Conversación

Estas 6 reglas te ayudarán a crear relaciones más profundas y significativas

Estos son las consejos, según los expertos, que nos ayudarán a tener mejores conversaciones, y por tanto, mejores relaciones

Superar la filofobia pasa por curar la herida, aprender a comunicarse y a vivir en el presente | Fuente: Pixabay
Superar la filofobia pasa por curar la herida, aprender a comunicarse y a vivir en el presente | Fuente: PixabayPixabay

No hay mejor manera de sentirnos solos cuando estamos rodeados de gente, que vivir con el piloto automático activado constantemente, sin prestar la más mínima atención a las personas que nos rodean.

Los seres humanos somos seres sociales, y como tal, necesitamos desarrollar relaciones significativas. Y todas las relaciones se construyen en base a la comunicación. La intimidad y la complicidad que se genera entre dos personas exige mantener una comunicación significativa y profunda.

Pero esto no es nada sencillo de conseguir... exige de nosotros que superemos una serie de barreras que se interponen en el camino. Para poder afrontar estas barreras, muchos psicólogos han tratado de identificar qué reglas debemos seguir para que nuestras conversaciones sean significativas, y que podamos conectar con aquellos que nos rodean:

1. Haz preguntas

El primer paso para conocer y conectar con alguien, es interesarse por él o por ella. Incluso cuando la conversación gira sobre temas aparentemente banales y sin importancia, tenemos la oportunidad de conectar con otra persona y tener una conversación más significativa.

Imagino que al lector no le sorprenderá mucho que este sea el primer consejo, pero es importante recordar que el inconveniente más importante a la hora de tener una conversación significativa no es la timidez (como se suele pensar), sino la tendencia a orientar las conversaciones hacia nosotros mismos... negando la oportunidad de comunicarse a nuestro interlocutor.

Una conversación no es lo mismo que un monólogo cruzado. Es muy frecuente que nos encontremos con personas que tratan una conversación como si de un debate se tratase, es decir: “te voy a decir porqué yo tengo razón y tú no... y habré ganado si los dos estamos de acuerdo con mi punto de vista”. Pero eso no es una conversación significativa, porque de este modo, no estaremos sacando ningún provecho de ella... estaremos continuamente pensando en qué vamos a decir después. En vez de hacer esto, lo mejor que podemos hacer es escuchar.

El truco para destacar en el arte de la conversación es interesarse genuinamente por los demás y entender que siempre hay mucho que aprender de tu interlocutor... aunque no sea la persona más inteligente o la más interesante.

Y esto puede suceder. Es posible que consideres que la gran mayoría de las cosas que dice la otra persona, son una tontería; pero todo el mundo tiene algo que decir y que enseñar. Si consigues sacar una sola cosa positiva de una conversación, eso habrá hecho que no haya sido una pérdida de tiempo.

La profesora asistente de la Universidad de Georgetown, Karen Huang, investigócómo influía el número y la calidad de las preguntas, en la imagen que una persona se había creado sobre su interlocutor. Para hacerlo, invitó a 130 personas a participar en el estudio y les pidió que se colocasen por parejas. La regla era que solo podían hablar mediante un sistema de mensajes en línea... y con un límite de tiempo de 15 minutos.

Lo que descubrió fue que la cantidad de preguntas variaba significativamente entre unos “conversadores” y otros; y que aquellos que más preguntas habían hecho, tendían a despertar una mayor simpatía entre sus interlocutores. De hecho, cuando exportó este descubrimiento al contexto de las citas, encontró que aquellos solteros que hacían más preguntas, tenían más posibilidades de conseguir una segunda cita.

En cuanto a la calidad de estas preguntas... la clave, según la profesora Huang, era que las preguntas que más se valoraban eran aquellas que profundizaban sobre el tema del que se estaba hablando. En cambio, aquellos conversadores que hacían preguntas que no tenían ninguna relación la una con la otra, resultaban menos atractivos.

2. Crea intimidad

La gran mayoría de las personas valoran enormemente que se les brinde la oportunidad de reflexionar e indagar sobre sus propias emociones e ideas. Y esa es una ventaja que no podemos desaprovechar... incluso aunque nuestro interlocutor sea un desconocido.

El profesor de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Chicago, Nicholas Epley, organizó un estudio en el que evaluó cómo fluían las conversaciones con preguntas personales del tipo: “Si una bola de cristal pudiera decirte la verdad sobre ti, tu vida, tu futuro o cualquier otra cosa, ¿Qué te gustaría saber?”.

El resultado fue que las parejas reconocieron haber experimentado una conexión muy profunda con la otra persona, que la conversación se desarrolló fluidamente y que, además, ambos la habían disfrutado. “En estas conversaciones profundas, tienes acceso a la mente de otra persona y puedes reconocer que la otra persona realmente se preocupa por ti, explicaba Epley.

3. Empatía y egocentrismo

El profesor Epley investigó sobre cómo el egocentrismo afectaba al “arte de la conversación”. Y señala que hay un error muy común, que es confundir la definición de empatía. Normalmente empatía se traduce como “ponerse en el lugar del otro”. El problema es que algunos, literalmente, se ponen en el lugar del otro y hacen que la conversación gire sobre ellos mismos.

No saber empatizar puede suponer que malinterpretemos las emociones que está sintiendo nuestro interlocutor y la hagamos nuestra: “Uso mi propia experiencia, mis propios estados mentales, como un sustituto de los tuyos”, resumía Epley.

