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Medioambiente

Hasta el 17% de las tierras de cultivo mundiales están contaminadas

Habría que reducir la erosión, el uso excesivo de químicos y la contaminación general

José Manuel revisa los cultivos de sus tierras, en Los Palacios (Sevilla) Kiko Hurtado

Nuestro planeta, nuestro futuro en él, depende de un sutil equilibrio entre lo que damos y lo que cultivamos. En este sentido, el suelo –las regiones fértiles en tierra firme–, constituye la base de casi el 95% de los alimentos que consumimos los seres humanos. El resto lo obtenemos del mar.

A medida que la población humana continúa creciendo y el nivel de vida mejora, la producción mundial de alimentos debe aumentar entre un 35% y un 56% para 2050, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esto ejerce una presión considerable sobre los recursos no renovables del suelo, cuya degradación ya amenaza el sustento de 1.300 millones de personas en todo el mundo.

Tanto es así que la propia FAO advierte que el 90% de los recursos mundiales del suelo podría estar en riesgo para 2050 debido a la erosión del suelo, el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, y la contaminación industrial. En pocas palabras: nos estamos quedando sin gran parte de las tierras cultivables. Las opciones se reducen a dos, en este escenario. La primera es ampliar la superficie, utilizar nuevos métodos de cultivo y explorar una opción de explotación marina más intensa.

La otra posibilidad es comenzar a actuar reduciendo los efectos de la erosión, el uso excesivo de químicos y la contaminación. Y, dentro de esta última, la de los metales tóxicos pesados. Existen dos fuentes principales de metales tóxicos en el suelo: geogénicas y antropogénicas. La realidad es que los metales tóxicos forman una parte inevitable en los lechos rocosos, pero se encuentran en concentraciones variables: no todas las regiones ni las capas del planeta tienen la misma cantidad.

Algunos metales tóxicos también pueden ser transportados a la atmósfera tras las emisiones volcánicas y debido al viento, que más tarde los deposita en la superficie «accesibles» para los cultivos.

Las fuentes antropogénicas de metales tóxicos en la pedosfera (el suelo del planeta) incluyen actividades agrícolas, domésticas e industriales. Pero es mucho más antigua de lo que pensamos. La contaminación sustancial de los suelos por metales comenzó a principios del Antropoceno, ya en la Edad del Bronce, en particular como resultado de la minería y el procesamiento de metales.

Ahora, un equipo de científicos chinos y estadounidenses ha analizado más de 1.000 estudios regionales combinados con aprendizaje automático y la conclusión es que hasta 1.400 millones de personas viven en áreas con suelos peligrosamente contaminados por metales pesados ​​como arsénico, cadmio, cobalto, cromo, cobre, níquel y plomo. El estudio, publicado en «Science», revela un riesgo global, pero también una zona de alto riesgo previamente no reconocida, rica en metales, en particular en Eurasia.

Y el crecimiento en la demanda de metales críticos significa que la contaminación tóxica por metales pesados ​​en los suelos probablemente solo empeorará.

«Esperamos que los datos globales de contaminación del suelo presentados en este informe sirvan como una alerta científica para que los responsables políticos y los agricultores tomen las medidas inmediatas y necesarias para proteger mejor los valiosos recursos del suelo del mundo», señalan los autores, liderados por Michael S. Bank, de la Royal Agriculture University, y Deyi Hou de la Universidad Tsinghua (China).

De este modo, la contaminación tóxica por metales pesados representa riesgos significativos para los ecosistemas y la salud humana ya que, una vez introducidos en los suelos, estos metales pueden persistir durante décadas.

El equipo de Hou y Bank recopiló datos de 1.493 estudios regionales que abarcan 796.084 muestras de suelo para evaluar la distribución global de metales tóxicos en suelos agrícolas e identificar dónde las concentraciones exceden los umbrales de seguridad.

Gracias al uso de aprendizaje automático y modelado estiman que entre el 14% y el 17% de las tierras de cultivo a nivel mundial está contaminada por al menos un metal tóxico, siendo el cadmio el más extendido, especialmente en el sur y este de Asia, partes de Oriente Medio y África.

Por otra parte, el níquel, el cromo, el arsénico y el cobalto también excedieron los umbrales en varias regiones, en gran medida debido a una combinación de fuentes geológicas naturales y actividades humanas como la minería y la industrialización.

Estos resultados afectan directamente a la agricultura en España debido al hallazgo de una franja al norte de la línea de latitud 55°, que delimita los suelos ricos en metales en el sur –como todos los países mediterráneos– de los suelos pobres en metales en el norte.