC en la Fundación Policlínico Universitario Agostino Gemelli (Roma), según recoge Ep. "En cuanto a las enfermedades infecciosas que ponen en peligro el corazón son de fundamental importancia las campañas de vacunación de otoño contra la gripe y la covid, pero también la promoción de la higiene de las manos, la higienización de las superficies y del medio ambiente y el uso de mascarillas en espacios interiores concurridos", añade.

El corazón emocional

Estamos viviendo una época complicada en el ámbito de la salud mental. La pandemia detonó una auténtica epidemia de malestar emocional que se ha traducido en un incremento de las cifras de ansiedad, depresión, aislamiento social, estrés crónico y soledad no deseada. Y todas estas condiciones tienen una relación directa en la salud cardiovascular. El estrés, por ejemplo, desencadena la hiperactividad del sistema nervioso simpático, lo que conduce a la hipertensión, mientras que el aumento de la producción de cortisol (vinculado a la ansiedad) promueve la resistencia a la insulina y la obesidad visceral.

La contaminación, el "asesino silencioso"

 La contaminación del aire, especialmente la procedente de las partículas finas (PM2,5), puede reducir de forma independiente la esperanza de vida en 2,9 años (el humo del tabaco la reduce en 2,2 años). En 2019, el estudio Global Burden of Disease atribuyó siete millones de muertes en todo el mundo a la contaminación, siendo las enfermedades cardiovasculares una de las principales causas. "La contaminación del aire oxida el colesterol LDL, haciéndolo más peligroso, y altera la funcionalidad del colesterol HDL, reduciendo así la eficacia de las estatinas. La exposición aguda a las PM2,5 procedentes de las emisiones de los vehículos diésel puede provocar un aumento repentino de la presión arterial. Los contaminantes del aire también pueden afectar la sensibilidad a la insulina, favoreciendo la aparición de diabetes", explica el investigador.

Por otro lado está el ruido y la contaminación lumínica, que pueden exacerbar el estrés oxidativo, las respuestas inflamatorias y contribuir a la disfunción endotelial, la agregación plaquetaria y la aparición de cardiopatía isquémica. También el calentamiento global es culpable de muchas muertes asociadas al calor extremo. Según el Informe 2023 de The Lancet Countdown on Health and Climate Change, publicado el pasado noviembre, si la temperatura media global sigue aumentando hasta un poco menos de 2 °C, se prevé que las muertes anuales relacionadas con el calor aumentarán un 370% hacia mediados de siglo.

Finalmente, el trabajo apunta a las enfermedades infecciosas (incluidas las producidad por Helicobacter pylori y clamidia), las infecciones respiratorias como la gripe y la covid así como la periodontitis (enfermedades de las encías) como factores que promueven la inflamación sistémica, el estrés oxidativo, la activación plaquetaria y que también pueden dañar directamente las células del corazón.

Algunas soluciones

Los investigadores destacan en el artículo algunas estrategias y soluciones para tratar de paliar los efectos de los factores de riesgo cardiovasculart emergentes. Entre ellas las siguientes:

  • La planificación de las cuidades debe considerar la separación de áreas industriales y residenciales
  • Se recomienda el ejercicio al aire libre en espacios verdes alejados del tráfico.
  • En épocas de alta contaminación, puede ser recomendable usar una máscara o permanecer en interiores con las ventanas cerradas y purificadores de aire.
  • Tecnologías para reducir el ruido del transporte, la regulación del tráfico, el fomento del uso de vehículos eléctricos, el diseño de edificios resistentes al ruido y la creación de áreas verdes como amortiguadores naturales del ruido.
  • Apagar las luces para una mejor higiene del sueño y utilizar máscaras para los ojos.
  • Adoptar una dieta sostenible como la mediterránea, que incluye la reducción del consumo de carnes rojas, beneficia la salud personal y el medio ambiente.