
Primera fumata
Se busca Papa para «despertar conciencias»
El cardenal Giovanni Battista Re pidió unidad a los electores durante la misa de apertura del cónclave

Repicar de campanas en la basílica de San Pedro para anunciar que arranca el cónclave en el que se elegirá a aquel que tomará el relevo del Papa Francisco. Ayer, en torno a las once y media de la mañana, fue la última vez que se pudo ver a los 133 cardenales electores en procesión antes de que uno de ellos tome las riendas de la Iglesia universal. Junto a ellos, otros 87 purpurados de más de 80 años que los han acompañado en estos días en las congregaciones generales, esas asambleas en las que todo aquel que ha solicitado la palabra ha podido expresar el modelo de Iglesia que desea y el Papa con el que sueña.
Con el regreso a la sacristía pontificia y sin poder saludar a los católicos que llenaban el templo epicentro del cristianismo finalizaba la eucaristía «Pro Eligendo Romano Pontifice», con la que oficialmente comenzaba el cónclave de 2025.
Una hora y media antes, uno a uno accedieron por la nave central los purpurados y se dispusieron en torno al baldaquino de Bernini. La antífona «Suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según los deseos del corazón de Dios», del profeta Samuel, que se escuchaba mientras los pastores se acercaban al altar, era el reflejo del sentido de esta misa con la que se invoca al Espíritu Santo para que sea el verdadero elector del nuevo Papa.
El decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, presidió la ceremonia. El hombre que ha llevado las riendas de todas las reuniones de los purpurados desde la muerte de Francisco el pasado 21 de abril compartía con sus compañeros de mitra y báculo sus últimas impresiones y consejos para estos días «bajo llave».
Consciente de que designar a un Obispo de Roma tiene una trascendencia que va más allá del orbe católico, puso de manifiesto que se elige a un Papa para «la Iglesia y la humanidad». Y no pasó por alto que hoy el planeta atraviesa un «momento de la historia tan difícil y complejo».
La oración de Re se concentró en pedir «el Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios». Por ello, presentó a la Iglesia como la institución que «tutela» los valores «fundamentales, humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para las generaciones futuras».
Su homilía tuvo como eje de su alocución el Evangelio de Juan, que fue proclamado previamente en latín, en el que Jesús insta a sus discípulos durante la Última Cena a hacer realidad «mi mandamiento»: «Que os améis unos a otros como yo os he amado». «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos», dijo el Hijo de Dios a sus apóstoles, un encargo que hizo suyo el cardenal de 91años. «El amor que Jesús revela no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción de todos sus discípulos, que en su conducta siempre deben manifestar un amor auténtico», desarrolló.
«El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo», rubricó, subrayando que todo cristiano ha de abajarse «al servicio de los demás» y «lavando los pies». Quizá con algún recado a los presentes, expresó a renglón seguido que Jesús no excluyó de aquella cena ni tan siquiera «a Judas, que lo iba a traicionar».
El veterano clérigo recordó que, al igual que los primeros seguidores de Cristo que «perseveraban unidos en la oración junto con María», precisamente es «lo que también nosotros estamos haciendo a pocas horas del inicio del cónclave, bajo la mirada de la Virgen colocada al lado del altar». «Notamos que todo el Pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al Papa y su confiada esperanza», remarcó Re. A la par, compartió que «estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza».
Intentado despojar el proceso electoral que ya está abierto de toda estrategia partidista, dejó caer que el hecho de rezar «es la única actitud justa y necesaria», mientras los cardenales electores «se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial». Esta decisión de «gran importancia» el presidente de la asamblea la presentó como «un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal», además de «tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad».
En cualquier caso, sentenció que «todo Papa sigue encarnando a Pedro y su misión, y de esa manera representa a Cristo en la tierra; él es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia». Y clarificó a continuación: «La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa».
Desde ahí, Re reclamó a los que tenía enfrente a promover «la comunión eclesial y la fraternidad humana universal». Y por si no hubiera sido lo suficientemente explícito, dijo justo después que «entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión» con una triple perspectiva cruzada: la comunión de todos los cristianos con Cristo, comunión de los obispos con el Papa y la comunión entre los obispos». «No una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre casa y escuela de comunión», añadió a renglón seguido. Directamente relacionada con la comunión, en la homilía lanzó una llamada en favor de «la unidad de la Iglesia», que «no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena fidelidad al Evangelio».
Estas meditaciones personales las compartió a través de una homilía en la que citó a Pablo VI para reivindicar la necesidad de promover «la civilización del amor». De la misma manera, también tiró de Juan Pablo II para recordar a los cardenales que, «en las horas de la gran decisión mediante el voto, la majestuosa imagen de Miguel Ángel que representa a Jesús Juez recordase a cada uno la grandeza de la responsabilidad de poner las ‘soberanas llaves’ -evocando a Dante- en las manos adecuadas».
Sin embargo, no hizo mención alguna a Francisco. Jorge Mario Bergoglio tenía aprecio a Re por su sinceridad al verbalizarle las diferencias que tenían sobre algunas de las reformas emprendidas por el Pontífice argentino. Sin embargo, el purpurado italiano optó ayer por obviar en sus referencias al Pontífice argentino. Ya en la homilía del funeral del primer Papa latinoamericano de la historia, el decano del Colegio Cardenalicio llevó a cabo un elogioso repaso a su trayectoria, deteniéndose fundamentalmente en su impacto en la sociedad, lo mismo por su lucha en favor de la paz mundial como en relación a su apuesta por poner en primer plano a los más desfavorecidos. Sin embargo, evitó hacer referencias directas a la reconversión eclesial emprendida por Bergoglio durante estos doce años de puertas para adentro. De hecho ni tan siquiera mencionó una de las apuestas firmes del Papa Francisco en estos últimos años: la sinodalidad.
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