A Tu Salud

Pediatría

Qué hacer si el ojo del recién nacido no para de llorar: ¿es necesaria la cirugía?

La causa más frecuente es la obstrucción congénita del conducto naso-lagrimal. Signos, síntomas y tratamientos

Bebé recién nacido
Bebé recién nacidoIVIIVI

Las lágrimas se encargan de hidratar el ojo, de lubricarlo. Además, tienen propiedades antibacterianas, aparte de que limpian el ojo de posibles suciedades o cuerpos extraños. No obstante, hay veces en los que surgen problemas y, en lugar de faltar, hay un flujo excesivo de las mismas, ocasionando grandes molestias para quienes lo padecen.

Este es el caso de los recién nacidos de forma frecuente. Las lágrimas son drenadas del ojo a la nariz por el conducto nasolagrimal y en el caso de estos puede obstruirse dando lugar a problemas como la dacriostenosis u obstrucción lagrimal

“Cuando esto ocurre, aparece el lagrimeo continuo, secreciones lagrimales, conjuntivitis y dermatitis, enrojecimiento del ojo e inflamación de los párpados, como principales síntomas. Se trata de un trastorno oftálmico leve y muy frecuente, que se da en 6 de cada 100 lactantes, y que es motivo de consulta recurrente a los especialistas”, explica la doctora Teresa Domínguez Coronel, pediatra del Hospital Quirónsalud Huelva.

Señala que fundamentalmente esta patología es congénita, de nacimiento, y es resultado de un desarrollo inadecuado del conducto nasolagrimal, como, por ejemplo, debido a una ausencia de los puntos lagrimales o de los canalículos. De hecho, la canalización del conducto lagrimal suele completarse en el octavo mes de embarazo, aunque de no ocurrir esto es frecuente que se resuelva durante el primer año de vida.

“En consecuencia se produce un flujo excesivo de las lágrimas, que se desbordan por la mejilla (epifora). La lágrima se acumula y al no tener salida es caldo de cultivo de gérmenes e infecciones de repetición. Este problema puede iniciarse en los tres primeros meses de vida, aunque suele resolverse solo durante el primer año del menor en el 90% de los casos”, asegura la pediatra.

Se recomiendan masajes en el conducto lagrimal

Al mismo tiempo, remarca que este trastorno suele ser motivo de consulta, “pero es importante aclarar y tranquilizar a los padres ya que la mayoría de las veces se resuelve de forma espontánea o con tratamiento médico conservador, que consiste en el masaje del saco lagrimal”.

En estos casos, la doctora Domínguez Coronel suele aconsejar a los padres la realización de un suave masaje en el saco lagrimal, de 3 a 4 veces al día, para aumentar la presión positiva y ayudar a aliviar la obstrucción del conducto.

“Esta técnica la deben realizar los propios padres en casa y consiste en colocar el dedo por encima del canto interno del ojo y hacer un masaje hacia abajo, entre 5-10 repeticiones de 3-4 veces al día, extremando la higiene del ojo y las pestañas”, incide la especialista de Quirónsalud Huelva.

Cómo se realiza el diagnóstico

Ante el lagrimeo constante en los más pequeños de la casa, los padres suelen consultarlo con el pediatra en las diversas revisiones que tienen lugar en el primer año de vida del pequeño. En estas suele realizarse el diagnóstico de la dacrioestenosis, siendo un diagnóstico clínico, es decir, que, ante algunos de los síntomas antes descritos, el pediatra hará una exploración clínica y podrá diagnosticar la dacriostenosis sin necesidad de pruebas complementarias.

“En algunos casos en los que la evolución no sea la adecuada, la confirmación del diagnóstico se obtendrá tras la realización de técnicas de confirmación”, avisa la experta de Quirónsalud Huelva.

Además, aclara la doctora Domínguez, será necesario que el pediatra derive al oftalmólogo el caso del menor que no evolucione correctamente con el tratamiento médico conservador o en caso de complicaciones asociadas.

¿Será necesaria la cirugía?

Así, si la obstrucción no desaparece, sigue provocando lagrimeo constante, y si esto se prolonga más allá del año, o el niño presenta conjuntivitis de repetición, podrá iniciarse un procedimiento quirúrgico, hacer un sondaje o intubación del conducto para resolver el problema; un procedimiento de pocos minutos de duración, y que deberá acompañarse días después de la intervención con la aplicación de una serie de colirios.

“En aquellos casos en los que en torno al año no se resuelvan los síntomas antes descritos conviene abrir el conducto con una pequeña sonda, que suele introducirse por el orificio del conducto, en el ángulo interno del párpado. Este procedimiento debe realizarse mediante anestesia general o sedación profunda, por lo que los pediatras o el oftalmólogo, si fuera necesario deben evaluar cada caso”, remarca la doctora.

En última instancia, la doctora Teresa Domínguez Coronel, pediatra del Hospital Quirónsalud Huelva lanza un mensaje de tranquilidad a los padres reseñando que la dacrioestenosis congénita no tiene consecuencias visuales serias para los pequeños.