Y este problema se exagera, además, cuando estamos hablando con algún conocido o con alguien con quién tenemos cierta complicidad. Es lo que Epley llamó “sesgo de comunicación cercana”: “A menudo percibimos que nuestros amigos cercanos y parejas son similares a nosotros, por lo que asumimos que saben lo que nosotros sabemos”.

El consejo del investigador es que intentemos ser más cautelosos a la hora de hacer suposiciones sobre lo que siente o lo que piensa nuestro interlocutor, y que imaginemos deliberadamente qué es lo que se le está pasando por su cabeza, basándonos en lo que sabemos sobre él o sobre ella... pero sin tratar de compararlo con nuestra situación.

4. Conoce a tu público

El psicólogo social de la Universidad de Pensilvania, Gus Cooney, describió lo que él denominó “penalización por novedad”, que es lo que ocurre cuando presuponemos que la otra persona sabe de qué estamos hablando... pero es posible que esa persona no tenga las herramientas necesarias para seguirnos el hilo, o que, simplemente, no conecte con aquello que estamos comunicando.

Cooney lo explica así: “Cuando la experiencia es tan increíble en tu cabeza que puedes olerla, saborearla y ver todos los colores, simplemente asumes que otras personas también pueden hacerlo”.

Para evitar el riesgo de sufrir la “penalización por novedad”, lo que podemos hacer no es tanto ajustarnos simplemente a aquellos temas que resultan familiares para ambos, sino invertir algo de esfuerzo en dar detalles de lo que estamos describiendo, ofreciendo una narración más específica y, por tanto, más real.

Y también debemos ser conscientes de cuándo aquello que estamos contando no despierta ningún interés en nuestro interlocutor.

El psicólogo clínico y autor del best seller“10 reglas para la vida”, Jordan B. Peterson, también tiene otro consejo sobre este tema: “no des margaritas a los cerdos” (...) “Si estás hablando con alguien y no te está escuchando, deja de hablar con ellos”.

En vez de eso, dice Peterson: observa y escucha... así podrás conocer porqué no le interesa lo que le estás contando. “Si compartes aquello que tienes que decir con una audiencia que no te esta escuchando, estás devaluando la importancia de tus pensamientos o tus ideas”.

En resumen: “Si tienes algo que decir, dilas. Pero díselas a alguien que te escuche”.

5. Sé una influencia positiva

La mejor manea de destacar sobre el resto, es ser capaz de ayudar a otras personas. No se trata de dar consejos cuando no son solicitados, sino de desarrollar un interés genuino en el bienestar de quién esté a nuestro lado. El psicólogo clínico Jordan B. Peterson, también tiene una reflexión sobre este tema.

De acuerdo con Peterson, la mejor manera de saber si una persona merece la pena y es un verdadero amigo, es observar su reacción cuando le comunicas una mala y una buena noticia.

Alguien que te interesa conservar a tu lado es aquel que, cuando le cuentas una mala noticia, escucha; y que, cuando le comunicas una buena noticia, te ayuda a celebrarlo.

Y es que, es muy común que las personas que tenemos a nuestro alrededor no nos sean de ninguna ayuda y no aporten nada positivo a nuestras vidas. De hecho, es posible que -incluso- haya gente que tratará de arrastrarte hacia abajo y desanimarte para, de esta forma, justificar y compartir su miseria.

Para resumirlo, el profesor Peterson dice: Tienes que rodearte de personas que quieran lo mejor para la mejor parte de ti. Es decir, de personas que faciliten tu desarrollo.

Y esto funciona en ambas direcciones: si alguien te cuenta una buena noticia, alégrate; y si te cuenta una mala noticia, interésate por sus problemas, hazlos tuyos, y trata de empatizar y de ayudar.

6. Honestidad diplomática

A medida que hemos ido creciendo e interactuando con más y más personas, hemos ido aprendiendo a decir aquello que sabemos que va a contentar a nuestro interlocutor,... aún obviando la verdad o nuestro punto de vista. Pero si hacemos esto... ¿acaso no estamos perdiendo el objetivo mismo de la conversación?

Las profesoras Emma Levine y Taya Cohen, de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Carnegie Mellon, respectivamente; trataron de acercarse a esta disyuntiva y organizaron un experimento en el que pidieron a los 150 participantes que se dividieran en tres grupos.

Al primer grupo les pidieron que, durante los tres días siguientes, fuesen absolutamente honestos con todos las personas con las que hablasen. Al segundo grupo les pidieron lo contrario, que tratasen entre algodones a sus interlocutores... siendo amables con ellos y tratando de no contradecirles. El tercer grupo, por su parte, haría de grupo de control y deberían actuar normalmente.

El resultado fue que aquellos que fueron brutalmente honestos, experimentaron infinitamente más conexión y cercanía que los otros dos grupos. “Parecía que sería horrible”, dice la profesora Taya Cohen, “pero los participantes informaron estar felices de haber tenido conversaciones honestas, aunque estas fueran difíciles”.

Los “honestos” vieron como sus conversaciones tenían un sentido y eran más constructivas, que aquellos que se habían ocultado tras un muro de amabilidad. Los integrantes del segundo grupo vieron cómo las conversaciones habían perdido el sentido: para qué hablar si no tienes nada qué decir”.

Por eso, las investigadoras Emma Levine y Tanya Cohen aconsejan ser absolutamente honestos, pero con un matiz: hay que encontrar la manera de hablar de forma diplomática y asertiva, sabiendo cuándo y cómo decir lo que tengamos que decir.

Y esta es la lección más importante para aprender a conectar genuinamente con otras personas: hacerlo “desde tu verdadero yo”.