Salud
Esta popular costumbre española evita que el cerebro encoja, según un estudio
Una investigadora de la University College de Londres y un médico de Harvard descubren que este hábito tan popular en nuestra cultura nos protege de problemas cognitivos
El cerebro humano encoge con el tiempo. Incluso en los individuos sanos, aquellos que no sufren ninguna enfermedad neurodegenerativa como el temido Alzheimer, esta reducción de tamaño paulatina, comienza a los 25 años de edad y se acelera llegados los 50. Esta atrofia está localizada sobre todo en el lóbulo frontal y el hipocampo, la zona donde se fijan los recuerdos, de modo que tiene consecuencias directas en facultades como nuestra capacidad de razonar, la rapidez mental o la memoria episódica. Esto puede dar lugar a enfermedades neurodegenerativas como la demencia.
Ahora, un estudio con 35.000 participantes ha evidenciado que una popular costumbre, muy arraigada en España, puede servir para evitar el encogimiento cerebral: las siestas cortas. Mientras que investigaciones anteriores sugerían que las siestas largas podían ser un síntoma precoz de la enfermedad de Alzheimer, otros trabajos han revelado que una breve cabezada puede mejorar la capacidad de aprendizaje de las personas.
El nuevo estudio científico, publicado en la revista médica Sleep Health por dos investigadoras de la University College de Londres y un médico de Harvard, señala que dormir una siesta de menos de 20 minutos durante el día (por la mañana) se asocia a un mayor volumen cerebral.
"En consonancia con estos estudios, hemos hallado una relación entre las siestas diurnas habituales y un mayor volumen cerebral total, lo que podría sugerir que dormir la siesta con regularidad proporciona cierta protección contra la neurodegeneración al compensar la falta de sueño", señalan los investigadores.
Un estudio de envergadura
Para comprobarlo, utilizaron información del Biobanco de Reino Unido, un gran repositorio de datos sanitarios que recopila información genética, de estilo de vida y de salud de más de 500.000 personas con edades comprendidas entre los 40 y los 69 años.
Primero, el equipo comprobó si una combinación de variantes genéticas que anteriormente se habían asociado con la práctica habitual de la siesta durante el día también estaba relacionada con el volumen cerebral, la cognición y otros aspectos de la salud cerebral.
Dado que dichas variantes se fijan al nacer y se supone que se asignan al azar, el planteamiento permite a los investigadores sondear el efecto de la siesta en el cerebro reduciendo el impacto de factores del estilo de vida que pueden influir en los hábitos de siesta y la salud cerebral de las personas, como el tabaquismo o la actividad física.
"Es como un ensayo de control aleatorio natural", afirma la Dra. Victoria Garfield, coautora del estudio, y añade que las variantes son bastante comunes. "Están presentes en alrededor del 1% de la población como mínimo, lo que en realidad es bastante gente".
Dormir la siesta podría rejuvenecer el cerebro más de 6 años
El estudio no estuvo exento de sorpresas y revelaciones. De hecho, al principio parecía que los participantes que declaraban no dormir nunca o casi nunca una siesta diurna tenían un volumen cerebral total mayor. Pero al tener en cuenta la predisposición genética el equipo descubrió la relación contraria.
Parece que el hallazgo inicial podría deberse a otros factores que enturbiaban la relación entre la siesta diurna y el tamaño del cerebro. En realidad, las personas que dormían la siesta con cierta regularidad tenían cerebros más jóvenes, si se toma el volumen cerebral como una forma de medir la edad.
En general, el equipo halló una relación entre la predisposición genética a la siesta diurna habitual y un mayor volumen cerebral equivalente a entre 2,6 y 6,5 años menos de envejecimiento, aunque no hubo relación con el rendimiento cognitivo, como los tiempos de reacción.
"Podría ser que dormir una siesta corta durante el día (...) ayudara a preservar el volumen cerebral y eso es algo positivo, potencialmente, [para] la prevención de la demencia", dijo Garfield, añadiendo que investigaciones anteriores sugerían que una duración de hasta 30 minutos podría ser beneficiosa.
Los resultados del estudio también demuestran que la siesta no se practica con demasiada frecuencia: "sólo" el 5% de los participantes reconoció que la echaba dormía la siesta de manera habitual, frente al 57% que aseguró que "nunca" o "rara vez" descansaba a lo largo del día.
"Aunque es un estudio que está bien realizado, tiene limitaciones", advierte la neurocientífica Tara Spires de la Universidad de Edimburgo en declaraciones a Science Media Center. Spire, que no participó en el estudio, reconoce que es interesante porque se une a evidencias anteriores que indican que el sueño es importante para la salud del cerebro.
Sin embargo, apunta que se basa únicamente en datos de británicos blancos, y la duración exacta de las siestas asociadas a los beneficios no está clara. Tampoco existe evidencia de que estos beneficios se observen en personas que no tengan predisposición genética a dormirlas.
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