Opinión

Nace la Academia de Ciencias Odontológicas de la autonomía de Murcia

Antonio Bascones es presidente de la Academia de Ciencias Odontológicas de España

La estatua de Platón, del escultor griego Leonidas Drosis (1836-1882) en los jardines de la Academia de Atenas
La estatua de Platón, del escultor griego Leonidas Drosis (1836-1882) en los jardines de la Academia de AtenasLa RazónLa Razón

Ha nacido una nueva Academia. En el marasmo cultural en el que vivimos aparece un nuevo brote de intelectualidad: la llegada de la Academia de Ciencias Odontológicas de la Autonomía de Murcia. Saludamos este advenimiento con ilusión no exenta de esperanza por lo que pueda traer a esta región de España. Estamos hablando de un lugar de encuentro, de concurrencia de ideas y conocimiento, de concomitancia de conceptos y de tertulia prudente y mesurada, donde se expone el pensamiento sin agresividad ni enfrentamiento. Allá florece lo más granado de la intelectualidad y lo más exquisito del conocimiento, pues además de que el talento se difunda se suele acompañar también de transmisión de valores en una sociedad tan ayuna de los mismos.

No es algo de los tiempos actuales ya que ya en la antigua Grecia se expandía el conocimiento y la educación. A partir de Platón que creó la escuela filosófica en Atenas, se desarrolló un movimiento cultural que revolucionó la medicina, la filosofía, la retórica y muchas otras ciencias que tuvieron en ese lugar su nacimiento. La presencia de autores como Aristóteles, Heráclito, Pitágoras y muchos otros fue decisiva para el encumbramiento de la Academia. Posteriormente las tertulias de los cafés literarios fueron un remedo que se manifestó en los encuentros de personalidades como Machado, Valle Inclán, Ramón y Cajal, Agustín de Foxá, Gómez de la Serna y cantidad de escritores y políticos intelectuales que supieron plasmar su conocimiento y transmitirlo merced a la palabra.

La Universidad es otro lugar de transferencia de talento del profesor al alumno. Estamento docente y discente colaboran en la misma dirección, pero la Academia es otra cosa. En ella se realiza el encuentro entre los miembros de la misma en un sentido de coincidencia de cultura lo que no quiere decir de ideas y conceptos. Estos se desbrozan en las tertulias de las sesiones, en las distintas expresiones del conocimiento que redundará en un mayor esplendor. Merced a la conversación mesurada, a la exposición de doctrinas y pensamientos tenemos la posibilidad de entablar contactos. La palabra tiene una riqueza expresiva innata y si se sabe utilizar sin prejuicios ideológicos es un bálsamo de ilustración para el que la transmite y para el que la escucha. Las Academias al ser un lugar de encuentro, es la palabra el núcleo sobre el que gira la argamasa del conocimiento.

Sin la Universidad y sin las Academias la vulgaridad sería la tónica y la mediocridad camparía sin cortapisas ni cortafuegos. La meritocracia debe ser el objetivo que nos indique la derrota que hay que seguir. Traspasar esta línea nos llevaría a la ruina de la sociedad. Por eso las autoridades políticas deben apoyar las Academias pues son el lugar refugio donde asienta la Ciencia.

La Academia de Murcia viene a ocupar un lugar destacado y necesario en la Ciencia Odontológica. Seguirán otras, llegará un momento en que la Academia Nacional se encuentre arropada por más y entre todas se consiga el título de Real. El comienzo no es nada fácil, pero la ilusión de sus componentes y el liderazgo de unos pocos podrán hacer que la Academia de Murcia pueda llegar a ser en poco tiempo un lugar de esplendor y excelencia. Una región como Murcia debía tener una Academia como esta y como se dice en el argot coloquial ha llegado para quedarse. Acogemos con alegría este nacimiento y esperamos que en poco tiempo pueda ser el lugar de la Ciencia Odontológica y la cuna del encumbramiento de la misma.