Opinión

«Olor a viejo»

En 2002 los japoneses lo formularon poniéndole un nombre más poético, «kareishu», que significa perfume y que es un olor característico que es más suave y más agradable que el de la gente joven.

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Últimamente me entran muchas publicaciones por el móvil con este temita. La insistencia me ha hecho interesarme por un asunto que, aunque parece banal, no lo es tanto.

Es lo único que les faltaba a los ancianos, que se proclame a los cuatro vientos que además de medio lerdos, sordos, cegatos, lentos, pesados y demás florituras, huelen mal. Porque, según los expertos, este olor es real, y se debe a una molécula que se genera en la piel al oxidarse los ácidos grasos de la barrera lipídica de forma natural, y que, según especialistas en biotecnología huele que apesta.

Como todos los descubrimientos, ya lo descubrieron antes otros. En 2002 los sagaces japoneses lo formularon poniéndole un nombre más poético, «kareishu», que significa perfume y que, lejos de ser una expresión peyorativa hacia los mayores, lo definen como un olor característico que, a diferencia de lo que popularmente se cree, es más suave y más agradable que el de la gente joven.

Es asombrosa la subjetividad de la ciencia. Sin duda, el aroma de los otros depende absolutamente de la percepción y la cultura. ¿A cuántos no les encanta el olor axilar de su amante?

La edad nos cambia; la piel cambia, las hormonas cambian, pero ese «kareishu» nada tiene que ver con la higiene o la decadencia en ningún sentido. Es parte de un proceso natural de transformación que no deberíamos asociar jamás a lo malo y que vamos a vivir todos, si la vida nos lo permite.

Para más señas dicen los investigadores que el olor comienza alrededor de los treinta años, así que, queridos todavía jóvenes, el proceso se inicia temprano.

No obstante, los mercaderes ya han puesto a la venta un jabón contra el perfume de los viejitos, de treinta años en adelante. Será un gran negocio, sin duda, como todo lo que huele a nuevo.

Pongamos límites, por favor, seamos limpios de alma, que es lo que más ensucia y envilece el mundo. Dejamos de estigmatizar a los ancianos. Ojalá tuviéramos su esencia y su saber.