Sucesos

Caso Juan Miguel Isla: volver al lugar del crimen

Los presuntos autores de la muerte de un empresario en Ciudad Real intentaron verificar si la Guardia Civil vigilaba el pozo en el que habían arrojado el cadáver

Volver al lugar del crimen, algo que parece reservado a la novela negra, pero que ocurre en realidad, como pudo acreditar la Guardia Civil durante las investigaciones que condujeron a la detención de los presuntos autores de la desaparición y muerte del empresario Juan Miguel Isla, después de haber cobrado una importante cantidad de dinero por la venta de una finca enManzanares (Ciudad Real). Fue la culminación de una extraordinaria operación realizada por la comandancia de esta provincia manchega con el apoyo de la Unidad Central Operativa (UCO), tras la desaparición del citado industrial, el 22 de julio de 2022, que había viajado desde Alicante.

A los dos presuntos autores, ya en prisión, Antonio Caba, el presunto planificador, y Gaspar Rivera, el colaborador necesario, no se les ocurrió otra cosa que acudir a las inmediaciones de la finca, en uno de cuyos pozos habían arrojado el cadáver de Isla, envuelto en una manta. Ambos se sentían vigilados y daban por supuesto que sus teléfonos estaban intervenidos judicialmente para facilitar la labor de los investigadores. Lo que no sabían es que tenían dispositivos de seguimiento y audio.

La Guardia Civil, tras pillar a Caba en una mentira gorda e innecesaria –sobre cómo se había entregado el dinero de la venta en la que él había hecho de intermediario– averiguó que la adquisición de la finca se formalizó cuatro días antes de la desaparición de Isla. Lo importante es que en la misma hubiera pozos, pese a que Gaspar le había advertido de que tendrían poca agua.

El pasado 3 de marzo, tras dejar sus teléfonos en la localidad ciudarrealeña de Membrilla (en el coche de Gaspar), con el fin de que los investigadores no pudieran fijar sus posicionamientos, iniciaron la comprobación para determinar si la referida finca era objeto de vigilancia policial. Los citados dispositivos de audio recogieron la conversación, algo que terminó por señalarles como presuntos culpables. Es más larga, pero, en síntesis, dicen lo siguiente:

- GASPAR: Ten cuidado que hay por ahí...

-CABA: No, no, no van los guardias, es un vehículo especial...

-GASPAR: Yo creo que no hay nada ahí. Ahí hay dos, dos coches de la Guardia Civil, de estos de... ---CABA: ¿De Rurales? --GASPAR: De medio ambiente. Sí. Yo creo que no tenías que pasar. Pienso yo, haz lo que quieras. Se ha visto que no hay na.

-CABA: Pues vámonos y ya está, que sea lo que Dios quiera.

En esos días, cuando conducía su coche, Caba se sentía acorralado por la Guardia Civil, al comentar, en un soliloquio, esto «está visto para sentencia».

Los agentes sacaron la conclusión del contenido de la citada conversación: resultaba obvio que «la única finalidad que los conduce a desplazarse (…) es visualizar la parcela». «La motivación de este llamativo traslado, desde el punto de vista que de la propia conversación se desprende, es corroborar si los investigadores están practicando alguna actuación en la finca referida, ante la zozobra que les ha generado la transcendencia de su existencia, así como el vínculo que les une a dicha propiedad», señala la Guardia Civil en su investigación. Subraya que, en su «afán de verificar la posible presencia policial en la parcela, en el caso de Caba, le lleva a tratar de aproximarse al máximo, alegando que no portan sus teléfonos móviles y considerar el contexto temporal idóneo –viernes por la tarde–, si bien Gaspar le aconseja no dar ese paso, ante el peligro que tal acción puede suponer». Y que se produjo «un significativo descenso de la velocidad» al pasar por la propiedad para comprobar si había vigilancia de la Guardia Civil.

Las pesquisas se habían iniciado desde que se recibió la denuncia de la desaparición de Isla. Rápidamente, se concluyó que no era voluntaria, ya que no había ningún motivo para ello. Los presuntos culpables habían urdido un plan para hacer ver que el empresario había vuelto a Alicante en su Renault Clio. No era así, el que lo había llevado hasta Albacete, donde apareció gracias a la colaboración ciudadana, era Gaspar. Las cámaras de una gasolinera, en la que paró, lo delataron.

Esta circunstancia provocó el nerviosismo de ambos y los fallos de seguridad se sucedieron.

Toda la historia que Caba, con la ayuda de Gaspar, habían montado se empezaba a desmoronar como un castillo de naipes.

Caba había mantenido desde el principio que, tras la compraventa, había dejado a Isla en su coche, el Renault Clío, y que no había vuelto a saber de él. Para afianzar su coartada, hasta había provocado que le pusieran una multa junto a su domicilio por aparcamiento indebido, pese a tener garaje propio. Los movimientos de su BMW, verificados al milímetro por los agentes, demostraban que nuevamente no decía la verdad.

Para colmo, este individuo, al ser interrogado por personas de su entorno acerca de la desaparición de Isla, respondía con seguridad que se trataba de un hecho de índole voluntaria, «no dudando en emplear descalificativos contra su persona, con alusiones a que se habría llevado consigo elevadas sumas de dinero, provenientes de una posible estafa o engaño en el proceso de venta». Otra mentira. Y que ayudó al desenlace de este caso de novela negra.