Innovación

Vivir con el corazón en la mochila

Un dispositivo de asistencia pionero permite a personas con insuficiencia cardiaca no candidatas a trasplante mejorar su supervivencia y su calidad de vida

Entrevista con un paciente del hospital Clínico de Madrid que ha sido sometido a un transplante de corazón artificial bajo la supervisión de la doctora Josebe Goirigolzarri.
Nicolás, con las cardiólogas Josebe Goirigolzarri y Alejandra Restrepo que le han tratadoAlberto R. RoldánAlberto R. Roldán

Nuestro país es líder indiscutible en el campo de lostrasplantes, tanto en donaciones como en intervenciones cada año. Pese a ello, hay situaciones en las que una persona con un problema cardiaco grave no cumple con los requisitos para ser candidato a uno. ¿Qué sucede entonces? ¿Qué opciones les quedan a esos pacientes?

Hasta hace poco, no muchas. Y esa era, precisamente, la situación en la que se encontraba Nicolás Vega a quien, tras sentirse mal un día en el trabajo, un compañero le señaló que tenía «la boca torcida» y, solo entonces, acudió al hospital: «Llevaba 15 días que no dormía, que la pierna me quemaba, pero no iba mucho al médico, tomaba paracetamol para el dolor... cuando me vieron en el Hospital Clínico me diagnosticaron Síndrome de Guillain-Barré», cuenta.

Fue en 2018. «A raíz de ello le descubrimos la afectación cardiaca por Chagas (lo que se llama cardiopatía chagática), por la que el corazón empieza a contraerse menos de lo normal», explica Josebe Goirigolzarri, la cardióloga que le atendió. «Son corazones que se hacen más grandes de lo normal y por eso se contraen menos, es lo que se denomina insuficiencia cardiaca (IC). Se le puso tratamiento, pero hay un porcentaje que, pese a todo, cada vez va a peor y la IC avanzada», continúa.

Ante esa situación, y frente a la imposibilidad de someterle a un trasplante, es cuando surge la opción del llamado «corazón artificial». O lo que es lo mismo, un dispositivo de asistencia cardiocirculatoria que permite a estos pacientes con IC no candidatos a trasplante aumentar su supervivencia y su capacidad funcional. «Cuando fracasa todo lo anterior nos planteamos poner las asistencias ventriculares. Es como un corazón artificial, saca sangre del corazón y la pone en la arteria aorta mediante una bomba para que pueda llegar a todo el cuerpo», apunta Goirigolzarri.

Única alternativa

Una opción no muy habitual, pero opción al fin y al cabo. Porque, aunque nunca hasta entonces lo habían hecho en el Clínico –y Nicolás tenía sus reticencias a la intervención– lo cierto es que era la única alternativa posible. Porque, en ese momento, Nicolás apenas si podía caminar sin caer extenuado. Por no hablar de que la medicación ya no le surtía efecto. Así que todos siguieron adelante con la pionera intervención que tuvo lugar justo antes de Navidad de 2022. Y el paciente pudo pasar las fiestas con su familia sin ningún contratiempo. Es más, ahora, a sus 68 años, Nicolás camina dos kilómetros diarios, cosa que antes era impensable.

La frase que titula este reportaje puede parecer una licencia o una exageración, pero es literal. «Tengo el corazón fuera de mí», bromea. Se refiere al aparato que, desde entonces, va siempre con él, que se conecta con cables y batería y llega al ventrículo izquierdo «con un cable que me sale por un costado», nos explica. «Tengo tres clases de equipo: uno que es como unas pistoleras, cuando las llevo y me cruzo con algún conocido les digo ‘‘quieto cuidado”, como los cowboys. También tengo una mochilita que traigo cuando vengo al hospital y otro equipo que es como un chaleco».

La batería le dura unas 16 horas por eso, tiene que recargarlas por la noche. « A las 8-9 de la noche me voy a la cama y duermo enchufado a la corriente y cuando me levanto me las pongo. Tengo que dormir de espaldas, al lado no puedo porque tengo el cable», detalla Nicolás quien, pese a estas pequeñas «incomodidades» se siente «un privilegiado con este corazón, es lo mejor que me ha podido pasar», asegura. «Ya me salgo solo a la calle. El cambio ha sido brutal, hablo bien, con fuerza, antes no podía casi ni hablar, lo hacía como si estuviera ‘‘palmándola’’», recuerda.

Operación en aumento

Desde la intervención acude cada 15 días al hospital para hacerse las curas y revisar que todo va bien, pero a medida que pase el tiempo las visitas «se irán ampliando a una vez al mes, que se controla la asistencia, las baterías... Te quedas más tranquila y se irán espaciando las curas. Después podrán ser cada tres meses en función de como vaya él respondiendo», detalla Goirigolzarri.

«Es el primer dispositivo de este tipo que hemos puesto nosotros, pero ya lo han hecho en algunos centros. Cada vez son mejores, tienen menos complicaciones y se están poniendo más». Por eso, vaticina, «es una terapia que va a ir en aumento, porque mejora mucho el pronóstico de mortalidad pero, sobre todo, de calidad de vida». Además de que la IC cada vez es mas frecuente por el envejecimiento de la población, porque las enfermedades que las producen están bien tratadas y se convierte en un problema crónico. «Cuando uno es joven existe la opción del trasplante, pero en aquellos que no la hay se les puede poner una asistencia. La Dra. Restrepo y yo estamos muy contentas con el resultado, puede andar, ¡camina casi más rápido que tú! Les mejoras mucho la calidad de vida y la supervivencia. Y, aunque los que no responden a tratamiento son un porcentaje pequeño dentro de la IC, como es tan frecuente al final hay muchos en esa situación», concluye.