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Opinión

Soledad, tercera edad y alimentación

La malnutrición proteico-calórica es la gran olvidada en los estudios sobre nutrición, pese a afectar a la mayoría de sociedades

Los mayores que son independientes y autosuficientes no tienen por qué tener problemas de nutrición FREEPIKLA RAZÓN

Las personas somos seres sociales. Necesitamos rodearnos de otra gente para establecer relaciones de amor, amistad, laboral, comerciales o de cualquier otro tipo. En la actualidad, estas interacciones interpersonales están decayendo a pasos agigantados tanto en las personas jóvenes como en las más mayores.

Esto puede deberse a varios motivos: por un lado, las nuevas rutinas de vida, los hábitos de trabajo en los que se tiende a sustituir a los trabajadores físicos por entornos virtuales; por otro, el aumento de la población en las urbes, donde la gente tiene menos contacto, y el ocaso del campo y los pueblos; también influye el descenso del número de integrantes de las familias o el número de habitantes de las viviendas. Todo ello redunda en un cambio de los estilos de vida y, por ende, en un aumento del número de personas que viven solas, generalmente las más mayores.

Con el paso del tiempo, el número de contactos va decayendo y así encontramos personas que alcanzan la tercera edad sin apenas relacionarse con otra gente más allá de las que están en sus tareas rutinarias del día a día, sus cuidadores o familiares más cercanos, en caso de tenerlos. El descenso del número de relaciones interpersonales tiene numerosos perjuicios en la salud. Provoca un impacto tanto en el aspecto emocional como en el físico y redunda en un deterioro de la calidad de vida.

Algunos estudios han encontrado que vivir solos durante la tercera edad constituye un factor de riesgo a la hora de ingerir la cantidad suficiente de energía y también de nutrientes. Hablamos en algunos casos de ingestas menores a las 1.000 kilocalorías al día, cantidad energética que es potencialmente insuficiente para toda la población adulta, según un estudio de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Sin embargo, otros también han descubierto que el riesgo de padecer malnutrición no es mayor en la población adulta cuando estas personas son independientes y autosuficientes.

Lo cierto es que el déficit energético y el déficit proteico son desgraciadamente algo habitual en los mayores no acompañados debido a múltiples motivos. Muchas veces se han perdido las destrezas necesarias para realizar las tareas del día a día, en otras existe una imposibilidad para acceder a los alimentos necesarios que garanticen una alimentación adecuada.

Además es común que se produzca una pérdida del gusto por la comida y que se tenga una menor sensación de hambre. Y a veces el deterioro cognitivo hace que algunas personas olviden las horas de las colaciones alimentarias. Sin olvidar también el caso de las personas vulnerables que no pueden acceder a una cantidad suficiente y variada de alimentos por la falta de recursos económicos.

Parece extraño pensar que en una sociedad con altas tasas de sobrepeso y obesidad (de forma conjunta rozan el 40% de la población española) existan casos de malnutrición por déficit energético o falta de nutrientes. Quizás la malnutrición proteico-calórica sea la gran olvidada en los estudios sobre nutrición, cuando la realidad es que existe una problemática oculta más allá de la gran epidemia de obesidad y sobrepeso que ataca a la mayor parte de sociedades.

El abordaje de la malnutrición en el paciente en la tercera edad debe realizarse desde una visión amplia y multidisciplinar, tanto desde el aspecto social como el nutricional. Es fundamental practicar un adecuado cribado para la detección precoz de casos de malnutrición, identificar a aquellas personas que viven en soledad y que no son autosuficientes para realizar las tareas del hogar, acceder a alimentos o preparar las comidas de forma completa. Y también es vital descartar problemas de deglución que puedan complicar el consumo de los alimentos, como ocurre en los casos de disfagia o en los de falta de piezas dentales.

No debemos olvidar a los mayores que tanto han hecho por los jóvenes; hay que ayudarlos a tener una calidad de vida aceptable tanto en lo que respecta a la salud física como a la emocional. Garantizarles el acceso a una alimentación completa y segura para ellos. Y para lograrlo es importante solventar el problema de la soledad con estrategias que garanticen su acompañamiento, bien sea a través de la creación de centros sociales, programas de visitas o actividades en las que puedan interactuar con otras personas.

Hay que ayudar a los que nacieron antes de la revolución digital y que muchas veces se encuentran marginados o impedidos para la realización de numerosas tareas cotidianas porque, aunque resulte un tópico, en esta sociedad en la que la esperanza de vida ronda los 80 años, además de dar años a la vida, resulta fundamental dar vida a esos años.