Internacional

Desde Rusia

Guerra 2.0 contra la industria cárnica en EE UU

Washington teme escasez tras el nuevo y sofisticado ciberataque del que culpa a Moscú

Imagen de archivo de una hamburguesaREMITIDA POR UGR
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Los ciberpiratas han puesto a EE UU en el punto de mira. El último ha sido contra una fábrica de procesado de productos cárnicos, un gigante que pertenece al grupo JBS y que obligó a parar la producción en todo el país. Por la magnitud de la empresa, que suministra más de un quinto del vacuno en EE UU, y por la precisión casi quirúrgica de los capos, que puso contra las cuerdas la producción desde el domingo, se cree que el ataque fue obra de profesionales, posiblemente radicados en un país extranjero.

Mediante un comunicado, JBS explicó que sus servidores no habían sido afectados, aseguró que trabajaba para restablecer el sistema. Añadía que, de momento, no tiene constancia de que fueran robados los datos de «clientes, proveedores o empleados». Eso sí, «la resolución del incidente llevará tiempo, lo que puede retrasar ciertas transacciones con clientes y proveedores».

Karine Jean-Pierre, portavoz del presidente Joe Biden, explicó que la Casa Blanca había ofrecido «asistencia a JBS». La empresa, por su parte, notificó que «la demanda de rescate provenía de una organización criminal probablemente con sede en Rusia». «La Casa Blanca», añadió Jean-Pierre, «está comprometida directamente con el Gobierno ruso en este asunto y quiere transmitir el mensaje de que los Estados responsables no cobijen a los criminales de ‘ransomware’. El FBI está investigando el incidente y CIA se está coordinando con el FBI para ofrecer apoyo técnico a la empresa para que se recupere del ataque».

El ataque contra la cadena de alimentación llega apenas tres semanas más tarde del que paralizó el funcionamiento del oleoducto Colonial Pipeline, que fue atacado por ciberpiratas, posiblemente ubicados en Rusia. Aunque en un primer momento las autoridades negaron el pago de ningún rescate, después se filtró que la empresa que gestiona la infraestructura podría haber cedido al chantaje de los criminales. Estaba en juego recuperar el control del oleoducto, que nutre a la Costa Este con el 45% de la gasolina que consume. Los efectos fueron devastadores. Varios Estados vieron cómo sus reservas de combustible caían a números insostenibles.

La Casa Blanca insistió entonces en la necesidad de multiplicar las inversiones para remozar y asegurar unas infraestructuras amenazadas de ruina. Toca sobreponerse tanto por los ataques informáticos de potencias enemigas y mafias cibernéticas como por las insuficiencias propias tras décadas de penurias presupuestarias.

En el caso del oleoducto, igual que ahora con la fábrica de JBS, vuelven a ponerse en primer plano los problemas que atraviesa la relación con Rusia, a la que los servicios secretos estadounidenses vienen acusando de una larga lista de agresiones de todo tipo desde hace al menos cinco años. De hecho, el pasado 15 de abril el Departamento de Estado explicó que «las actividades malignas de los servicios de inteligencia rusos responsables de la intrusión de SolarWinds y otros incidentes cibernéticos recientes».

Por su parte, el Consejo Nacional de Inteligencia de EE UU publicó un informe donde responsabiliza a Rusia de intentar influir en las elecciones de 2020, mediante «operaciones de influencia destinadas a denigrar la candidatura del presidente Biden y al Partido Demócrata, apoyar a Trump, socavar la confianza pública en el proceso electoral y exacerbar las divisiones sociopolíticas en EE UU».

Nada nuevo, claro. Cabe recordar que la Administración de Barack Obama se despidió expulsando a varios diplomáticos rusos y que las campañas electorales de 2016 y 2020 fueron sacudidas por la sospecha de injerencias extranjeras. En abril, EE UU impuso una serie de sanciones al tiempo que procedía a expulsar a tres diplomáticos.

Pero cómo avanzar a partir de ahí si los ataques informáticos no cesan al tiempo que los dos países necesitan entenderse en Ucrania, permanentemente bajo la espada de un posible conflicto, o Irán, donde resulta clave la mediación de Moscú para reanimar unos acuerdos esenciales. En relación a las armas nucleares también sobresalen las conversaciones para el control de las armas estratégicas.

Sin gasolina ni perritos calientes

En declaraciones a la NBC, Christopher Krebs, ex director de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad, sostiene que el país corre peligro en centros especialmente sensibles. «Si usted fuera un ejecutivo corporativo o un gobernante local», dijo, «y creyó que estaba a salvo, ¿sabe qué? Le quitaron tu gasolina y sus perritos calientes. Nadie está a salvo».

Biden, por su parte, compareció en la cadena ABC para enfriar los ánimos con Rusia, al tiempo que advertía de que Washington defenderá los «intereses nacionales», si fuera necesario imponiendo «costes por las acciones del Gobierno ruso que busquen dañarnos». No parecen los mejores augurios de cara al próximo encuentro con Vladimir Putin el 16 de junio en Ginebra. La portavoz de Biden insistió en que «la lucha contra el “ransomware” es una prioridad para la Administración. El presidente ya ha lanzado una revisión estratégica rápida para abordar la creciente amenaza del ‘ransomware’».