Sevilla

«Limpia el suelo y gánate tu plato de comida»

La violencia de género no son sólo agresiones físicas. El maltrato psicológico, sexual y económico es difícil de demostrar pero, como reconoce la OMS, también tiene consecuencias fisiológicas.

«Limpia el suelo y gánate tu plato de comida»
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La violencia de género no son sólo agresiones físicas. El maltrato psicológico, sexual y económico es difícil de demostrar pero, como reconoce la OMS, también tiene consecuencias fisiológicas.

Tenían 37 y 24 años. Vivían en -apunalar-a-su-pareja-en-lebrija-permanece-ingresado-por-una-fractura-de-muneca-FF11413305">Lebrija (Sevilla) y Fuerteventura. Las dos tenían hijos. La primera dos y la segunda uno, de seis años, que estaba presente cuando su padre acuchilló a su madre. Estas dos muertes elevan el número de víctimas de violencia de género a 51.

En los últimos diez años alcanza la estremecedora cifra de 674 mujeres que han muerto a manos de sus parejas o sus ex parejas. Una lacra contra la que nuestra sociedad aún tiene mucho que hacer.

La mayoría de las mujeres que son asesinadas por su agresor llevan años siendo maltratadas, pero muchos de esos malos tratos se viven en silencio. Están ocultos.

Natividad Hernández-Claverie es coordinadora del área de Psicología de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres. Atiende a mujeres de todas las edades. Sabe que la violencia machista no sólo es cosa de las generaciones mayores. Por eso ha creado tres equipos de terapia de grupo a los que acuden estas víctimas, de acorde con su edad. Y es que, aunque cada una afronta la situación de una manera diferentes, la psicóloga tiene claro que «un maltratador no cambia nunca», a pesar del anhelo de que esto pueda ocurrir.

A primera vista, sólo se identifica a una mujer maltratada si sufre alguna agresión física. «Un ojo morado se ve rápido», apunta la experta, pero existen tres formas más de acabar, poco a poco, con una persona: maltrato sexual, psicológico y económico. Tres maneras de agredir a una mujer sin que los familiares o los vecinos se enteren porque «no lo puedes demostrar».

El psicológico «se va instalando progresivamente, va mermando su autoestima, las anulan a través de amenazas y si dicen algo saben que las represalias serán mayores. Como nos ocurre a cualquiera, el miedo nos paraliza». Hasta que un familiar o una amiga les abre los ojos y es cuando acuden a terapia.

«Una de las mujeres que traté llevaba años aguantando a su marido. Llegaba a casa para comer y, sólo para degradarla, cogía una botella de aceite y la tiraba por el suelo de la cocina. Después lo pisoteaba para que quedara aún más sucio y le decía: ‘‘Límpialo y gánate tu plato de comida’’». Esta mujer vivía en miedo constante y ese estado de estrés también crea problemas orgánicos. Una serie de consecuencias que tiene recogidas la Organización Mundial de la Salud (OMS): cefaleas, lumbalgias, dolores abdominales, fibromialgia, trastornos gastrointestinales, limitaciones de la movilidad y mala salud general. Pero, a pesar de que este organismo internacional recoge todas estas consecuencias físicas, son pocas las sentencias condenatorias que se sustentan en esta forma de ejercer malos tratos. «Es evidente que se puede probar –indica el ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente– porque crean un cuadro de estrés postraumático, pero aún existe falta de formación entre los jueces y no conocen bien cómo identificar esta forma de maltrato».

El psicológico no es el que más se oculta. Es el sexual. «A las mujeres les cuesta mucho reconocerlo. Sigue siendo un tabú», sostiene Hernández-Claverie. La psicóloga recuerda otro de los casos que lleva en el que el agresor utiliza este tipo de violencia: «Era una mujer mayor que llevaba muchos años aguantando las agresiones de su esposo», pero las peores ocurrían de noche.

«Muchos días llegaba borracho a las cuatro de la mañana, la destapaba, le quitaba las sábanas y hacía con ella lo que quería». Lo peor de esta situación es que «ella creía que estaba obligada a tener sexo con él», añade la experta.

Lorente ofrece un dato: «Entre el 40 y el 45 por ciento de las víctimas de violencia de género sufren agresiones sexuales». Este tipo de malos tratos se detectan «por alteraciones urinarias derivadas de estas agresiones», añade el médico forense.

Al físico, psicológico y sexual se suma otro: el económico. «No suele darse un tipo de maltrato único, sino que se dan los cuatro a la vez», subraya la experta. Son pocas las mujeres mayores de 65 años que tienen un empleo y «a partir de los 55 es mucho más difícil encontrar uno si está en el paro». Son estas situaciones de las que se aprovechan los agresores. Ellas no tienen acceso al dinero, no son titulares de ninguna cuenta y no suelen saber lo que ganan. Y si tienen dinero cada día sale la pregunta agresiva: «¿En qué te lo has gastado?». Y así, de lunes a domingo.

Hernández-Claverie tiene claro que «si no lo puedes demostrar con amenazas o testigos, no hay forma de que lo condenen». Y recuerda un nuevo caso: «Una chica joven consiguió que el juez le diera una orden de alejamiento por una amenaza que le hizo por WhatsApp: ‘‘Hija de puta, como te vea con otro te mato’’».

Lorente reconoce que hemos avanzado, pero «seguimos fallando como sistema. No protegemos adecuadamente a las víctimas».