Estudio
El poder de las vacunas: ¿Inmunidad natural o artificial?
Nuevos estudios científicos avalan que vacunarse después de haber superado la covid-19 es la mejor garantía para no volver a enfermar de nuevo
Los negacionistas de la vacuna contra la Covid son pocos, pero hacen mucho ruido. Y si no que se lo digan a los responsables de la NBA En Estados Unidos. Algunos de los más famosos jugadores de baloncesto de aquel país han decidido no vacunarse a pesar de las consecuencias profesionales que ello pueda tener. El caso más reciente es el de Jonathan Isaac, jugador de Orlando Magic, que ha explicado los motivos para su negativa: cree firmemente que tras haber pasado la enfermedad la vacuna ya no es necesaria.
Lo cierto es que mensajes como éste han vuelto a poner encima de la mesa un debate científico de gran calado. ¿Realmente es necesario potenciar nuestro sistema inmunitario con una dosis vacunal aunque hayamos sido ya inmunizados de manera natural tras habernos contagiado? Como todo lo que tiene que ver con esta pandemia desde sus comienzos la respuesta no es tan sencilla como nos gustaría.
Y, aunque parezca demasiado poco científico, lo cierto es que todas las evidencias sugieren que la capacidad de inmunización de nuestro organismo después de pasar la enfermedad es diferente en cada caso. Factores como la edad, el estado de salud y la gravedad de la infección afectan a la calidad de nuestra respuesta inmunitaria después de un contagio. Lo que es lo mismo que decir que de momento la ciencia no sabe o no contesta más que un vago «depende».
Está suficientemente demostrado que la reinfección después de un contagio es rara. Estudios realizados con una cohorte suficientemente grande de ciudadanos en California desde enero a diciembre de 2020 encontraron porcentajes de reinfección el 1% global con una probabilidad algo mayor en las mujeres que en los hombres. Definitivamente, contagiarse dos veces continuadas con el virus es una extraña lotería. Pero algunas personas presentan características físicas que las hace más propensas a la reinfección del mismo modo que ocurre con los pacientes que han sufrido la enfermedad de manera más grave.
Los datos más recientes parecen indicar que aquellos que han adquirido una inmunidad natural a través de un contagio mantienen su anticuerpos protectores al menos durante un año, pero eso no significa que se hayan librado de la necesidad de vacunarse. En primer lugar porque no existe la certeza de que esta inmunidad decaiga al mismo ritmo en todos los pacientes. En segundo lugar porque la persistencia de las nuevas variantes de virus desde que se formularon las vacunaciones actuales obliga a mantener en alerta a nuestro sistema inmunitario con protocolos artificiales.
Una investigación publicada en la revista Nature ha tratado de analizar cómo se comportan los anticuerpos y las células T responsables de nuestra inmunización en individuos infectados y curados y en individuos nunca antes infectados pero que han recibido la vacuna. Mientras los individuos previamente infectados mantuvieron altos niveles de anticuerpos incluso mayores que los no infectados después de la vacunación, los segundos llegaron a alcanzar una inmunidad más sólida después de la segunda dosis.
En palabras de la inmunóloga de la Universidad de Toronto Jennifer Gommerman: «Si te contagias y después te vacunas adquieres superpoderes».
A medida que vamos conociendo algo más del comportamiento del virus en el interior de nuestro cuerpo se van desvelando algunos datos interesantes acerca de la inmunidad. Sabemos, por ejemplo, que la respuesta inmunitaria no es exactamente idéntica si nos vacunamos y si nos infectamos. La pauta completa de una vacuna de ARN mensajero produce una cantidad de anticuerpos muy superior a la que se generan con la infección natural del virus. Pero los anticuerpos generados por la infección, aún siendo menos abundantes, presentan una mayor diversidad y por lo tanto podrían prepararnos mejor para combatir nuevas variedades víricas. Aquí, una vez más, las situación varía mucho en función de las circunstancias personales. Según un trabajo publicado recientemente en la plataforma MedRxiv y por lo tanto aún pendiente de revisión, en los mayores de 65 años la inmunidad artificial generada por dos dosis de vacuna de ARN mensajero es consistentemente mejor que la generada de manera natural por la enfermedad. La protección frente a la infección, la hospitalización y la muerte en este grupo de edad después de vacunarse es enormemente mayor que después de enfermar. Sin embargo, en el caso de los menores de 65 años ambas protecciones se igualan.
Otro trabajo de la revista Nature publicado este verano venía a contradecir en parte este último estudio. Tras analizar a 229 pacientes que habían sufrido la Covid-19 de manera asintomática, moderada o grave se descubrió que los enfermos más graves presentaban mayores cantidades de inmunoglobulina G (anticuerpos IgG) pero que estos desaparecían con mayor rapidez. La respuesta inmune relacionada con la enfermedad está muy condicionada por el tiempo. Hasta ahora, no hay certezas de que la respuesta relacionada con la vacuna lo esté tanto.
Parece obvio que la infección produzca una inmunización de mayor calidad. Nuestro organismo tiene que aprender a combatir una legión de agentes infecciosos en plenitud de facultades. Cuando nos vacunamos introducimos en el cuerpo solo una porción de las proteínas del virus que nos interesa y el sistema inmunitario se adapta sólo a combatir dicha porción. Sería como preparar a un país para defenderse de una invasión por tierra, mar y aire o tener la certeza de que solo vamos a ser invadidos por tierra.
Cuando enfermamos, fragmentos del virus pueden permanecer activos en el cuerpo incluso semanas después de habernos curado, lo que permite al sistema inmunitario seguir entrenando y mejorar las herramientas para detectar virus similares. Ese es el motivo por el que infectarse dos veces de la misma enfermedad es tan raro. Trabajos publicados en Israel aseguran que una reinfección tras la vacuna es trece veces más probable que tras la enfermedad.
Pero los estudios que demuestran esta tesis no son del todo concluyentes. Se han realizado solo con personas que han padecido la enfermedad y se ha recuperado, y no hay datos suficientes para extrapolar a todo tipo de circunstancias. Entre otras cosas, porque es imposible determinar si algunos pacientes se ha expuesto muchas veces al virus pero de manera asintomática y por ello sus sistemas inmunitarios se ha fortalecido.
Sea como fuere, el consenso científico parece indicar que en cualquier caso la vacunación es la opción más favorable. Si no se ha pasado la enfermedad, porque aseguramos una protección que no hemos adquirido. Si se ha pasado, porque se genera un escudo casi infranqueable ante nuevas infecciones y se mejora la capacidad de reacción ante variantes nuevas.
Ante la pregunta de si, una vez inmunizados naturalmente, sigue siendo necesario vacunarse la respuesta es clara: la mejor opción demostrada para protegerse contra la Covid es haber disfrutado de los procesos, un contagio y una vacuna tras la recuperación de la enfermedad.
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