Comercio electrónico

La revolución del pago sin cash: Comprar por la cara

El uso del «contactless» es sólo el primer paso a la nueva era de las transacciones económicas. En 2021, los móviles estarán equipados con sistemas de identificación basados en el reconocimiento de alguna parte de nuestro cuerpo

La revolución del pago sin cash: Comprar por la cara
La revolución del pago sin cash: Comprar por la caralarazon

El uso del «contactless» es sólo el primer paso a la nueva era de las transacciones económicas. En 2021, los móviles estarán equipados con sistemas de identificación basados en el reconocimiento de alguna parte de nuestro cuerpo.

Trate de recordar un instante: ¿Cuánto hace que no realiza aquella vieja acción de meterse la mano en el bolsillo, rascar algunas monedas y pagar con ellas? Quizás usted se encuentre entre los cientos de miles de usuarios que ya utilizan la tecnología «contactless» para pagar; ya sabe: el uso de tarjetas que basta con pasar por delante del terminal para que funcione o, aún más actual, el uso del móvil para realizar pagos grandes y pequeños.

Los sistemas de pago convencionales tienden a desaparecer. En España nos encontramos a la cabeza de Europa en la incorporación de tecnologías sin contacto para realizar operaciones de este tipo. El 57 por 100 de los españoles emplea tarjetas contactless y el 59 por 100 tiene alguna aplicación de pago en su teléfono según estadísticas recientes de Osborne Clarke.

La media europea está por debajo del 49 por 100. Y es que parece que los españoles empezamos a cogerle algo de manía al dinero en efectivo. Una encuesta realizada por la compañía Advanced para Visa afirmó en 2017 que ya el 59 por 100 de nuestros compatriotas prefiere pagar con tarjeta antes que en efectivo. Cada día, el 36 por 100 de las operaciones de compra se hacen con tarjeta de débito, el 20 con tarjeta de crédito y el resto en efectivo. 8 de cada 10 españoles no salimos nunca de casa sin una tarjeta en el bolsillo.

Pero la tecnología no deja de avanzar y es probable que en un futuro no muy lejano los españoles seamos también adoptadores modélicos de otra forma de pagar que ahora nos parece de ciencia ficción: nuestro propio cuerpo. Llega, para quedarse, el pago biométrico, el uso de la huella dactilar, el iris de los ojos u otras partes de nuestra anatomía para garantizar una transacción en el supermercado.

Un informe de Juniper Research acaba de asegurar que para finales de este año es probable que se realicen ya 2.000 millones de operaciones de pago autentificadas mediante biométrica. Según IBM el 67 por 100 de los usuarios se declara más seguro si añadiera a su método de pago habitual con tarjeta, la confirmación mediante huella dactilar. El boom de esta tecnología ha llegado, lógicamente, tras la incorporación masiva de lectores de huella dactilar en los teléfonos móviles.

En la actualidad hay en circulación 1.900 millones de dispositivos móviles con esta función en el mundo. Y el siguiente paso ya ha invadido el mercado: tras la incorporación de los sistemas reconocimiento facial en los dispositivos de Apple iPhone X, la biometría ha dado un salto más: se cree que en 2021 el 99 por 100 de los teléfonos móviles estén equipados con sistemas de identificación basados en el reconocimiento de alguna parte de nuestro cuerpo (dedos y cara principalmente).

Pero esta tendencia parecía estar tardando en llegar al pago con tarjeta. Los usuarios son más proclives a utiliza la huella dactilar para abrir sus teléfonos que para sacar dinero de su cuenta corriente.

Reconocimiento dactilar

Las primeras tarjetas de pago con huella dactilar generalizadas afloraron a principios de este año de la mano de VISA y del Banco de Chipre, que lanzaron el primer sistema de pago del mundo capaz de combinar tecnología contactless y reconocimiento de huella dactilar.

Se trata de una tarjeta convencional que funciona sin número PIN, basta situar el dedo en una de sus esquinas para que la operación se valide. La tarjeta es compatible con los terminales que habitualmente hay en los centros comerciales y tiendas.

Funciona de manera similar a los dispositivos móviles con reconocimiento de huella. El usuario debe registrar su huella en ella antes de empezar a usarla. Lo sorprendente es que el mecanismo de recogida y almacenamiento de la información quepa en el minúsculo grosor de una tarjeta de crédito. La miniaturización de los dispositivos electrónicos ha llegado ya a extremos antes impensables.

Muchos expertos consideran que este no será el último paso en las tecnologías de pago presencial. Hasta ahora, todos los pagos se han realizado históricamente a través de la presentación de «algo que tengo»: tengo el dinero, tengo una firma para un cheque, tengo una tarjeta y un DNI o tengo un código PIN. A partir de ahora pagaremos por algo que «yo soy». Utilizaremos los rasgos propios de nuestra anatomía para que el banco autorice un pago. El dedo es el miembro más fácil de procesar.

Pero pronto aparecerán tarjetas que reconozcan nuestra cara o quizás nuestra voz.

Una de las mayores virtudes de los sistemas biométricos de autentificación es que no pueden olvidarse. La necesidad de recordar o llevar siempre a mano un código PIN genera algunos problemas de seguridad. Según una encuesta de la empresa Mastercard, el 80 por 100 de los usuarios reconoce haber olvidado sus contraseñas en los últimos tres meses. Recuperar una contraseña perdida requiere una media de 11 minutos. La huella dactilar, por el contrario, nunca se pierde

Pero no son pocos los que piensan que la tarjeta en sí será prescindible a no mucho tardar. Cuando queramos comprar algo, nos bastará con mostrar el dedo... Suena a ciencia ficción pero es un futuro muy, muy probable.

Sonreir para pagar

Y es que aunque en Europa aún nos suene un poco a «chino» todo estos sistemas de pago tan modernos, es precisamente en el gigante asiático, siempre pioneros en la aplicación de la tecnología a la vida cotidiana, donde estos sistemas ya se emplean de forma habitual. Allí hay un método conocido como el «Smile to pay», o lo que es lo mismo: sonreir para pagar. Ya es una realidad en el KFC de Templo del Cielo, en Pekín, donde se han añadido las máquinas para ello. Son muy parecidas a las que ya hay en McDonald’s para hacer un pedido pero aquí no necesitamos introducir la tarjeta bancaria ni pasar nuestro teléfono móvil, sino que solo es necesario que le echemos una sonrisa a la máquina.

El sistema solo necesita un par de segundos para poder identificarnos y validar la operación. En ese tiempo accede a nuestra cuenta de prepago para comparar con la fotografía que tenemos en el perfil de esa cuenta, la persona que le acaba de sonreir. Sin embargo, sí necesita de nosotros algo más: tenemos que escribir nuestro número de teléfono para que se nos pueda relacionar de alguna forma.