Teruel

Así es la vida a -30º en Royuela, el pueblo más frío de España: “Vamos en jersey y chaleco, estamos acostumbrados”

Los habitantes de este municipio turolense aseguran que “una pala, unas buenas botas y comida para quince días” es el “kit” necesario para sobrevivir a las heladas

Varias imágenes de Royuela, el pueblo más frío de España, ubicado en Teruel
Varias imágenes de Royuela, el pueblo más frío de España, ubicado en TeruelLa RazónLa Razón

Mientras que en Madrid tiemblan ante los seis grados bajo cero que se registraron la pasada madrugada, en Royuela no protestan lo más mínimo por los -30 que han vivido la pasada noche. En este pueblo de Teruel están acostumbrados al frío “y ya se veía venir que marcaríamos un récord de grados negativos”, dice Gregorio. Él es uno de los casi 200 residentes en este municipio de la sierra de Albarracín que se ha convertido en el más gélido de España. Pese a que ahora luce un sol espléndido, los carámbanos de más de un metro que cuelgan de los tejados y las grandes placas de hielo en el suelo confirman la alarmante marca del mercurio. ¿Cómo se resiste a semejante golpe helador? “Pues con mucha tranquilidad, esto no es nuevo para nosotros. Eso sí hay que tirar de pala desde primera hora de la mañana para poder abrirnos camino y turnarnos la cuña que nos presta el Ayuntamiento para arreglar las calles”, afirma Merche Barrera, encargada de uno de los dos bares del pueblo.

A lo que no escapan es a los “pequeños problemillas” derivados de la helada con la tienen que lidiar con frecuencia: “Varias tuberías se han helado, sobre todo las de los baños. Lo que ha ocurrido en esta ocasión es que al frío se ha sumado una gran nevada, que sí ha sido inédita. Yo llevo en Royuela un año y medio, pero mi familia que es de aquí de toda la vida me cuenta que no habían vivido una nevada así en muchos años”, añade la hostelera, que sigue recibiendo a paisanos que van a tomar algún refresco (sí, refrescos) y echar la partida. Ante el asombro de los habitantes en cuyas ciudades se ha registrado algún que otro grado bajo cero, Merche esboza una sonrisa: “Fíjate aquí vamos con un jersey un chaleco. Sabemos lidiar con este tiempo y hacemos vida normal. Si cada vez que hiela nos tuviéramos que quedar en casa, no saldríamos nunca a la calle. En Royuela nadie falta a su trabajo por la helada y sobre las clases del colegio, se han suspendido porque así lo han obligado desde el Gobierno de Aragón, que si no los chavales estarían hoy yendo al cole”.

Pese a que entre los habitantes de este municipio de Teruel, ubicado a unos 50 km de la capital, la mayoría son jubilados, todavía hay una docena de niños fruto de las nuevas familias que se han ido instalando en el pueblo atraídas por el trabajo de las fábricas colindantes.

Pura, de 71 años, muestra los carámbanos que se han formado en el tejado de su casa
Pura, de 71 años, muestra los carámbanos que se han formado en el tejado de su casaLa Razón

Pura, de 71 años, observa orgullosa los témpanos que se han formado en el tejado de su vivienda unifamiliar: “Es un espectáculo, la verdad. Es una cascada de hielo. La vida aquí es un lujo”. Nos cuenta que lo que ocurre en su pueblo responde al fenómeno de la “inversión térmica”, es decir, que la temperatura del aire, en lugar de disminuir al tiempo que aumenta la altura, lo que hace es subir y esto provoca una densidad en el aire, una especie de bolsa helada, que queda contenida en el tiempo y provoca ese descenso insólito del termómetro. “Aquí estamos a unos 1.200 metros de altitud y pasar el invierno a -15º es algo natural. Estamos preparados para ello. El pueblo está helado como es normal, pero en casa tenemos calorcito, yo de hecho tengo todos los sistemas posibles para no pasar frío. En caso de que falle la electricidad tengo la chimenea y si se da el caso puedo cocinar en ella como se hacía antes”, relata. Lo que sí le fastidia un poco más es que las comunicaciones a veces fallan “y nos quedamos sin cobertura un ratito, pero bueno, es un mal menor”.

Ante las previsiones meteorológicas, ella, al igual que el resto de royuelanos, ya habían hecho acopio de enseres para más de 15 días por si acaso se quedaban incomunicados: “Lo único que me da un poco de reparo es el asunto sanitario. El otro día, cuando estaba cayendo la nevada pensé: ¿Y si me da un infarto? Pasé la noche un poco angustiada, sinceramente, y como veía que no paraba... Cuando salí a la calle al día siguiente había metro y medio de nieve”. Ella vive con su marido en casa, mientras que sus hijas controlan desde Teruel que a sus progenitores no les falte de nada. “Si es que aquí, salvo la atención sanitaria todo son ventajas, mira casi ni nevera necesitamos, lo saco a la la ventana y ahí se enfría todo bien. El cava de la Navidad es donde lo guardamos”, dice jocosa.

Gregorio, de 66 años, palo en mano haciendo caminos para poder transitar por el pueblo
Gregorio, de 66 años, palo en mano haciendo caminos para poder transitar por el puebloLa Razón

Con buen humor también se lo toma Gregorio, de 66 años, que dice que esto del frío lo que hace es que la piel esté en su punto: “En Royuela estamos como los jamones, curtidos y bien curados”. Asegura que lidiar con los bajo cero es costumbre y que tanto el hielo como la nieve “son año de bienes y salud para matar a todos los microbios”. También reconoce que la movilidad es infernal, pero que para ello llevan buen calzado, “la clave son unas buenas botas, para el resto del cuerpo no hace nada, mírame a mí, yo voy con mi chaleco y poco más. El frío seco, que es el que tenemos aquí, no penetra tanto en el cuerpo”. Según este jubilado, la helada tardará en irse más de dos semanas “a no ser que venga otra nevada y que sea húmeda, porque la que ha caído aquí es seca y tarda más en desaparecer. Ni con sal, no hay manera. La nieve seca es buena porque no pesa y no provoca derrumbamientos de tejado y esas cosas, pero a la hora de desaparecer es un infierno”.

Antes de despedirnos, Gregorio nos muestra el termómetro de su todoterreno donde se da buena cuenta de la temperatura. Marca los –30 grados, “para que nadie piense que nos lo inventamos”. Lo que espera ahora este royuelano es que llegue la hora del guiñote y pasar un buen rato con los amigos, “hasta que venga la próxima nevada. La vida no se puede parar por un temporal de frío”.